La trigésimo séptima edición del Festival Internacional de Documentales de Ámsterdam (IDFA) pondrá sus reflectores sobre Cuba. El evento holandés pondrá a disposición de sus espectadores –del 14 al 24 de noviembre de este año– un programa especial que incluye una retrospectiva de la realizadora cubana Sara Gómez y una muestra de películas dirigidas por estudiantes de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños (EICTV). Según los organizadores, un total de diecinueve títulos, bajo el rótulo “Spotlight on Cuba”, convidan “al público y la industria a revisar la compleja historia política [de la isla]”.
Las películas entregan percepciones de Cuba como utopía y distopía revolucionarias, se apunta en la página web del festival. Ciertamente, los filmes de Sara Gómez –realizados en las primeras dos décadas de la Revolución– dejan ver el empeño en construir un nuevo país, los mecanismos de transformación social impulsados por el poder, así como el pensamiento que acompañó ese proceso. En tanto, los documentales de los egresados de la EICTV –consumados durante este siglo– transparentan la debacle económica y existencial que sobrevino bajo las políticas revolucionarias.
Este 2024 se cumplen cincuenta años del fallecimiento de la directora de De cierta manera. Por tanto, la retrospectiva es organizada en un momento sumamente oportuno para insistir en los valores cinematográficos e históricos de su legado, que conforman cintas esculpidas a partir de los criterios más vanguardistas de la época, motivadas por un pensamiento iconoclasta que, incluso en el contexto de la propia Revolución, resultaba transgresor, disidente a ratos. La selección de películas de la EICTV, entre tanto, evidencia cómo han sobrevivido en el cine cubano esos principios de indagación social y antropológica que regían el quehacer de Sara Gómez. Estos filmes recientes patentan, como aquellos, un franco interés en el individuo sitiado por la Historia. Asimismo, el conjunto de documentales de la EICTV –tal como se explica en la introducción del programa– “ofrece una visión de las formas en que estos estudiantes ejercieron la libertad artística en una de las escuelas de cine más distinguidas del mundo”.
Sara Gómez vuelve al festival de Ámsterdam tras la cita de 2023, cuando su nombre fue incluido en un programa titulado “Focus: 16 Worlds on 16”, que repasaba el impacto de la película de 16mm en el ámbito de la creación documental. En esa ocasión se proyectó En la otra isla (1968), filme cuyo uso de la encuesta como eje estructurador fue posible, en no poca medida, gracias a las facilidades de registro abiertas por el formato de 16mm. A dicho formato se deben, además, muchas de las singularidades visuales de los documentales de la realizadora cubana, que supo manejar en tal sentido las cualidades matéricas de la película; un aspecto que se podrá constatar nuevamente en esta retrospectiva de “Spotlight on Cuba”.
El evento holandés proyectará este año, específicamente, los documentales Iré a Santiago (1964), Guanabacoa: Crónicas de mi familia (1966), Y… tenemos sabor (1967), Una isla para Miguel (1968), Isla del tesoro (1969), De bateyes (1971), Mi aporte (1972) y Sobre horas extras y trabajo voluntario (1973). También exhibirá De cierta manera (1974), el único largometraje de ficción de la autora, que permaneció por décadas como la única película de ficción larga realizada por una mujer en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).
La selección compendia todas las preocupaciones temáticas y estéticas Sara Gómez. En Iré a Santiago e Y… tenemos sabor, por ejemplo, es visible su atención a la cultura popular. En Guanabacoa: Crónicas de mi familia se advierte su interés en pensar el lugar de los negros y del racismo en la sociedad revolucionaria. Mi aporte evidencia su preocupación por el machismo y, más que todo, por la inserción de la mujer en las dinámicas reformadoras de la Revolución. En Una isla para Miguel e Isla del tesoro se aprecia su ansiedad ante las estrategias de reeducación de la juventud emprendidas por el gobierno. De bateyes, Sobre horas extras y trabajo voluntario, y varios de los ya mencionados, muestran su avidez por discutir el rol del trabajo en la construcción de la sociedad y el hombre socialistas.
En todos estos documentales y, sobre todo, en De cierta manera –su más ambicioso proyecto cinematográfico– se detecta el aspecto que quizás hace más atractiva a Sara Gómez para la contemporaneidad: su cuestionamiento de la eficacia de los métodos educacionales y laborales implementados por la Revolución para moldear a los individuos a la medida de una sociedad socialista. En tal sentido esta realizadora se ocupó en todas estas películas de aprehender el impacto subjetivo del iluminismo propio del poder revolucionario en personas marginalizadas por motivos de género, raza o clase social.
