LA HABANA, Cuba. – Lo han llamado “Ejercicio Nacional de Prevención y Enfrentamiento al delito, la corrupción, las ilegalidades y las indisciplinas sociales”, pero en realidad es simple y llanamente una redada de gran magnitud, como aquellas que hiciera regularmente Fidel Castro cuando necesitaba sacarse una piedra molesta del zapato o, mejor dicho, cuando buscaba matar varios pájaros de un tiro y, echando mano al pretexto de las ilegalidades y los “abusos contra el pueblo”, el enriquecimiento ilícito y las “conductas impropias”, metía a la cárcel a unos cuantos y, de paso, echaba mano al dinero acumulado por algunos, que a fin de cuentas era el objetivo principal.
Han inventado el “ejercicio” como para que en menos de una semana, del 2 al 7 de diciembre —fiesta de cumpleaños de Sandro Castro por medio—, los que claman por mano dura contra las ilegalidades y la corrupción, pensando que estas son exclusivas de “mipymeros” y delincuentes (así como que uno es sinónimo del otro), se crean que los verdaderos bandidos de la historia mal contada están haciendo algo contra los altos precios, la inflación, la violencia en las calles, el tráfico de drogas. Sin embargo, la prueba más contundente de que la maniobra es simulación es el propio “ejercicio” en sí mismo.
Porque un gobierno y un país cuyas instituciones policiales, fiscales, judiciales funcionen correctamente, las 24 horas del día y los 365 días del año, interconectadas, en colaboración, pero al mismo tiempo independientes de la figura gobernante, sirviendo al ciudadano y no a un partido político y a su ideología, no necesita de “ejercicios” para comprobar si el “sistema” funciona, mucho menos de activar una red de chivatos de bajo costo que hagan el trabajo de esa Policía tan eficiente para descubrir al que pinta un cartel contra la dictadura, al que publica un meme en una red social, pero totalmente incapaz de atrapar al ladrón, al asaltante, al asesino y al traficante.
Lo que sucede —y eso lo saben ellos más que nosotros— es que esa “incapacidad”, que precisa de un ejercicio y de hasta un editorial en el periódico Granma para disfrazarse de “voluntad política”, es en realidad consecuencia de una corrupción que, de tan arraigada, se ha convertido en institucionalizada, lo cual significa una normalización y relativización de los males sociales y de la inmoralidad, en tanto la delincuencia y demás comisores de delitos apenas necesitan de fingirse a favor del “Gobierno” no solo para redimirse sino para servir de instrumento de represión política en los barrios.
En esencia, para la dictadura cubana un delincuente y un violento de verdad solo lo son si, además de violar la ley se manifestaran políticamente en contra; de igual modo, alguien que se declara enemigo de la dictadura, aun sin haber cometido un crimen, es considerado un criminal peligroso, y contra él no dudarán en usar a esos antisociales que han sido redimidos por, digamos, “afinidad política” y no por conveniencia, y que habiendo pactado la inmunidad por sus crímenes, por el continuar cometiéndolos a la vista de todos a cambio de “colaboración”, son usados como represores, es decir, como chivatos.
Esos son, entre otros similares, parte de los convocados a un “ejercicio” que por supuesto no terminará con la corrupción (puesto que la corrupción misma lo ha generado), pero a juzgar por la calidad de algunos de sus integrantes, terminará siendo un ajuste de cuentas literalmente entre pandilleros. Porque todo lo que pasa al interior de la mafia, incluso los momentos en que se come o se duerme, son actos de mafiosos.
Será el mejor momento para “echar pa’lante” al vendedor clandestino que en la misma cuadra hace la competencia al otro igual de ilegal pero nada “comprometido con el proceso”. Será la gran oportunidad para que el “mipymero colaborativo”, “integrado” (aunque igual de abusador con los precios como casi el ciento por ciento en ese gremio de “luchadores” por cuenta propia, en nada diferentes a los “luchadores” estatales) se quite de arriba al colega de la otra esquina que le tiene “pasmao” el negocio, o simplemente al colega que envidia porque lo que mejor hacen los oportunistas paridos por los regímenes totalitarios y empobrecedores es envidiar, sobre todo al que logra salir adelante con esfuerzo, con talento, sin pactos ni padrinazgos políticos.
No sabemos si es coincidencia, si el ejercicio de asalto lo tenían pensado desde hace meses o si se les acaba de ocurrir ayer o antier mismo cuando les llegaba la invitación a la fiesta de cumpleaños de Sandro Castro —o cuando este les pidió algo de verde en efectivo para los regalos de bienvenida y no encontraron otro modo de quedar bien con el muchachito que asaltar bolsillos de emprendedores improvisando una redada— pero la premura nos lleva a pensar cosas así. Como que la Navidad les va saliendo demasiado cara ahora que una estrellita de Hollywood les adorna la cima del viejo arbolito, o cuando van llegando las facturas por las compras y cenas en Madrid.