Una exposición en Buenos Aires rinde homenaje a Narcisa Hirsch, artista de culto del cine experimental latinoamericano

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Exposición ‘Narcisa Hirsch. Experimento y poesía’, en el Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires
Exposición ‘Narcisa Hirsch. Experimento y poesía’, en el Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires (FOTO Vía: www.bellasartes.gob.ar)

El aprecio de la obra de Narcisa Hirsch (Berlín, 1928 – San Carlos de Bariloche, 2024), pionera del cine experimental en Argentina, no deja de crecer en su natal Argentina. El Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires inauguró el 16 de julio una muestra suya bajo el título Narcisa Hirsch. Experimento y poesía, que estará a disposición del público hasta el 1 de septiembre próximo. Según la web del MNBA, integran la misma cinco filmes sumados a la colección de la institución en 2019 –cuando Hirsch fue distinguida con el Premio Nacional a la Trayectoria Artística– junto a otros materiales que posibilitan “adentrarse en [su] universo poético”.

Curada por la historiadora del arte Gabriela Naso, Narcisa Hirsch. Experimento y poesía constituye un reconocimiento del lugar prominente de esta creadora, fallecida el 4 de mayo último, en la historia del cine experimental latinoamericano. Específicamente, el homenaje comprende las películas Marabunta (1967), Come Out (1974), Patagonia (1972), Pink Freud (1973) y El Aleph (2005), así como tres dibujos en tinta sobre papel que datan de 1962, fecha en que Hirsch daba sus primeros pasos en la escena artística argentina. También se exhibe un conjunto de otros materiales relacionados con su devenir profesional; a saber, el afiche de la primera muestra individual de Hirsch, sus anotaciones para la realización del filme Rumi (1995-1999), registros fotográficos de la preparación de su memorable performance Marabunta,  que dio origen a la película homónima, etc.

“Con este extraordinario conjunto de obras”, el Museo Nacional de Bellas Artes “rinde tributo a esta gran artista surgida como una voz original en el contexto de la vanguardia artística argentina de los años sesenta, etapa en la que comenzó a desarrollar acciones performáticas y a explorar la potencia del lenguaje audiovisual”, declaró Andrés Duprat, director de la entidad. 

Por su parte, Naso subrayó que se “busca iluminar algunos de los múltiples ejes que atraviesan la vasta producción de Hirsch”. En la muestra se percibe “el registro del arte de acción, la experimentación con los elementos constitutivos del lenguaje cinematográfico, el paisaje patagónico como lugar de pertenencia, la condición social de la mujer y los mecanismos de la memoria, algunas de las ideas que hilvanan el alto poder evocativo de sus obras”, subrayó la curadora.

Complementan esos materiales dos documentales dedicados a su vida y obra: Narcisa (2014), de Daniela Muttis, colaboradora de la artista argentina, y El refugio de Narcisa Heuser (2023), de Rubén Guzmán. El primero de ellos entrega una suerte de retrato de Hirsch a través de la exploración de sus procesos creativos, su trayectoria y las ideas estéticas que motivaron sus creaciones en uno u otro momento… El segundo resulta “un poético testimonio de su vida en el sur [de Argentina]”, según reseña Celina Chatruc en el diario La Nación.

Narcisa Hirsch visitó con su madre la nación sudamericana cuando era todavía una niña, y se instaló allí definitivamente tras la imposibilidad de regresar a Europa a causa del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Sus inicios como artista fueron en los campos del dibujo y la pintura, pero en los años sesenta comenzó a realizar performanceshappenings e intervenciones públicas motivada por el clima creativo de aquellos años, que había decretado la obsolescencia de los soportes bidimensionales en el arte. Fue mediante el registro de estas prácticas efímeras que se adentraría en el universo de las imágenes en movimiento.

