Marcel Ophüls, cineasta nacido en Alemania, quien viviría la mayor parte de su vida en Estados Unidos y, sobre todo, en Francia, murió este fin de semana a los 91 años, según informó su nieto sin más detalles. Su legado –más allá del Oscar que ganaría más tarde– se funda en un documental, La tristeza y la piedad, que vino a quebrar en el año 1969 la narrativa oficial, el mito colectivo sobre una amplia resistencia francesa contra la ocupación nazi y el Régimen de Vichy.
El filme –encargado por la televisión pública– se estrenó en el modesto cine estudio de Saint Séverin, en París, gracias a la intervención de François Truffaut, pero no llegó a los telerreceptores hasta 12 años después (aunque sí se exhibió en otras salas).
Fue en 1981 cuando la mayoría de los franceses tuvieron acceso a la crónica en retrospectiva de los días de la ocupación, entre 1940 y 1944, en una ciudad industrial de provincias, Clermont-Ferrand; un relato que priorizaba los testimonios de gente común y que desarmaba el discurso impulsado en la posguerra por el gobierno De Gaulle acerca de una resistencia mayoritaria, abierta o secretamente, contra el poder alemán y sus adláteres locales.
Durante más de cuatro horas, Ophüls –junto a André Harris y Alain de Sédouy– entrevista a comerciantes, agricultores (dos hermanos que lucharon en la resistencia), abogados, maestros, empresarios…
Lo impactante es que muchos de ellos simplemente intentaron adaptarse a las circunstancias: abdicaron a su fe y sus orígenes judíos o miraron hacia otro lado ante casos de persecución de colegas o bien siguieron, sin tomar riesgo alguno, con su vida… Un exjefe de la guarnición nazi de Clermont-Ferrand aparece ahí para rememorar la quietud y la disposición a colaborar de muchos de los ciudadanos de la zona, lo que contrastaba con su experiencia anterior en el frente ruso.
El filme utiliza metraje de noticiarios y muestra a las grandes figuras del poder: al propio Adolf Hitler en París, y al mariscal Henri-Philippe Pétain, jefe del Estado antisemita y colaboracionista conocido como Régimen de Vichy, junto a su mano derecha, Pierre Laval, primer ministro. Hay también entrevistas a varias personalidades célebres que permiten reproducir el paisaje más amplio de aquel periodo histórico.
Pero lo que supuso un golpe en la conciencia colectiva, lo que en principio escandalizó hasta el punto de la censura, fue sin dudas la perspectiva de los ciudadanos comunes, las verdades exhumadas en sus testimonios.
Marcel Ophüls –hijo del gran cineasta judío Max Ophüls y de la actriz Hilde Wall– fue nominado al Oscar por La tristeza y la piedad, pero no ganaría ese premio en la categoría de largometraje documental hasta después del estreno de Hotel Terminus: The Life and Times of Klaus Barbie (1988), sobre la figura ominosa del celebérrimo “carnicero de Lyon”.
Otros títulos suyos son Múnich, o la paz en nuestro tiempo (1967), sobre el histórico acuerdo que entregó los Sudestes a Hitler; La cosecha de My Lai (1970), acerca de la masacre de civiles por soldados estadounidenses; Una sensación de pérdida (1972), en torno al conflicto en Irlanda del Norte; La memoria de la justicia, presentado en Cannes en 1976, donde examina a la distancia los juicios de Nuremberg; Días de noviembre (1990), Verdades desagradables, o Ain’t Misbehavin / Un voyageur, de carácter autobiográfico.
Acerca de su obra maestra diría Ophüls a The Guardian en 2004: “No pretende enjuiciar a los franceses. ¿Quién puede decir que su nación se habría comportado mejor en las mismas circunstancias?”.
Y en otra parte: “No podemos creer que el cine es una herramienta pedagógica”, dijo. “Incluso esa idea tan extendida de que La tristeza y la piedad ha cambiado el punto de vista de Francia y de los franceses sobre su propia historia, en mi opinión, es propaganda”.