LA HABANA, Cuba. – En el transcurso de una reciente reunión del Consejo de Estado, el gobernante Miguel Díaz-Canel Bermúdez delineó sus cuatro prioridades de trabajo para el actual año. Son ellas “el fortalecimiento de la unidad nacional, a partir de los elementos planteados por Raúl Castro con motivo del 65 aniversario del triunfo de la Revolución; el fortalecimiento de la labor ideológica; el aseguramiento político a las medidas aprobadas en la Asamblea Nacional del Poder Popular; y la discusión sistemática sobre tendencias negativas en nuestra sociedad”. Comentemos sobre ellas.
Hay que recordar que el menor de los Castro, en su discurso en Santiago de Cuba, expresó: “¡Cuidemos la unidad más que a la niña de nuestros ojos!”. Luego agregó: “Estoy convencido de que los pinos nuevos, nuestra combativa juventud, así lo garantizará”.
Evidentemente, el general de Ejército ―que no dejó lugar a dudas de que es él quien lleva las riendas del poder― reafirmó que no se tolerará ni el más mínimo desvío de la línea trazada por el Partido Comunista, en aras de afianzar la unidad por la que clama la cúpula del poder.
El XII Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), a celebrarse en el próximo mes de abril, seguramente se pronunciará por que los jóvenes continúen la obra de la generación histórica de la revolución, y así contribuir a preservar la unidad a la que se refirió el general de tan escasas batallas.
Acerca del fortalecimiento de la labor ideológica no es mucho lo que se pudiera añadir. Sabemos que la exaltación de la doctrina marxista-leninista ―a la que se integra el pensamiento de Fidel Castro― constituye un pilar fundamental del castrismo. Tan así es que hasta se debilitan otras instancias anexas al poder con tal de fortalecer el aparato ideológico del gobernante Partido Comunista. Eso fue lo que sucedió con la salida de Luis Morlote de la presidencia de la UNEAC para que ocupara un puesto en el Departamento Ideológico del citado Partido.
No sería aventurado pensar que el aseguramiento político a las medidas aprobadas por la Asamblea Nacional ―el paquetazo económico anunciado por Manuel Marrero― está en estos momentos en el centro de las prioridades del señor Díaz-Canel. Esos recorridos que el gobernante efectúa en estos días por distintos territorios del país, en los que no se cansa de insistir en la hipotética protección de las personas más vulnerables, más que un aseguramiento político, constituye una especie de termómetro para tantear el estado de ánimo de los ciudadanos ante el diluvio que les viene encima.
El régimen es consciente de que el paquetazo económico va a erosionar aún más la poca confianza que la población conserva hacia las distintas esferas del Gobierno. No en balde se acaba de anunciar que se suspenden los encuentros de los delegados del Poder Popular con sus electores, que estaban programados para el primer trimestre del actual año. Es la segunda suspensión. La primera aconteció a finales del pasado 2023.
En cuanto a la discusión sistemática de las tendencias negativas que se manifiestan en la sociedad, tal vez tenga algo que ver con las rectificaciones que el propio Díaz-Canel mencionó en el parlamento castrista.
Aunque, a decir verdad, si de tendencias negativas se trata, no habría que pensar mucho para advertir las que se hallan por todas partes: inflación incontrolable, desabastecimiento de productos de primera necesidad, salarios y pensiones que no alcanzan para nada, ciudadanos que escapan del país a como dé lugar, inexistencia de espacios para las libertades individuales…
Pero, claro está, son tendencias negativas que afectan al cubano de a pie, y no a la clase social a la que pertenece el gobernante.
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