julio 16, 2025

Si son suyos, lléveselos para su casa

A los deambulantes podrían incluso llevarlos a los hoteles, que están vacíos y pertenecen a los nacionales, en especial los de Varadero, donde todo lo que se recauda es para el pueblo.
Díaz-Canel, Cuba, deambulantes
Deambulante duerme en banco de la calle. (Foto: CubaNet)

LA HABANA, Cuba.- La renuncia de la exministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, tras su deplorable intervención en la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), ha fortalecido la teoría conspirativa de que su “explote” fue preparado de antemano con el propósito de que Díaz-Canel limpie un poco su imagen pública al rechazar las declaraciones de la funcionaria sobre mendigos y deambulantes.

Después de décadas de engaño y manipulación, algunos cubanos se han vuelto tan paranoicos que no creen que quienes mal gobiernan la isla, confiados en la impunidad que detentan, puedan equivocarse genuina y olímpicamente. De igual modo creen que mejorar la imagen de un dictador disfrazado de gobernante democráticamente electo, es posible; pero la mugre de Díaz-Canel va más allá de cualquier agente limpiador que se le pueda ocurrir a usted, querido lector. Por muy nublado que los cubanos tengamos el juicio a causa de tantas privaciones, no olvidaremos jamás que Díaz-Canel hundió al país en una guerra civil relámpago, ni que las políticas implementadas bajo su mandato han multiplicado tanto la pobreza, que osan criminalizarla por no ser capaces de ocultarla.

Decir que la destitución de la ministra es parte de un guion para que el mandatario pose como protector de los vulnerables, es darle demasiado crédito a un régimen de continuidad que vive disparándose en el pie. Si querían armar una puesta en escena, el momento perfecto era la sesión de la ANPP. Una mano alzada entre el auditorio, una voz que se atreviera a rechazar, en cara de la propia ministra, sus palabras tan hirientes, hubiera sido una muestra —timorata, pero real— de discrepancia, de sensibilidad humana, de que a los más de cuatrocientos muertos vivientes que componen el parlamento se les sube, de vez en cuando, la poca vergüenza que tienen y se atreven a cuestionar lo que, a todas luces, es una falta de respeto al pueblo cubano y a la memoria de José Martí, que echó su suerte con los pobres de la tierra, y sobre cuyo pensamiento humanista se dice haber construido la Revolución.

Díaz-Canel no tuvo más remedio que comparecer para intentar aplacar la indignación. Lo hizo con el afectado patetismo de siempre, con palabras no menos cínicas, aunque en cierto sentido tiene razón: son los deambulantes —léase indigentes— de su gobierno, que han aumentado a la par de las reuniones donde se discuten las estrategias para reimpulsar la economía. Son los despojados por la tarea ordenamiento, la corrección de distorsiones, la bancarización, la dolarización y cuanto estúpido plan se les ha ocurrido.

Es una pena que tal sentido de pertenencia no sea suficiente para llevárselos a su casa, donde de seguro caben diez o veinte, y repartir dos a cada uno de los diputados a la asamblea, todos en condiciones de proveerles techo, aseo, alimentos, medicinas y ropa, hasta que se les encuentre una ubicación digna, porque a Díaz-Canel le faltó decir que el gobierno no tiene dónde meter a los miles de deambulantes que tan esmeradamente ha cultivado. Podrían incluso llevarlos a los hoteles, que están vacíos y pertenecen a los nacionales, en especial los de Varadero, donde todo lo que se recauda es para el pueblo. Como no se está recaudando nada porque los turistas no quieren venir a Cuba, lo decente sería destinarlos, al menos temporalmente, a sus muy necesitados y legítimos dueños, que durante años han dormido en portales y bancos de parque, ignorando que los inmuebles administrados por Meliá, Iberostar y otros son, en realidad, suyos.

Díaz-Canel no emergerá victorioso del escándalo provocado por Marta Elena Feitó. Los vulnerables lo son, precisamente, porque han quedado abandonados a su suerte. El socialismo en construcción los dejó tan atrás que ni siquiera sabe cómo definirlos; por eso la ministra se enredó, porque no hay eufemismo que pueda maquillar la miseria rampante que se exhibe en las calles de cualquier provincia de Cuba, empezando por La Habana.

Atrás han quedado los jubilados y pensionados, los veteranos de las guerras en Angola y Etiopía, que deberían estar viviendo a expensas de la familia Castro-Soto del Valle, toda vez que fue el líder máximo quien los envió a esos parajes para ser mutilados física y psicológicamente. Atrás siguen quedando los cubanos ingresados en hospitales donde no hay medicamentos ni insumos, los que duermen en edificios inhabitables rezando para que el techo no se desplome sobre ellos. Atrás quedaron la niña Alejandra, de siete años, y sus padres, sepultados por un derrumbe hace una semana. Atrás los pacientes psiquiátricos muertos por desnutrición en las instituciones del Estado, los once bebés muertos por una infección bacteriana en el hospital materno Hijas de Galicia, los que se empujan la gandofia que sirven en los pocos comedores del Sistema de Atención a la Familia que sobrevivieron a los recortes estatales y no dan abasto para ofrecerle un bocado a tanta gente con hambre. Atrás ha quedado la Cuba que no son Díaz-Canel y su claque, la que no ve ninguno de ellos porque les causa repugnancia y pavor. Cargo de conciencia no, porque para eso es necesario, primero, tener conciencia.

No hubo paripé. Lo de Marta Elena Feitó fue una colosal metedura de pata que ha dejado a su propio hijo en riesgo de ser deportado, porque en medio de la polvareda levantada por sus declaraciones se ha sabido que Alejandro Fernández Feitó llegó con parole a Estados Unidos en 2024 y hoy busca acogerse a la Ley de Ajuste Cubano, un recurso al que solo pueden aplicar los perseguidos por la dictadura castrista. Así de grandes son el descaro y la hipocresía de esa gentuza. Casi tan grandes como el desprecio y el odio que nos profesan.

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