LA HABANA, Cuba.- En días recientes se confirmó un nuevo acto de vandalismo y robo en la emblemática Ermita del Potosí, situada en Guanabacoa, La Habana. Según informó el párroco de La Milagrosa de Guanabacoa el 21 de septiembre, a través de un mensaje cargado de pesar y frustración, este sería el séptima ataque a la capilla.
Los estragos esta vez son numerosos. Destruyeron una ventana cuya madera ya estaba en un estado deplorable por falta de mantenimiento, hallaron basura en la entrada y dispersa por el templo, animales muertos, incluidas gallinas y una tortuga. También se profanaron tumbas y una tarja conmemorativa vinculada a un pronunciamiento contra la esclavitud sucedido en el sitio hace más de trescientos años.
Por si fuera poco, defecaron en el interior, lo que agravó el pesar y la humillación de la comunidad celosa de dicho lugar sagrado.
Además del daño material y simbólico, se confirmó el robo de objetos religiosos y de uso esencial: se llevaron los candelabros del altar y el motor del sistema de bombeo de agua.
El incidente ha sacudido profundamente al clero local y a los fieles, que hoy expresan su indignación ante la falta de protección y respuesta de las autoridades.
Según el párroco, la policía habría desestimado una denuncia similar la semana previa, tras una visita del diácono Fermín y otro representante de la parroquia debido a los sucesivos robos y actos vandálicos en Potosí y en otros inmuebles religiosos y de interés patrimonial de Guanabacoa.
“La policía nos remitió: ‘se quitó el muerto’”, expresó. Por lo que en esta ocasión miembros de la comunidad acudieron a las oficinas de Patrimonio y Asuntos Religiosos, buscando que las autoridades se pronuncien y actúen con firmeza. Sin embargo, tampoco obtuvieron una respuesta convincente más allá de la notificación rutinaria de que abrirán una investigación.
La situación en la Ermita del Potosí no solo refleja el abandono físico del lugar, sino también el descuido institucional que afecta a tantos inmuebles religiosos del país. Mientras la comunidad intenta preservar el legado espiritual e histórico, la inseguridad, el vandalismo y la desidia amenazan con borrar siglos de memoria.
La Ermita del Potosí y su valor arquitectónico, religioso y cultural
Ubicada en el ángulo de las calles de Potosí y Calzada de Guanabacoa, y protegida por las verjas del antiguo cementerio guanabacoense, la Ermita de la Inmaculada Concepción y del Santo Cristo del Potosí, o simplemente Ermita del Potosí, es el edificio católico más antiguo de la conocida Villa de Pepe Antonio.
Según el historiador guanabacoense Pedro Herrera, la primera noticia de su existencia se remonta al año 1641 cuando Doña Juana Recio, cuarta poseedora del primer Mayorazgo fundado en Cuba en 1570 por Antón Recio, y esposa de Don Martín Salcedo de Oquendo, obtiene la autorización para construir en la estancia El Potosí, en la Villa de Guanabacoa, una ermita dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
Originalmente de tabla y guano, se inauguró en 1644. De acuerdo con algunos registros, tras reparaciones y remodelaciones con sillería, mampuesto y un techo de alfarje mudéjar, cubierto de tejas de barro, en 1675 adquirió la forma que mantiene hasta hoy, como puede leerse en una inscripción en latín sobre la puerta del templo. Por ello, este edificio reviste una notable importancia. Entre los templos y construcciones eclesiales contemporáneas, se considera la única que con mayor limpieza conserva los códigos de la arquitectura religiosa del siglo XVII; también es la única construida y consolidada en ese mismo siglo, puesto que el resto, aunque son del XVII, se consolidaron en el XVIII.
El famoso ciclón de octubre de 1846 provocó daños considerables a la edificación, por lo que fue sometida a una reparación general que incluyó la construcción de un retablo con columnas de ladrillo y escayola y dos habitaciones laterales: una para sacristía y otra para vivienda del capellán.
Por esa fecha, en un terreno aledaño a la ermita se estableció el cementerio que desde entonces la recubre y que se le conoce como Cementerio Viejo de Guanabacoa. Aunque el primer enterramiento data de la segunda década del siglo XIX, las tumbas en el interior y el patio de la Ermita son mucho más antiguas.
