AREQUIPA, Perú. – En los años 50 y 60 del pasado siglo el Vedado habanero fue testigo de la apertura de numerosos cabarets, algunos hoy desaparecidos. Nombres como El Escondite de Hernando y Le Mans marcaron la escena nocturna de esa época.
Asimismo, otros barrios como Miramar albergaron centros nocturnos notables, mientras que los cabarets Tropicana, Sans Souci y los salones de hoteles icónicos como el Capri o el Nacional contribuyeron a posicionar a la capital cubana entre las ciudades más destacadas del mundo en entretenimiento y vida social.
Los cabarets de primera línea presentaban grandes producciones coreografiadas, lideradas por célebres figuras como Rodney en Tropicana, definiendo estándares en el espectáculo. En adición, los de segunda categoría ofrecían programas variados con al menos una o dos figuras destacadas en su elenco.
En aquel entonces la presencia de artistas destacados como Benny Moré, Blanca Rosa Gil, René Cabel y Ñico Membiela estaba asociada a diversos centros nocturnos como Ali Bar, Sierra, Club 21 y Alloy.
También emergieron locales más íntimos y bohemios cerca de La Rampa, rompiendo con la convencionalidad. Estos lugares menos lujosos pero auténticos ofrecían descargas espontáneas de música o actuaciones de artistas como Elena Burke.
El fenómeno continuó después de la Revolución devenida dictadura, destacándose el club Rocco o el emblemático El Gato Tuerto, fundado en agosto de 1960 por Nicolás Guillén y Felito Allón.
La vida artística y la intensidad nocturna siguieron caracterizando a la gran urbe de la Isla. Tropicana ostentaba dos producciones diarias a cargo de Rodney y Bertha Dupuy, quien se convirtió rápidamente en la cancionera más destacada de 1958.
Por su parte, Pedro Vargas llenaba el Capri con su estilo mexicano, mientras La D’Aida actuaba en el Comodoro, Gina León en el Club 66 y Frank Emilio consolidaba su presencia en el Maxim’s.
En el famoso cabaret Las Vegas, ubicado en la calle Infanta, se presentaban Los Tropicubans, donde destacó Lupe Yoli. Pronto, en abril de 1960, la artista potenció su carrera en solitario y se convirtió en La Lupe, la figura más controvertida de la farándula habanera de entonces.
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