LA HABANA, Cuba. – El lunes 8 de septiembre comenzó en todo el país la discusión del anteproyecto de Código del Trabajo. El documento se discute en todos los colectivos laborales, tanto en las entidades estatales como en las de gestión no estatal (mipymes, cooperativas no agropecuarias y trabajadores por cuenta propia).
La propaganda gubernamental ha armado un gran conciliábulo en torno a la discusión de este anteproyecto. Se ha dicho, con bombo y platillo, que los trabajadores tendrán plena libertad para expresar sus opiniones en estas asambleas; que los planteamientos no se someterán a votación, sino que se recogerán tal y como sean dichos en la reunión. Incluso, se ha brindado un correo electrónico para que cualquier trabajador “eleve” sus opiniones más allá del colectivo laboral al que pertenezca. Al parecer, las autoridades desean saber lo que piensan sus trabajadores. Aunque, claro está, una cosa es querer saber lo que se opina, y otra bien distinta es atender a esos planteamientos, o dar respuesta cabal a las inquietudes obreras.
Este tipo de “democracia participativa” ya fue aplicada por el castrismo durante los debates de la Constitución de la República en 2019, y después en las discusiones del Código de las Familias, y en realidad para todos quedó claro que no hubo tal democracia. En esos procesos emergieron muchas ideas interesantes que no trascendieron los estrechos marcos de las reuniones donde fueron expuestas. O sea, que se trató de procesos asamblearios donde la gran ausente fue la democracia verdadera.
Ahora la jerarquía castrista lo tiene todo preparado para que se repitan esas pequeñas reuniones, algo así como pequeños compartimentos en los que quedarán lo que salga a colación, sin que los planteamientos trasciendan poco más allá de cada reunión.
Es decir, que si en determinado colectivo obrero surge la propuesta, por ejemplo, de que se permita la creación de sindicatos independientes, al margen de la oficial Central de Trabajadores de Cuba (CTC), es muy probable que esa propuesta se quede en los marcos de esa reunión, y nadie más se entere de que esa fue la sugerencia de un trabajador cubano, del mismo que, según la propaganda castrista, tiene todo el derecho de expresar sus ideas.
Evidentemente, esta forma de participación de los trabajadores, como antes fue de toda la población, en un asunto de su total incumbencia, se diferencia de lo que sucede en las democracias verdaderas en las que, incluso, los planteamientos que no cuentan con el visto bueno de las autoridades, van a los medios de difusión masiva, en especial de la televisión, para que puedan ser del conocimiento de toda la población.
En consecuencia, las instancias involucradas en la discusión de este anteproyecto ―la nueva directiva de la CTC encabezada por Osnay Miguel Colina, y el nuevo ministro de Trabajo y Seguridad Social, Jesús Otamendiz―, solo incorporarán al documento las modificaciones o adiciones que convengan al régimen y, como siempre, descartarán el planteamiento que haya surgido en un determinado colectivo obrero y que no se adapte a los intereses del Partido Comunista de Cuba, único, gobernante.
Como colofón, el anteproyecto, ya libre de todas las “impurezas” que contradigan o molesten a las autoridades, será llevado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde ―¿quién lo duda?― será aprobado por los obedientes diputados.
Esa es la “democracia” que tendrán los trabajadores cubanos para dar a conocer sus opiniones e inquietudes acerca de algo tan importante para ellos como el nuevo Código de Trabajo.