LA HABANA, Cuba.- En la madrugada de este 19 de agosto, falleció en Miami, a los 80 años, el poeta y escritor Reinaldo García Ramos, uno de los autores de Ediciones El Puente y de la llamada “Generación del Mariel”.
Nacido en Cienfuegos en 1944, García Ramos publicó su primer libro, el poemario Acta, en Ediciones El Puente, en 1962, cuando tenía solo 18 años, y junto a Ana María Simo, también en El Puente, compiló la Antología de Novísima Poesía Cubana.
Se fue al exilio en 1980, durante el éxodo de Mariel. Entre 1983 y 1985, en New York, integró, junto a los escritores Reinaldo Arenas, Carlos Victoria, Luis de la Paz, Juan Abreu, René Cifuentes y Roberto Valero, el consejo de redacción de la revista Mariel, que logró publicar ocho números.
Fue editor de la revista electrónica Decir del agua. Es autor de los libros Obra del fugitivo, El buen peligro, Caverna fiel, En la llanura, Únicas ofrendas, Cuerpos al borde de una isla, El ánimo animal y Una medida inexacta.
Su último libro, Cartas a una amiga, aparecido hace unos meses, está compuesto por fragmentos de 33 de las más de 200 cartas que García Ramos, entre 1968 y 1972, envió desde La Habana y Trinidad (donde pasaba el servicio social) a su amiga la escritora Ana María Simo, por entonces exiliada en Francia.
En el preámbulo de dicho libro, García Ramos explicó: “Cuando escribí estas cartas yo tenía entre 24 y 28 años y estaba presenciando la destrucción del universo en que habían transcurrido mi niñez y mi temprana juventud. Ahora las presento como el testimonio entrecortado que nos dejó una víctima de ese naufragio, del mismo modo que un arqueólogo muestra los fragmentos de un edificio perdido… Expresan la angustia de numerosos jóvenes que como yo en aquellas circunstancias, pensaron que su futuro individual estaba clausurado”.
El pasado enero, sobre Cartas a una amiga, entrevistado por William Navarrete, dijo: “Es un aporte a la memoria de la nación, pero además un testimonio o crónica de lo vivido por los jóvenes de mi generación en esos años. Los que quedamos con vida de mi generación tenemos el deber de recordar cómo éramos, qué pensábamos, de qué modo nos hicieron sufrir. Tenemos que abrir los intersticios de ese pasado y tratar de ver en esos hechos con la mayor claridad posible, no solo la raíz de lo que ha pasado después en nuestro pobre país, sino también lo que hemos terminado siendo como individuos”.