Tyrannus populi

A este bicho lo conocemos bien. Ha desviado el curso de la historia y provocado las mayores cagástrofes, pero se le sigue adorando, o lo que es peor, votando. Más allá de las especificidades taxonómicas en que se presentan (pueden nombrarse Castro, Ortega, Maduro, Bukele, Putin, Pinochet, Stalin, Hitler, Franco, etc.), transmiten una potencia hipnótica que promete al populi devolverle la suya. Se lamen la cresta fálica de macho resolutor y nos sometemos bajo cualquier vieja promesa de seguridad social, utopía civilizatoria, venganza contra algún enemigo histórico, o fervor nacionalista capaz de camuflarnos la mediocridad y la miseria. Solo nos convencemos del peligro que supone esta bestia cuando se ha transformado ella misma en el problema del que no podemos escapar. Y no escaparemos. Porque la bestia está hecha a imagen y semejanza de nuestra infinita debilidad. Por algún rezago evolutivo que nos impulsa a seguir al alfa en cada momento de crisis, volveremos a incubarla.
Cuando usted vea alguna de esas fieras cerca, no importa lo seductor de su llamado, ya sea que venga de la izquierda o de la derecha, si nota una enfermiza pulsión ególatra, aquellas enunciaciones que insistentemente conmutan la primera persona del singular por la del plural con la intención de homologarlas, si le piden lealtad incondicional, paciencia, sacrificio y además silencio, huya, ya es demasiado tarde.
Bestiario Miserable es un catálogo de los excesos, miserias, deformaciones que las contorsiones circenses del panorama político cubano, global y virtual han ido pariendo. Como decía Leónidas Lamborghini, la verdad del modelo es su propia caricatura. Pues este quisiera ser un retrato realista de los arquetipos de conducta que florecen en toda su monstruosidad por el extremismo ideológico, la antipatía, la deshonestidad intelectual, o la pura estupidez, ahora abonados en ese terreno de la pseudo ética que puede ser ciberespacio. En un mundo que se parece cada vez más al que describiría Weill, donde la espera de lo que vendrá ya no es esperanza, sino angustia, quizás bosquejar nuestros monstruos, los que todos en menor o mayor medida somos, pueda hacer los mitos más lógicos, dar alguna pizca de sensatez.