Tom Stoppard, el aclamado dramaturgo checo-británico, autor de Rosencrantz y Guildersten han muerto, The Real Thing y la trilogía La costa de Utopía, falleció este sábado 29 de noviembre a los 88 años en Dorset, Inglaterra.
La muerte del también apreciado guionista –ganó en 1998 un Oscar y un Globo de Oro junto a Marc Norman por Shakespeare in Love, filme que recibió además la estatuilla a la Mejor película– fue confirmada, sin más detalles, por United Agents: “Será recordado por la brillantez y humanidad de sus obras, por su ingenio, su irreverencia, su generosidad de espíritu y su profundo amor por la lengua inglesa”, dijo esa agencia literaria y de talentos.
Stoppard trabajó para la escena y el cine, pero también para la radio y la televisión. Tras Rosencrantz y Guildersten han muerto (1966), cuya trama absurda/existencialista arrastra bajo los focos a dos personajes secundarios del Hamlet de Shakespeare, ganó pronto un privilegiado espacio en el ámbito artístico británico.
A lo largo de su carrera ganó tres Laurence Olivier Awards en el Reino Unido –incluidas las piezas Arcadia(Best New Play; 1981) y Heroes (Best New Comedy; 2006)– y cinco Tony Awards en Estados Unidos –dígase, Rosencrantz…, Travesties, The Real Thing y The Coast of Utopia–, pero no fue hasta su última obra Leopoldstadt, estrenada en 2020, cuando se hizo a la vez con ambos galardones.
En su única incursión como director de cine, la adapatación de su Rosencrantz… –además fue el guionista–, conquistó el León de Oro de Venecia.
También escribió los guiones de filmes memorables como Brazil (1985), de Terry Gilliam, cuyo guion fue también nominado al Oscar; El imperio del sol (1987), de Steven Spielberg; The Russia House, basada en un libro de John LeCarré; Enigma, de Michael Apted, la adaptación de Anna Karenina (2012), dirigida por Joe Wright.
Lord Malquist and Mr Moon (1966) fue la única novela que escribió.
Comandante de la Orden del Imperio Británico desde 1978, Stoppard ingresó seis años antes a la Royal Society of Literature y recibió el Shakespeare Prize al año siguiente; mereció el David Cohen Prize for Literature en 2017. En Estados Unidos, fue indicido al American Theater Hall of Fame en 1999, y recibió el Writers Guild of America Laurel Award for Screenwriting Achievement en 2013
“Pocos escritores teatrales –o literarios, para el caso– han demostrado el deslumbrante talento retórico de Stoppard, ni han sido tan intrépidos a la hora de sondear las profundidades del intelecto en busca de conflicto y drama. […] se ganó la reputación de ser el dramaturgo contemporáneo en lengua inglesa más cerebral, adentrándose en vastos campos de investigación académica –teología, teoría política, la relación entre la mente y el cuerpo, la naturaleza de la creatividad, el propósito del arte– y difundiendo su obra a lo largo de los siglos y los continentes”, se lee este sábado en el obituario de The New York Times.
“Tom Stoppard: un brillante dramaturgo que siempre elevaba la temperatura de la habitación”, tituló a su vez The Guardian, y agregaba: “El autodenominado «checo expulsado» creó obras intelectuales centradas en un núcleo de emociones genuinas, y siempre comprendió el funcionamiento de nuestro mundo”.
Así comenzó su elogio Michael Billington en el diario británico: “Todos los mejores dramaturgos amplían las fronteras del teatro. Beckett y Pinter lo hicieron a su manera. El logro de Tom Stoppard fue tomar temas aparentemente esotéricos –desde la teoría del caos hasta la filosofía moral y el misterio de la conciencia– y convertirlos en dramas ingeniosos, creativos y, a menudo, conmovedores. El teatro, dijo una vez Laurence Olivier, es un gran embellecedor del pensamiento. Stoppard lo confirmó con su capacidad para hacer bailar las ideas”.

