LA HABANA, Cuba.- El filósofo y ensayista marxista español Santiago Alba Rico, que gusta definirse como “un agitador político literario”, escribe obsesivos ensayos contra el consumismo, al que considera “insostenible, autodestructivo y suicida”.
En 1991 se mudó de Madrid a Egipto y luego a Túnez, donde reside actualmente. Dice sentirse más cómodo en el mundo islámico, que califica de “amistoso y acogedor”, que en Europa, que describe como “un continente muerto”.
El ensayista madrileño, que colaboraba en La Jiribilla y La Calle del Medio, viajaba a Cuba con frecuencia. Pero en cada viaje, al observar el desgaste de la revolución de Fidel Castro, se iba bastante deprimido. No obstante, se negaba a aceptar que el socialismo cubano fuera un modelo obsoleto y caduco.
Advertía Alba Rico de los peligros de la desconexión con los jóvenes, los efectos del turismo y la doble economía, “el acceso jerarquizado y desigual al consumo y la inevitable penetración de valores a contrapelo de la revolución”.
Confesaba Alba Rico que le inquietaba haber escuchado a algunos cubanos que “hablaban como si lo único que le faltara a Cuba para ser realmente socialista fuese el capitalismo”.
No comprendió que lo que falta a los cubanos, más que mayor o menor dosis de capitalismo o socialismo, es libertad.
Si de capitalismo se trata, si Alba Rico diera un paseo por los barrios exclusivos del oeste de La Habana, descubriría que la elite castrista es mucho más ostentosa y consumista que los nuevos ricos que dicen combatir en aras de la pureza ética e ideológica de la revolución.
Los cubanos, en medio de sus carencias y precisamente a causa de ellas, idealizan la sociedad de consumo y aspiran, sin ninguna posibilidad razonable de conseguirlo, a niveles de vida del Primer Mundo. Añoran lo que no tienen, aprendieron a acaparar todo lo que mañana puede escasear, aprendieron el robo y el mercadeo como modos de sobrevivir.
Para espanto de Santiago Alba, en las últimas décadas, en vez de alcanzar la virtud su máximo esplendor en medio de tanta penitencia purificadora, aumentaron los corruptos y los ladrones.
Alba Rico, advertido de lo difícil que es luchar contra “el anti-puritanismo, la tolerancia y las libertades engañosas del capitalismo”, no se cansaba de aconsejar a los cubanos resistir a cualquier costo “las tentaciones caníbales de la sociedad de consumo”.
Pero a juzgar por su artículo del pasado 14 de agosto “Izquierda y democracia”, Alba Rico, que una vez afirmó que “el futuro político de la humanidad se decidía en América Latina”, finalmente se ha decepcionado de los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, por su complicidad con el descarado robo de las elecciones del 28 de julio por parte de Nicolás Maduro y sus secuaces.
El ensayista, que se ilusionó con el chavismo en sus primeros años, explica que se convenció del carácter antidemocrático y dictatorial del régimen bolivariano en 2015, cuando la oposición ganó las elecciones legislativas y Maduro inhabilitó al parlamento electo.
Para Alba Rico es muy difícil creer en el antimperialismo de gobiernos que se hacen cómplices de la agresión de Vladimir Putin contra Ucrania, que es una guerra imperialista de agresión de libro de texto, como lo fue también la intervención rusa en Siria para apuntalar a la sanguinaria tiranía de Bachar Al-Assad.
Así, ciertos grupos con su relativismo hipócrita, condenan las muertes de civiles en Gaza y exigen castigos contra Israel, pero callan respecto a los bombardeos rusos a las ciudades ucranianas, y las atrocidades de Hamas, Hezbollah, Yihad Islámica y otros proxis terroristas del régimen de los ayatolas iraníes.
Con tal de ir en contra de los Estados Unidos, los socialistas que han terminado por decepcionar a Alba Rico se siguen sumando a causas perversas, al dejar, a cambio de su apoyo, que sean las nada progresistas Rusia de Putin y el Irán de los ayatolas quienes fijen sus posiciones en política internacional.
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