MADRID, España.- En el cuarto aniversario de las masivas protestas del 11 de julio de 2021, el mandatario cubano Miguel Díaz-Canel publicó en sus redes sociales un mensaje que genera indignación entre miles de cubanos dentro y fuera de Cuba, que recuerdan esta fecha como el inicio de una ola represiva sin precedentes.
“Cuba está firme”, escribió el gobernante, exaltando el supuesto espíritu combativo del pueblo cubano y la continuidad del proyecto revolucionario.
“Somos un pueblo que sabe pelear; por tener la fibra de los cimarrones y mambises, por ser herederos de mujeres y hombres que muchas veces fueron contra toda lógica y supieron vencer; por ser hijos de una Revolución hecha a golpe de inteligencia y coraje”, afirmó Díaz-Canel.
En tono amenazador, habla de la supuesta firmeza del país, pero es una firmeza que no alude al pueblo, sino al aparato represivo del Estado: las fuerzas armadas, la Seguridad del Estado y los cuerpos policiales que desde el 11J se han mantenido activos para sofocar cualquier intento de disidencia.
Su mensaje omite cualquier referencia a los hechos que marcaron esa jornada: una protesta espontánea y multitudinaria que recorrió decenas de ciudades del país, protagonizada por ciudadanos de todas las edades y sectores, que exigían libertad, derechos fundamentales y el fin de la crisis estructural que azota a Cuba.
Ese mismo día, en cadena nacional, Díaz-Canel pronunció una frase que se convertiría en símbolo de la represión: “La orden de combate está dada”. La respuesta oficial fue inmediata: fuerzas policiales, tropas especiales y agentes de la Seguridad del Estado reprimieron con violencia las manifestaciones.
Desde entonces, centenares de personas han sido encarceladas tras procesos judiciales marcados por irregularidades, sin garantías ni debido proceso. Los manifestantes han recibido condenas desproporcionadas, que han impactado profundamente a sus familias. Madres, padres, esposas e hijos han sido obligados a enfrentar largos años de separación, en medio de un contexto de creciente pobreza, desprotección y miedo.
A cuatro años de aquella histórica jornada, el 11 de julio se recuerda como un estallido popular que evidenció el hartazgo de una sociedad agobiada por la falta de libertades y oportunidades. El éxodo masivo que siguió a las protestas ha transformado el panorama demográfico y familiar de la isla. Mientras tanto, el Gobierno continúa apelando a un discurso triunfalista, alejado del sufrimiento cotidiano que vive la mayoría de la población.