MIAMI, Estados Unidos. – La música de Jorge Anckermann, nacido el 22 de marzo de 1877 en el barrio de Santo Ángel, La Habana, sigue resonando como un eco de la esencia cubana, aun 140 años después de su nacimiento. Con una carrera que lo llevó a ser reconocido como un prolífico compositor musical, Anckermann dejó un legado de más de 500 partituras que abarcan géneros como boleros, rumbas, claves, pregones, criollas, guajiras, danzones y danzas.
Desde muy joven, el artista se sumergió en el mundo de la música bajo la tutela de su padre, Carlos Anckermann, un destacado violinista, clarinetista y pedagogo mallorquín. A los 10 años, ya formaba parte de un trío y, a los 15, asumió la dirección musical de la compañía cómica Narciso López, con la cual realizó giras por México, país donde se consolidó como un promotor del danzón y contribuyó significativamente al éxito de los comediantes cubanos.
Su primera obra teatral, La gran rumba, compuesta a los 17 años, fue considerada por el musicólogo Eduardo Robreño como la primera partitura escrita para el teatro cómico con música totalmente cubana. Esta pieza, una parodia de la revista española La Gran Vía, se estrenó en el Teatro Tacón de La Habana y marcó el inicio de una prolífica carrera en la composición musical para teatro.
Anckermann también fue pionero en la creación del género guajira en Cuba con su composición Ni loros, ni gallos, estrenada en septiembre de 1899 en el Teatro Lara. Esta guajira capturó inmediatamente la aclamación del público y estableció a Anckermann como un compositor destacado en la escena musical habanera.
En 1909, Anckermann se alzó con el primer premio en un concurso convocado por el Ayuntamiento de La Habana con su obra Aires cubanos. Su talento y renombre lo llevaron a asumir la dirección musical del Teatro Alhambra en 1911, posición que mantuvo hasta el cierre del coliseo en 1935. Durante su gestión, enriqueció la escena musical con obras como La casita criolla, estrenada en julio de 1912, que introdujo el tango-congo, un género que gozó de gran popularidad.
La orquesta del Alhambra, bajo la batuta de Anckermann, fue elogiada por su sonoridad, comparable a la de una sinfonía, según Robreño. Anckermann destacó no solo por sus composiciones originales, sino también por sus transcripciones de obras de trovadores populares que no sabían escribir música, como Manuel Corona, Eusebio Delfín y Sindo Garay.
Una de sus obras más exitosas, La isla de las cotorras, con música de Anckermann y libreto de Federico Villoch, se estrenó el 28 de febrero de 1923 y dejó una huella indeleble en el teatro musical cubano. Esta obra fue revivida en 1962 y formó parte del documental Cuentos del Alhambra de 1963, que rindió homenaje a varias figuras del célebre teatro.
Jorge Anckermann falleció en La Habana el 3 de febrero de 1941, hace ya 83 años.
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