El compendio de filmes producidos por egresados de la EICTV incluye obras de autores de diferentes nacionalidades, con el valor añadido de mostrar a Cuba desde la mirada de autores que no nacieron en la isla. Varios de estos materiales integraron ya una muestra diseñada por IDFA en el año 2020 con el objetivo de reconocer el trabajo de la EICTV. De Cuba están presentes en esta ocasión: Diana Montero (Abecé, 2013), Alejandro Alonso (La despedida, 2014), Rafael Ramírez (Indicios, del inscrito, 2017), y Luis Alejandro Yero(Los viejos heraldos, 2018); de Brasil: Marcos Pimentel (Isla, 2004), Matias Aldemar (El enemigo, 2014), Lillah Halla (Si no puedo bailar, esta no es mi revolución, 2014), y Otávio Almeida (Los niños lobo, 2020); de Puerto Rico: María del Mar Rosario (La Bonita, 2018), y de Irán: Roya Eshraghi Safaifard (El árbol, 2015).
Los cuatro directores cubanos constituyen voces notables/representativas de la movida independiente del cine cubano. Aunque Diana Montero falleció joven, su trabajo permanece como un referente insoslayable por su agudeza perceptiva. Abecé ausculta con delicadeza e inteligencia el cosmos de una niña de doce años que, en el entorno rural de la Sierra Maestra, enfrenta la maternidad y el matrimonio en condiciones de desamparo social. Mientras tanto, en La despedida, Alejandro Alonso se ocupa de la vejez, y registra el cuerpo de un anciano que reside en los alrededores de la mina donde trabajó toda su vida. La documentación de este señor y sus circunstancias cuece una meditación sobre la fragilidad de la memoria y el desamparo a que es sometido el individuo por la Historia.
De igual forma, Luis Alejandro Yero se muestra interesado en la vejez y la vida en un entorno rural. Su documental testimonia los días de una pareja de ancianos igualmente asentada en las periferias de la Sierra Maestra. Ambos personajes alternan entre sus tareas cotidianas y la atención a noticias sobre la constitución de una nueva Asamblea Nacional del Poder Popular en el país. Las imágenes fugaces que pasan por la pantalla del televisor, en contraste con el día a día de los personajes, remarcan también el olvido histórico a que son relegados estos individuos que, alguna dvez, vivieron la promesa de la emancipación revolucionaria.
Rafael Ramírez es quizás el imaginario creador más experimental del cine independiente cubano; es un autor inscrito en la tradición del cine de vanguardia, sumamente interesado por la materialidad de las imágenes. En Indicios, del inscrito dialoga con el poema homónimo de José Kozer, uno de los grandes poetas cubanos de las últimas décadas, residente en el exilio. El realizador convierte la voz evocativa que en el poema recupera pasajes de una memoria personal en sustancia de la imagen fílmica.

Los directores de otras nacionalidades entregan películas interesadas igualmente en testificar el estado social y humano del país. Sus obras participan de temáticas caras a los cineastas contemporáneos cubanos. Por ejemplo, Los niños lobo se adentra en los terrenos de la memoria histórica, uno especialmente atendido por el documental cubano independiente. Otávio Almeida mira en específico hacia la guerra de Angola, pero no interesado en desbrozar la participación insular en esa contienda bélica, sino en pulsar sus repercusiones en el presente, en meditar acerca de su herencia a través de los hijos de los veteranos.
En su mayoría, estas cintas se distinguen por convertir el espacio físico registrado en metáfora del universo afectivo y material de las personas. Es el caso de Isla, una suerte de sinfonía urbana que acumula fragmentos de una ciudad y su gente, como si dibujara el mapa de un tiempo histórico. De manera similar, El enemigo se adentra en las dinámicas de un grupo de control del mosquito Aedes aegypti para dar cuenta de la precariedad en que viven los ciudadanos. A su vez, Lillah Halla consuma en Si no puedo bailar, esta no es mi revolución una alegoría acerca de la supervivencia espiritual del cubano en medio de la crisis vivida en el archipiélago.
María del Mar Rosario y Roya Eshraghi Safaifard son las únicas que no enfocan directamente el peso de la Revolución en el presente de los individuos. Sin embargo, sus documentales discuten asuntos vinculados al acervo temático del cine cubano reciente. La Bonita reflexiona sobre las presiones que la sociedad contemporánea ejerce sobre las mujeres, forzándolas a cumplir con determinados patrones de belleza. A partir de una fotografía sumamente física, que mira el cuerpo femenino como una geografía cultural, la película captura ciertas dinámicas de intervención corporal emprendidas por las mujeres para cumplir con los estándares dictados por una sociedad machista. En El árbol, su directora se observa a sí misma para profundizar en la identidad y el desarraigo. Justamente un árbol, que crece a duras penas entre las ruinas del quinto piso de un edificio abandonado, sirve para trazar una parábola sobre el sentido del hogar, la separación y los vínculos familiares sostenidos desde la distancia.