LA HABANA, Cuba.- Recuerdo, de mis muy lejanos años de juventud, una simpática anécdota real. Según me contó una de las “advertidas”, un “compañero” encargado por el régimen del bienestar y la seguridad de un grupo de estudiantes latinoamericanas becadas en Cuba, tuvo la peregrina idea de hacerles a sus pupilas una advertencia a modo de alerta: “Si en algún momento las invitan a ir a 11 y 24, es mejor que digan que no”.
Para beneficio de quienes desconocen los pormenores de la vida de aquella época en La Habana, advierto que, en la esquina que forman esas dos calles numeradas del Vedado habanero, se encontraba la que quizás fuera la mayor y mejor “posada” capitalina. Me refiero a uno de esos hotelitos que los castrocomunistas, con su manía de cambiar los nombres, rebautizaron como “albergues INIT” (Instituto Nacional de la Industria Turística). Alquilaban habitaciones por horas, lo que los convertía en espacios adecuados para sostener encuentros amorosos fugaces a un costo asequible.
Ante todo, aclaro que he utilizado el pretérito porque el régimen, incapaz de cumplir (ni de lejos) los demagógicos planes de “construcción de viviendas” anunciados, ha transformado la mayoría de las antiguas posadas en viviendas para marginados. Una familia entera se hacina en el reducido espacio de cada cuartico con baño de los muchos con que cuenta cada uno de esos inmuebles.
Desde luego que el sistema, con todo y la “planificación centralizada”, no se ha ocupado de fabricar más posadas. Cualquiera pensaría que los cerebros desquiciados de los burócratas comunistas, no conciben que los jóvenes (y otros que no lo son tanto) estén interesados en sostener entrevistas sentimentales privadas. Por ende, los cubanos de esta época de “socialismo próspero y sostenible” suelen escenificarlas en algún parque o, si reciben divisas desde el extranjero, en una habitación rentada que tienen que pagar a precio de oro.
Desde luego que la advertencia hecha a las becadas latinoamericanas constituía un verdadero absurdo. Para empezar, su premisa era ridícula: ¿qué sabía “compañero” castrocomunista si la estudiante en cuestión era la primera interesada en encontrarse en privado con un joven de su elección! Además, ¿qué sentido tenía advertirlas sobre “11 y 24”, si en aquella época (ya no) existían otras muchas posadas!…
El 11 de Julio
He recordado esta anécdota real de hace decenios, y la he compartido con los amigos lectores, porque la más reciente actuación del régimen castrocomunista me ha conducido a salvar las distancias con la situación actual de nuestra Isla. Paso a abordar la acendrada vocación represiva, de la cual los mayimbes cubanos dan muestras cada vez más intensas y absurdas.
Como muchos colegas se han encargado de recordar en este mismo diario digital y en otros órganos de la prensa independiente, este jueves fue 11 de julio, aniversario del Gran Alzamiento Nacional Anticomunista de 2021. Con toda justicia, muchos trabajos publicados al respecto recuerdan aquella admirable epopeya. Descuella entre ellos un documentado reportaje que figura en portada aquí mismo en CubaNet. Otros brindan información sobre nuevas acciones represivas vinculadas con la fecha histórica.
Nos hemos enterado, por esa vía, de citaciones y aun detenciones arbitrarias realizadas para conjurar la conmemoración de la efeméride. Han menudeado las amenazas diversas y las advertencias. No han faltado actos de verdadera coacción, como las indicaciones, hechas de modo arbitrario a distintos luchadores prodemocráticos y activistas de derechos humanos: la de no salir de su domicilio hasta el día siguiente.
La desesperación del régimen
En mi opinión, esa actividad alocada y febril de los represores castrocomunistas sólo sirve para poner de manifiesto la desesperación que embarga a la exigua minoría que medra con este sistema monstruoso e insostenible. Basta con que nos detengamos a meditar por un momento en el principio que preside la actividad represiva que han desplegado.
Su enunciado es sencillo: Evitar que haya una conmemoración del 11 de Julio. ¡Pero es que el año tiene 365 días!… ¿De qué les sirve vanagloriarse de haber evitado un desborde de la indignación popular en esa fecha específica!… ¡Si la explosión inesperada, motivada por el hartazgo de la generalidad de los cubanos con la miseria imperante, puede producirse cualquiera de los otros 364 días, y tener como detonante la circunstancia más inesperada!
El autor de la anécdota que recordé al principio de esta crónica no podía, con su ridícula advertencia, evitar que la vida siguiera su curso natural. De manera análoga, los mayimbes castrocomunistas, si persisten en su enfoque panglosiano de considerar que todo es para lo mejor en el mejor de los mundos posibles, ¡tampoco podrán, con sus prevenciones del 11 de julio, evitar que el pueblo cubano vuelva a rugir su hartazgo cuando ellos menos se lo esperen!
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