diciembre 3, 2024

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Visto lo visto, ¿quiénes son los que no tienen casa?

Dos Cubas distintas e irreconciliables se adentran en el mes más festivo del año: una ―casi toda― ha comenzado la semana en apagón, mientras la otra se prepara para celebrar el cumpleaños de Sandro Castro.
Sandro Castro / Una postal de La Habana, Cuba
Sandro Castro / Una postal de La Habana (Fotos: sandro_castrox - Instagram / CubaNet)

LA HABANA, Cuba. – Cuba está cerrando el año por todo lo alto: sin electricidad, ni medicinas, ni arroz, ni azúcar, ni una vianda en el agro. En provincias la gente está cocinando con leña y carbón. En La Habana las mipymes tragan más combustible que los boteros para mantener funcionando las plantas eléctricas y reducir las pérdidas al mínimo. En Madrid, Ana de Armas se pone las cutaras y le grita “Bitch!” a una periodista que le echa en cara su complicidad con la dictadura, mientras los cubanos se mueren de hambre y a oscuras en un país que desde hace rato anda al garete. La Unión Eléctrica publica en sus redes sociales una presentación en Power Point para desmenuzarnos ―porque nos creen imbéciles sin remedio― lo que en realidad establece el Decreto 110/2024 sobre los apagones programados de más de 72 horas, pues resulta que la cosa no es tan así. Fuimos nosotros los que entendimos mal la pésima redacción de quienes escribieron el documento, y que jamás han abrigado la intención de acostumbrarnos a cortes prolongados de energía eléctrica. 

Los tanques pensantes que propusieron alternativas ―todas fracasadas― como “siembra tu pedacito”, “cría tu pececito” y “guapea tu comida”, ahora pretenden que las formas de gestión no estatal (revendedores, si hemos de llamarlos por lo que realmente son) produzcan su propia energía y el país se llene de paneles solares en un lapso de tres años. Los actores económicos estatales también tendrán que acogerse a esta modalidad, pero podrán hacerlo con calma, porque el propio Estado planea construir en el desbaratado Acuario Nacional, y mediante un convenio con la empresa italiana Sabor Cubano SRL, un parque acuático de clase mundial en un país donde la gente lleva 60 años cargando agua, y actualmente hay más de 600.000 cubanos que no tienen acceso a ese recurso vital.

Dos Cubas distintas e irreconciliables se adentran en el mes más festivo del año. Una de ellas, que representa casi la totalidad del territorio nacional, ha comenzado la semana en apagón, mientras la otra se prepara para celebrar el cumpleaños del vástago más mediático de la familia Castro.

Sandro Castro ha vuelto a ser noticia gracias a un joven vocero que se presenta en redes sociales como Carluchín Verde, cuyo verdadero nombre es Carlos Rogelio Bolufé, hijo de Rogelio Bolufé, un agente infiltrado de la Seguridad del Estado que hace pocos años llegó a Miami fingiendo ser un opositor a la dictadura cubana. Carluchín anunció que Sandro Castro celebrará su cumpleaños el próximo 5 de diciembre “por todo lo alto” en el bar EFE, un establecimiento ubicado en la céntrica avenida 23 del Vedado habanero. Allí no faltarán la corriente, los tragos ni la comida, porque ese bar es propiedad del nieto de Fidel Castro, según él mismo admitió en una directa que realizó con el objetivo de “aclarar, para que nadie esté confundido, que él está celebrando su cumpleaños con todo su derecho, como un joven revolucionario, en su negocio”.

Al igual que ocurrió cuando se exhibió en plena pandemia conduciendo un Mercedes Benz por la autopista de Varadero, al que describió como “uno de los juguetes que tenemos en casa”, la directa para aclarar el supuesto malentendido no solo ha empeorado la situación, sino que ha desbloqueado un nivel superior de desprecio de la casta gobernante ―tradicional y de nuevo tipo― hacia el pueblo cubano.

Lo primero que llama la atención en su directa es que Sandro Castro admitió públicamente que el bar EFE le pertenece, puntualizando que allí todo ocurre dentro del margen de la legalidad, como si los negocios de la familia Castro pudieran ser sometidos a escrutinio en un país donde la clase empoderada por su abuelo y su tío abuelo están por encima de la Contraloría General de la República.

Sandro Castro, con su Mercedes, su bar, sus recreos en la finca El Patrón, su libertad y su impunidad, se considera a sí mismo como “un joven normal, común y corriente”, aunque esto lo dijo refiriéndose, sin dudas, al marco social y económico donde se mueven los de su clase. La otra normalidad, la de verdad, en la que se amontonan millones de cubanos, le es completamente ajena. Sin embargo, es tan profundo su descaro, que pretende ponerse a la par de un ciudadano regular, de esos que no recuerdan cuándo fue la última vez que celebraron su cumpleaños, o el de sus hijos.

El nieto de Fidel se justificó y encima trató a los cubanos de “confundidos”, como lo hacía su abuelo, con el mismo asqueroso paternalismo que no hace sino acentuar el menosprecio que sienten por todos nosotros. Tuvo, incluso, la tabla de asegurar que su objetivo no era “aclararle nada a esa gente que siembra tanto odio cuando deberíamos estar todos unidos en estos tiempos de dificultades”, como si él, que apareció en el incendio de la Base de Supertanqueros de Matanzas para hacerse una selfi con los blisters de agua en el maletero de su coche, tuviese alguna idea de lo que significa la palabra “dificultad”.

La vida de Sandro Castro y su paje Carluchín transcurre de espaldas a esta Cuba en ruinas. Para ellos la “Revolución” es una reliquia olvidada, que desempolvan y exhiben cuando les conviene. Miguel Díaz-Canel es menos aún, como lo demostró el joven lacayo en su directa de desagravio, donde soltó el “Viva Canel” más anémico de cuantos se han escuchado hasta ahora.

No obstante, Díaz-Canel ya debe estar acostumbrado a los desaires, a las burlas y al sambenito que se ganó el 11 de julio de 2021. Es el pueblo cubano el que no parece notar que lleva una vida de bestia y como tal se le trata. Visto lo visto, y lo que se avecina sin que asomen por ningún lado el coraje y la vergüenza, estamos a dos directas de ser nosotros los singaos.    

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

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Ana León

Anay Remón García. La Habana, 1983. Graduada de Historia del Arte por la Universidad de La Habana. Durante cuatro años fue profesora en la Facultad de Artes y Letras. Trabajó como gestora cultural en dos ediciones consecutivas del Premio Casa Víctor Hugo de la Oficina del Historiador de La Habana. Ha publicado ensayos en las revistas especializadas Temas, Clave y Arte Cubano. Desde 2015 escribe para CubaNet bajo el pseudónimo de Ana León. Desde 2018 el régimen cubano no le permite viajar fuera del país, como represalia por su trabajo periodístico. Su página de Facebook es https://www.facebook.com/analeonperiodista
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