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Narcisa Hirsch (Berlín, 1928 - San Carlos de Bariloche, 2024)
Narcisa Hirsch (Berlín, 1928 – San Carlos de Bariloche, 2024) (FOTO Vía: www.bellasartes.gob.ar)

Marabunta, acción emprendida junto a Marie Louise Alemann y Walther Mejía, se consumó “en el foyer del Teatro Coliseo de la ciudad de Buenos Aires, en coincidencia con el estreno de la película Blow-Up, de Michelangelo Antonioni”, reseñan los organizadores de la muestra. Allí, los artistas “construyeron un inmenso esqueleto de yeso, que cubrieron con frutas y sándwiches”; dentro del mismo “dispusieron palomas y cotorras vivas que comenzaron a escapar a medida que el público devoraba los alimentos”. Y esa resultó la primera obra suya con registro fílmico, gracias a la cámara de Raimundo Gleyzer, documentalista vinculado al movimiento del cine político de esos años. De modo que –según la curaduría– esta habría sido la obra que despertó en Hirsch “el interés por la imagen en movimiento”.   

En efecto, los primeros ejercicios experimentales de esta autora estuvieron vinculados al registro de acciones e intervenciones públicas. Sin embargo, estos ya apuntaban a contituirse en obras autónomas dadas la superación de la narrativa tradicional y la entrega del protagonismo expresivo a las cualidades plástica de la imagen. En pocos años las experiencias audiovisuales de Hirsch se hicieron más radicales. Y para los setenta esa forma había adquirido una completa autonomía expresiva y simbólica. Ello resulta evidente en Come Out; la obra –incluida en esta muestra del MNBA– contiene influencias del realizador canadiense Michael Snow, figura central del cine experimental e impulsor del “cine estructural”, un movimiento que reduce al mínimo la narración en favor de una potenciación de la composición y del lenguaje en sí mismo.

De acuerdo con la nota de prensa, Hirsch vio en el MoMA el paradigmático filme de SnowWavelenght (1967), el cual marcaría su trabajo y el de sus colegas Marie-Louise Alemann, Claudio Caldini, Horacio Vallereggio, Juan Villola y Juan José Mugni, nucleados todos, en los años de la dictadura, alrededor del Instituto Goethe. La autora de El Aleph trabajó con soportes disímiles (16mm, el súper 8, video); exploró formatos (el epistolar, el diario, el cine documental y de paisajes); utilizó los principios del psicodrama, y se apropió de los esquemas del minimalismo. 

En rigor, Hirsch emprendió múltiples ensayos estilísticos durante su trayecto, y labró así una obra sumamente particular. Su interés en auscultar la subjetividad, la memoria, los afectos, el cuerpo o la feminidad siempre estuvo vinculado a una indagación del propio yo.

Entre los filmes incluidos en Narcisa Hirsch. Experimento y poesía, vale también destacar Patagonia, que llama la atención sobre la importancia de esa región en la filmografía de esta creadora. “En las obras que filmó [allí], la naturaleza aparece como una vía de conexión con lo trascendente y como un lazo atemporal con los paisajes de su infancia en las montañas europeas”, señalan los organizadores. 

En tanto, Pink Freud muestra cómo “cientos de bebés de plástico inundan la habitación donde duerme una mujer, mientras un hombre los ordena y clasifica”. Tales imágenes advierten otro eje temático esencial en el quehacer de la artista: “[la] puesta en cuestión de los condicionantes que rigen la vida de las mujeres”.

Además de los títulos mencionado, Hirsch es autora de Canciones napolitanas (1974), Taller (1975), Testamento y vida interior (1976), Homecoming (1978), Ama-Zona (1983), Ana, ¿dónde estás? (1987), A-Dios (1989), La pasión (1992), El mito de Narciso (2011), entre otros. 

En sus últimos años de vida alcanzó a ver cómo aumentaba el interés por su trabajo. La fundación de la Filmoteca Narcisa Hirsch, encabezada por Daniela Muttis y Tomas Rauntenstrauch, dio inicio en 2019 a una ardua labor de preservación y difusión de su patrimonio. Un año antes había recibido el notorio Premio Konex de Platino en el apartado de Arte y Tecnología. Y recientemente varias instituciones y festivales han organizado retrospectivas de su catálogo. En 2020, el Museo Reina Sofía acogió la exposición Entre el cuerpo y lo eterno. El cine de Narcisa Hirsch, comisariada por Cecilia Barrionuevo en colaboración con la propia artista, y, en enero de este año, el MoMA auspició un recorrido por su producción bajo el convencimiento de la importancia de mantener vivo su nombre y su legado.

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