LA HABANA, Cuba.- Hace pocos días, cuando recorría una de las partes restauradas del Casco Histórico de La Habana Vieja, llamó mi atención que en los sitios donde por lo general siempre había afluencia de extranjeros, ya apenas se ven.
En los principales lugares visitados por los turistas, la Plaza Vieja, la de San Francisco, la de Armas, y la de la Catedral, rodeadas de museos, sitios históricos, y otras atracciones interesantes, solo había unos pocos cubanos.
En un expendio de comidas y bebidas, situado en la esquina de las calles Teniente Rey y Oficios, en horario del mediodía, no había un solo marchante.
La terminal de cruceros, ubicada en el antiguo edificio de la aduana del puerto, está cerrada. Debido a las medidas restrictivas impuestas por el gobierno de los Estados Unidos ya no vienen los viajeros de los cruceros a los que solía vérseles hace unos años recorriendo La Habana Vieja.
El número de ómnibus de turismo, con aire acondicionado y cristales opacos, sirve para medir la presencia de extranjeros por la zona. Habitualmente están parqueados por toda la Avenida del Puerto, pero en mi recorrido no vi ninguno.
En la calle Obispo, donde se ubican múltiples negocios atractivos para los muchos visitantes que habitualmente transitan por dicha vía, para asombro mío, tampoco vi extranjeros.
Los gestores de clientes, en los numerosos restaurantes de Obispo, gritaban sus ofertas, tablilla en mano, con el fin de atraer a posibles parroquianos, pero con resultados escasos.
Lo que no faltan son los indigentes que deambulan por la Habana Vieja pidiendo limosnas; los músicos que luego de tocar y cantar, “pasan el cepillo” (solicitan dinero por sus interpretaciones); las congas de los saltimbanquis en zancos y sus músicos acompañantes; y los múltiples vendedores de pacotillas.
Los vendedores, tanto privados como estatales, realizan sus ofertas en las “dos monedas”, o sea, en divisa o su equivalente en moneda nacional.
Los precios en la Habana Vieja son más altos que en el resto de la ciudad, lo cual afecta a los habitantes del municipio.
Por doquier se ven los carteles de “Compro USD o Euros” (al cambio extraoficial, se sobrentiende).
En la Habana Vieja hay más de 20 hoteles, amén de los residentes de la zona que alquilan habitaciones en sus casas. Pero, aunque cada vez hay menos turistas, siguen construyendo hoteles desde el Paseo del Prado hasta el mar.
Entre las nuevas edificaciones están el Hotel Corona, que fue la fábrica de tabacos Corona; la enorme manzana que contendrá el Pasaje Payret, cuya construcción está detenida por el momento; el gigantesco Hotel Metropólitan, que estará a cargo del consorcio Kempinski; y el otrora edificio de oficinas La Metropolitana, donde estuvo el buffet de Fidel Castro cuando se graduó como abogado.
Uno de los grandes problemas que generan los nuevos hoteles es la escasez de agua, que se arrastra desde la fundación de la villa en el siglo XVI y que será muy difícil de resolver en estos instantes, agravando las condiciones de vida de los residentes en este territorio.
Algunas empresas de aviación han aumentado el número de vuelos a Cuba. Lo que no aumenta es el número de turistas. Por eso, en la recién finalizada Feria de Turismo FIT Cuba, el ministro del ramo casi imploró que vengan turistas e inversiones.
Si ya apenas se ve turistas extranjeros en la Habana Vieja es porque la mayoría de los visitantes que arriban a Cuba ya no vienen a La Habana, sino que se desvían hacia los polos turísticos de Varadero, Cayo Largo y los cayos al norte de Camagüey y Ciego de Ávila. Allí encontrarán lugares de fantasía, bien alejados de nuestra realidad y que cuando regresen a sus países, les harán hablar maravillas de Cuba.
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