Sobreviviente a tres siglos y tras haber pasado por pocas restauraciones, la Ermita del Potosí atravesó el umbral del nuevo milenio en un estado alarmante de deterioro que impedía la realización del culto, a pesar de haber sido declarada Monumento Nacional en 1997. La fortuna, sin embargo, vino desde el exterior.
Gracias a la labor de la Iglesia Católica cubana y al aporte económico de una organización católica alemana y no a organismos oficiales cubanos —como enfatiza esta nota de CubaNet—, la Ermita fue salvada de quedar en las ruinas y en el olvido. Tras una gran reparación general, reabrió al público el 12 de diciembre de 2004.
Más allá de su valor material, la Ermita representa la memoria viva de las tradiciones religiosas y culturales de la comunidad. Es un símbolo espiritual para los habitantes de Guanabacoa, asociado a prácticas devocionales, leyendas locales y el sentido de pertenencia. Su permanencia en el mismo lugar desde el siglo XVII refuerza la conexión entre generaciones y la identidad histórica del territorio.
Como suele suceder con muchos lugares de culto, la Ermita del Potosí también se encuentra asociada a un mito fundacional que ha pasado de generación en generación hasta convertirse en leyenda.
Desde su fundación en 1554, Guanabacoa había sido designada como «pueblo de indios», para concentrar allí a los nativos y sus descendientes que sobrevivieron al exterminio colonial y que vagaban por La Habana en pésimas condiciones. Se les iba a permitir, entonces, existir, vivir, construir sus casas, cultivar sus tierras.
De acuerdo con la tradición, en una colina cercana a la Ermita, conocida hoy como Loma de la Cruz, vivía un «indio» llamado José Bichat. Este «indio» en torno al 1660 habría donado a la Ermita un cuadro de Jesús Nazareno con la cruz a cuestas, en óleo sobre cedro, que había adquirido en un viaje a La Habana. Poco tiempo después, el cuadro alcanzó tanta fama que la Ermita terminó por ser identificada popularmente como del Santo Cristo de Potosí.
Años después, la imagen sería reclamada y trasladada a otro templo de construcción posterior, en la misma Guanabacoa, pero de mayor relevancia. Ante este hecho, Bichat se hizo de una copia del cuadro original y la colocó nuevamente en su amada Ermita, la cual custodiaba con recelo y fervor cristiano. Ambos cuadros, tanto el original como la copia que permanece en la Ermita, se conservan en la actualidad.
En Guanabacoa, concebida para albergar a nativos, la presencia afrodescendiente ganaría fuerza muy pronto. Es posible que esto explique por qué fue uno de los primeros lugares de la nación cubana donde se produjo un pronunciamiento antiesclavista.
Precisamente en la Ermita del Potosí, los sacerdotes capuchinos Francisco José de Jaca (1645-1686) y Epifanio Morains (1644-1686) se pronunciaron contra la esclavitud en 1681, como rememora una tarja del Comité Nacional “Ruta del Esclavo” de la Delegación Monumentos de Guanabacoa, que figura en este sitio. Dicha tarja fue ultrajada el pasado 21 de septiembre, cuando, por séptima vez, irrumpieron en la Ermita.
“Es una falta de respeto, pero mayor aún por parte del Gobierno y de la gente de Patrimonio”, afirma Gloria, una feligresa guanabacoense que, durante los años en que la Ermita no ofreció culto y permanecía en reparación, albergó en su vivienda las imágenes de santos, cuadros y otros objetos del templo. “Es muy triste lo que está sucediendo con la Ermita; está nuevamente en riesgo de caer en el olvido ante el abandono y la indiferencia de las autoridades que deben velar por esto, las mismas que han designado el lugar como Monumento. Pero si a ellos no les interesa el pueblo, ¿qué les va a importar una pequeña iglesia y vieja? Lo que pasa es que esta no es una iglesia cualquiera, y ellos lo saben”.
Para la archivista guanabacoense A. Menéndez, la miseria y la crisis de valores han hecho que las personas olviden sus costumbres y tradiciones y no sientan respeto por nada. “La gente está concentrada en las necesidades materiales, en su supervivencia, porque no tienen nada… y ver que las mismas instituciones que deberían preservar y promover el cuidado de estos inmuebles se lavan las manos cuando suceden actos como estos; es bastante desalentador”.