CDMX, México.- Hay en Cuba un castillo rodeado de una hermosa vegetación. Al llegar a él, un enorme pórtico con dos torres al estilo medieval y la inscripción “Cortina” da la bienvenida. Luego el visitante puede seguir un sendero de mármol que lo conduce a la vivienda principal. En ese trayecto camina por sus llamativos jardines adornados con estatuas y farolas de bronces . Hay una vaga similitud en el diseño con el del ampuloso Versailles parisino.
Lo curioso es que aunque en su exterior simulaba un palacete europeo, al interior el inmueble estaba decorado con adornos asiáticos, en su mayoría chinos y japoneses. Su dueño era un coleccionista de arte así que allí no faltaban las piezas. Las instalaciones tenían tapices de oropel, cojines de seda bordados, un Buda cubierto con lámina, muebles orientales.
Eso no es todo: el castillo pinareño está ubicado junto al río San Diego, por lo que su primer dueño pudo hacerse de un lago artificial donde pescar.
Hablamos de la hacienda Cortina, uno de los mayores latifundios de Cuba cuyos terrenos abarcaban tres municipios de la provincia (Consolación del Sur, La Palma y Los Palacios). Su dueño era José Manuel Cortina , un político y abogado cubano que llegó a ser senador de la República. Él era un hombre rico y de gustos refinados, y eso lo trasladó a su propiedad.
Hay diferentes versiones sobre cómo José Manuel se convirtió en dueño de estas tierras. La más aceptada es que a cambio de sus servicios como abogado en 1906, los propietarios de la finca La Güira le ofrecieron cinco hectáreas si ganaba el proceso, como en efecto ocurrió. Ese apenas fue el inicio pues Cortina negoció y siguió comprando más tierras hasta sumar unas 1 800 caballerías.
En este espacio, según describe la EcuRed, tenía 6 848 fincas. Las cuales estaban dedicadas a la ganadería, la siembra de tabaco y frutales y la extracción de resina de pino. Luego vino el nuevo gobierno en 1959 y todo cambió.
Aunque el semanario Guerrillero asegure que el político donó sus tierras, la realidad es le fueron confiscadas, incluso se usó como uno de los símbolos del “fin” del latifundio en Cuba
Así lo describe Ciro Binaci: “. La portada del número inicial de la revista INRA, órgano del Instituto Nacional de la Reforma Agraria, mostraba una foto del gran Raúl Corrales en la que se ve a un oficial del Ejército Rebelde en el momento en que acciona el aldabón del portón de acceso al predio: había llegado el interventor.”
Después de muchos años en total abandono y con muchas piezas de arte robadas o vandalizadas, en diciembre de 2014 se reabrió el lugar, luego de una remodelación.
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