LA HABANA, Cuba. – Todo el oriente cubano en apagón y el resto del país en alumbrones. No es un evento excepcional, llevamos años en esta agonía y, lo que es mucho peor, con la certeza de que no solo continuará el deterioro del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) sino de que hay una indiscutible relación entre la desfachatez con que Lis Cuesta se va de viaje a exhibir la pacotilla y lujos que rinden su papel de “no primera dama” y unos cortes de electricidad que se han convertido en negociazo redondo para las empresas de envíos a Cuba (todas, absolutamente todas conectadísimas con el régimen) y para la cadena de importación y venta dominada de principio a fin por los militares-empresarios.
Pero lo peor no es ni siquiera el apagón persistente y la relación que guarde con esa “estrategia de mercado” que resulta de la supuesta “escasez de combustibles” y el “cerco imperial” (que, curiosamente, no impide la importación de centenares de plantas eléctricas desde Estados Unidos y de cientos de miles de kilogramos de alimentos todos los años) sino que la gente se ha ido adaptando a que así de triste, hambrienta y apagada es la “normalidad” en Cuba, y entonces las metas de “prosperidad” personal y colectiva de quienes no logran huir no pasa a ser el presionar a la dictadura por cambios políticos (o al menos económicos), sino distribuir equitativamente la miseria (habiendo asumido la “normalidad” de que la riqueza es privilegio exclusivo de una élite) o, mientras tanto, buscar el modo de comprar una planta eléctrica o al menos un ventilador recargable (que también, por lo que implica, es un modo de aceptar lo miserable como “normalidad”).
Con eso (con que todos suframos el apagón por igual o con hacerse de una plantita) se conformaría una mayoría de “adaptados”, así como se conformaron hasta ayer con que se cumpliera estrictamente el absurdo “programa de rotación de bloques” (en La Habana) o con que, como por “empatía” o “venganza”, le quiten la corriente a los habaneros tal como lo hacen con las provincias donde, normalmente, los cortes duran más de 20 horas.
Es una perversidad contagiosa que se ha instalado en nosotros como consecuencia de tantos años atorados como masa moldeable en la horma del castrismo. Ya no buscamos el modo de estar con esfuerzo legítimo como el que mejor está, sino que nos limitamos a pedir o desear que este sufra como nosotros lo hacemos, y posiblemente de esa “deformación” nazcan nuestras otras “exigencias” bajo la forma de las peores bajezas humanas.
En esa trampa bestializante en las que nos ha metido el castrismo, nuestras exigencias al Gobierno se han ido simplificando, y hasta desapareciendo, al mismo tiempo que las demandas se han transformado en otras cosas que no lo son: en envidias entre vecinos, en delaciones que las tienen como trasfondo, en rencillas entre regiones y zonas “privilegiadas” y “desfavorecidas”, teniendo en cuenta que en la situación que estamos un “privilegio” sería estar sin luz solo cuatro o seis horas en una jornada.
El régimen, que nos prefiere así de enfrentados entre nosotros mismos, usa esa “adaptación” y esa perversidad a su favor, y como que va más convencido de que ya lo peor de las rebeliones populares pasó aquel 11 de julio de 2021 y que ahora hasta pueden irse de viaje-vacaciones mientras el país lo dejan totalmente apagado para iluminarlo solo al regreso; a fin de cuentas las mascotas no necesitan demasiada luz para hacer lo que hacen cuando quedan solos: esperar echados en un rincón por el regreso del amo.
No sé si pueda ser posible comprobar con datos y cifras que las ventas de plantas se multiplicarán por dos, por tres, incluso por diez en los próximos días, así como del combustible (a precio de mercado informal) para alimentarlas, pero es una certeza de que hoy apagón es igual a bolsillos llenos de unos pocos “habilidosos”, y ya sabemos lo que pasa con aquello que rinde tales ganancias, así que tendremos apagones por mucho tiempo.
Sin dudas, después de esta otra “contingencia energética” habrá varios miles en Cuba pensando en cómo hacerse con una planta eléctrica (a la espera del próximo blackout), con un panel solar, o al menos con una linterna recargable, y eso indudablemente favorecerá a quienes saben sacarle provecho a la miseria cubana, a la genial “improductividad” y al bendito “bloqueo” que tantos dólares generan, entre complicidades y lástimas, en beneficio de los mismos degenerados.
También habrá otros miles que, no pudiendo comprar ni siquiera una vela para alumbrarse, pero aliviados con la idea de que la Revolución se hizo para que “todos seamos iguales” (pero en la miseria), se conformarán con asegurarse por todos los medios a su alcance que, como en la suya, también haya oscuridad y hambre en la casa del vecino.