LA HABANA, Cuba. – Carlos Varela nos advirtió en una canción, hace ya algún tiempo, que “una mirada lo dice todo”, y algo tiene de razón el trovador; y como si fuera poco ahora viene a confirmármelo Ahmel Echevarría, ese amigo queridísimo que es también excelente escritor. Ahmel sabe muy bien que una fotografía es la representación de algunos fragmentos ópticos que nos vamos encontrando por ahí, mientras caminamos, y fijamos luego, tras apretar el disparador de la cámara fotográfica.
Ahmel sabe mirar bien mientras camina por el mundo y la ciudad, incluso en la quietud y el ostracismo, incluso en esos encierros desde los que percibimos algunos fragmentos del mundo circundante. Ahmel sabe que una imagen podría tener algo de falso y también mucho de real, y con esas certezas él despabila su mirada. Ahmel es un escritor inquieto, un mirador agudo y espabilado, y hasta creo que mucho ayudan sus miradas a sus empeños escriturales.
Y no estaba yo enterado de su vocación fotográfica, al menos no más allá de sus amores con la excelente fotógrafa cubana Cirenaica Moreira, pero lo más importante es que Ahmel me ha dejado con la boca abierta después de que miré esa imagen que publicó en las redes, una imagen que resume, y con mucha agudeza, con inteligencia, algunos años de encendidos debates de la sociedad cubana.
Ahmel me ha dejado con la boca abierta, desparramada. Ahmel me ha dejado lelo, aturdido con ese encantamiento que siempre genera la sensibilidad y el ingenio de los otros. Ahmel ha mirado a su entorno más reciente mejor que muchos, quizá mejor que todos. Ahmel ha mirado a su entorno y sobre él el ojo, para apretar luego el disparador de su cámara; el escritor consiguió una imagen apabullante, una imagen que sintetiza algunos años de discrepancias entre habaneros, y eso lo consiguió con una mirada aguda, sutilísima, con una imagen fotográfica.
Ahmel capturó una imagen de la famosa Torre K del Vedado capitalino, de esa torre que ha dividido, en bandos contrarios, a los habaneros desde que comenzó a levantarse. Ahmel, con su envidiable ingenio, consiguió la mejor perspectiva para fijar la imagen, y construyó una fotografía que me ha dejado con la boca abierta.
Ahmel, desde el Vedado, desde 23 y J, construyó su imagen. Delante del lente de su cámara apareció el Quijote que se levanta en ese parque de 23 y J y también, un poco en lontananza, la famosa Torre K que ha despertado tantas discrepancias entre habaneros.
Ahmel enfocó el lente parado detrás de ese Quijote que, espada en mano, cabalga sobre Rocinante y allá, allá en lontananza miró Ahmel al don Quijote que observa la Torre K, los molinos de viento… Y nada podría ser mejor que esa mirada de Ahmel para resumir las contradicciones que despertara la construcción de esa “torre-hotel”, de esos molinos que son también gigantes monstruosos ante los ojos de don Quijote de La Mancha, y también de Ahmel.
Y eres un vola’o Ahmel, un aguzado mirador, un ingenioso don Quijote, eres un hombre libre con ingenioso humor, un escritor, un intelectual que se distingue por la emoción verdadera, por su propia emoción.
Y mucho reí yo con tanto ingenio, con la agudeza de Ahmel Echevarría y también lloré, porque llorar y reír son, también, maneras de recuperar la libertad perdida. El Quijote siempre mirando a esa torre, a ese molino de viento, y con él, Ahmel.
Y confieso que me provocó risas tanta sutileza, tanto ingenio, y reí, y también lloré, porque la risa, y también el llanto, pueden recuperar las libertades perdidas.
Y para colmo, y después de ver la imagen que consiguiera Ahmel, con su cámara, creyendo que llegaba la hora del punto final, me enteré de que allá en Las Tunas, en un pueblito llamado Vázquez, comienzan ya a levantarse molinos de vientos, y entonces sonrío, porque la risa tiene mucho de libertad, porque la risa consigue recuperar algunas libertades perdidas.
Y gracias Ahmel por ese Quijote que cabalga hacia la Torre K, para enfrentar a los molinos, a los gigantes más feos. ¿Esa fotografía lo dice todo? Esa fotografía dice mucho.
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