LA HABANA, Cuba. – Hace 50 años, el 6 de julio de 1971, a consecuencia de un paro cardíaco, murió Louis Armstrong, la figura más icónica del jazz.
Dos días antes, el 4 de julio –que era cuando a él le gustaba festejarlo, y no el 4 de agosto, como rezaba en su acta bautismal–, el trompetista y cantante había celebrado su cumpleaños, no se sabe si el número 70 o el 71, pues unas veces decía que nació en 1900 y otras en 1901.
Solía recordar que la trompeta, que aprendió a tocar de niño cuando estaba en un reformatorio, lo salvó de convertirse en un delincuente juvenil.
Durante su carrera de más de cinco décadas, que se inició en su natal New Orleans, con Kid Ory, luego en Chicago, con las bandas de Joe King Oliver y Fletcher Henderson, y posteriormente con los legendarios Hot Five, Armstrong sentó las pautas de la improvisación en la trompeta y del canto en el jazz.
La popularidad de Louis Armstrong en todo el mundo fue enorme, y no solo entre los amantes del jazz. Llegó a tal extremo que en sus últimos años, en detrimento de su carrera musical, se convirtió en embajador extraoficial de los Estados Unidos.
Armstrong fue muy injustamente criticado por aquellos que lo acusaron de haber sido “un Tío Tom que creó un personaje caricaturesco de sí mismo para complacer al público blanco”. En realidad, contribuyó al financiamiento de las campañas de Martin Luther King contra la segregación racial, y en 1957 criticó duramente la actuación del presidente Eisenhower frente a los sucesos de Little Rock, y como forma de protestar, suspendió una visita a la Unión Soviética que le había encargado el Departamento de Estado.
Otra crítica, más injusta aún, es la de ciertos amantes del jazz moderno que minimizan la importancia de Armstrong, a quien consideran conservador en comparación con músicos como Miles Davis, Charlie Parker, Dizzy Gillespie o John Coltrane, y le reprochan su repertorio comercial de la década de 1960.
Cuando a finales de los años 40 se produjo en el jazz la revolución que significó el bebop, Armstrong, que solía mofarse de aquellos experimentos que calificaba como “música de jiu-jitsu”, no podía ser moderno y revolucionario porque siempre, desde sus inicios en New Orleans, fue musicalmente revolucionario y un paradigma de la modernidad.
Según el compositor y crítico Ted Gioia en su libro The History of Jazz (Oxford University Press, 1997), las aportaciones fundamentales de Armstrong quedaron minimizadas para la mayoría de los oyentes modernos precisamente por su éxito como pionero.
“Para oídos poco informados, las frases de Armstrong a menudo parecen lugares comunes, recursos conocidos empleados por demasiados intérpretes. Olvidamos fácilmente que el mundo del jazz los aprendió precisamente de Armstrong”, explica Gioia.
Con sus inusuales recursos técnicos para tocar la trompeta y sus fraseos abigarrados, Louis Armstrong hizo de los solos y la improvisación los elementos centrales del jazz. Su solo de trompeta en West End Blues es una de las improvisaciones más famosas y elogiadas de la historia del jazz.
Por si fuera poco, como parte de su muy peculiar manera de cantar, Armstrong inventó el scat, una técnica muy socorrida por los cantantes de jazz, desde Ella Fitzgerald hasta Al Jarreau y Bobby McFerrin.
En realidad, fue más casualidad que invención. Según contaba Armstrong, en la grabación de Heebie Jeebies se le voló el papel donde tenía copiada la letra de la canción, y como no se la sabía, se le ocurrió improvisar con sílabas sin sentido unas líneas melódicas que simularan las de un instrumento musical.
Cuando Armstrong interpretaba canciones de la música popular, alargaba o acortaba las frases a voluntad , les imprimía swing a la melodía con su voz, que manejaba con tanta inventiva y originalidad como cuando tocaba la trompeta.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.