LA HABANA, Cuba. – Las publicaciones en redes sociales de los principales dirigentes del Gobierno y el Partido Comunista de Cuba (PCC), la televisión, la radio y los titulares de la prensa estatal en la Isla encumbran las promesas de inversiones en todos los sectores de la economía, tanto durante los viajes de las delegaciones oficiales al exterior como durante el recibimiento de políticos y empresarios extranjeros. Pero ya no se habla de combatir la obsolescencia, sino de las necesidades infinitas de equipamiento para revivir las producciones tradicionales en extinción.
Tampoco se emite ninguna información sobre por cuánto y con quién se han concretado las obras, cuándo y dónde comenzarán, cómo se amortizarán. No obstante, se espera que los cubanos estén muy contentos por los logros de las autoridades. Las deudas contraídas por el Gobierno cubano son desconocidas por la población, que asumirá esos inmensos fardos y los legará a sus descendientes. La Asamblea Nacional tendría que analizarlos, aprobarlos o rechazarlos, pero los diputados de la legislatura iniciada en las sesiones del 20 al 22 de julio no abordaron cuestiones tan importantes, aunque de hacerlo hubieran aprobado los designios del Gobierno por unanimidad, como es usual.
Algunas empresas retomarán las obras detenidas desde antes de la pandemia de COVID-19, supuestamente por orientaciones de Xi Jinping y Vladímir Putin, e iniciarán nuevos objetivos mediante créditos estatales. Ahora se trata de la reconstrucción de la infraestructura ferroviaria y de novedosos emprendimientos carentes de transparencia en el área del comercio interior, así como de la colaboración, con Rusia, para reanimar centrales azucareros y las industrias ronera, tabacalera y turística; y con China para ampliar los intercambios en biotecnología, salud, telecomunicaciones y otros sectores.
Sin embargo, los medicamentos continuarán escaseando por la imposibilidad de pagar a las empresas suministradoras de materias primas, fundamentalmente de China e India.
Mucha divulgación tuvo recientemente la acogida dada por el primer ministro Manuel Marrero a Wang Wentao, vicepresidente de la Empresa de Ómnibus Yutong, quien expresó que se seguirá desarrollando la colaboración entre ambos países. Pero el transporte por ómnibus en La Habana es caótico, pues solo están activos 294 de los 894 ómnibus con que cuenta la Empresa Provincial de Transporte de la capital, según se informó en una reunión del Gobierno local en julio.
Simultáneamente, “a veces tenemos el medio, pero no el combustible para hacerlos funcionar”, que en tiempos normales deben ser más de 80.000 litros de diésel diarios, según apuntó Eduardo Rodríguez, ministro de Transporte, en una Mesa Redonda de febrero pasado.
Los cubanos están habituados a esperar durante horas en una parada de guagua, puesto que cada día resulta más difícil costear los medios alternativos como los microbuses llamados gacelas y los taxistas privados con precios estratosféricos. A la par, con las colas para comprar alimentos y la represión, el Gobierno agobia las mentes ocupadas en sobrevivir sin rendir cuentas sobre la destrucción y las hipotecas que se deberán pagar.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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