Los trumpistas que asaltaron el Capitolio no eran subalternos reclamando inclusión en la comunidad política: eran supremacistas blancos atentando contra la voluntad de una mayoría democrática.
Si aceptamos la existencia del posfascismo como un fenómeno de derechas podríamos decir entonces que, del otro lado, en las izquierdas, lo que hay es populismo.
La gerontocracia política de la democracia norteamericana que domina hoy las elecciones no parece estar dispuesta a mirarse al espejo y reconocer su pecado de origen.