Primavera negra: memorias de un ayuno

Primavera negra: memorias de un ayuno

Recordar aquel atropello de hace dieciocho años sigue siendo un ejercicio útil y muy necesario

Imágenes del arresto de Marta Beatriz Roque, el 20 de marzo de 2003 (Foto: AFP)

LA HABANA, Cuba. ─ Cada vez que se acerca un aniversario de la Primavera Negra de 2003 en Cuba me asaltan recuerdos de aquella época. Fue una ofensiva en toda la línea contra las fuerzas independientes de la Isla, ordenada personalmente por el único que entonces tenía potestad para adoptar una decisión de esa envergadura: el “Máximo Líder”.

El cómputo que condujo al arbitrario arresto ─y el posterior enjuiciamiento festinado y la condena a largas penas de prisión─ de 75 compatriotas fue simple. Era reciente el desmantelamiento, en Estados Unidos, de la Red Avispa. Los espías descubiertos fueron muchos más, pero cinco de ellos se mantuvieron firmes en su apoyo al régimen castrista. Se perpetró una cuenta de bodeguero (5 por 15 es 75) y quedó fijado así el número de cubanos destinados a ser reprimidos.

Por supuesto que había una evidente desproporción entre unos casos y otros. Los espías habían sido sorprendidos en flagrante delito. Las comunicaciones que sostenían con sus jefes de La Habana fueron interceptadas y sus textos revelados. En ellos había órdenes de infiltrarse en instalaciones militares del gran país; también instrucciones vinculadas al derribo de avionetas desarmadas en pleno vuelo. Como ya sugerí, la mayor parte de los arrestados reconoció la actividad delictiva realizada.

Con los detenidos en Cuba sucedió todo lo contrario. Se trataba de periodistas independientes y activistas prodemocráticos que se limitaban a expresar abiertamente sus opiniones contrarias al régimen castrista. Las “piezas de convicción” que se les ocuparon eran libros, papel, máquinas de escribir museables, bolígrafos y algún que otro ordenador.

Por aquellos tiempos la Asamblea para Promover la Sociedad Civil (APSC) era encabezada por el hoy difunto profesor Félix Bonne Carcassés, la economista Martha Beatriz Roque y quien les escribe. Los tres decidimos realizar un ayuno para reclamar la libertad del doctor Oscar Elías Biscet y los restantes presos políticos cubanos.

El 11 de marzo de 2003 anunciamos el inicio de nuestra protesta en el apartamento del Vedado habanero en el cual residía el matrimonio de Nelson Aguiar (uno de los ayunantes) y Dolia Leal. Además de los tres dirigentes de la APPSC participó desde el inicio el inolvidable patriota Orlando Zapata Tamayo, fallecido años después a raíz de otra protesta análoga. Horas más tarde se incorporó el sindicalista Nelson Molinet, con quien se completó el grupo de seis.

De inicio, permanecimos en la vivienda de Nelson y Dolia. Eran unos anfitriones excelentes, pero al cabo de unos días, la estancia en el apartamento interior, sin siquiera tener vista a la calle, se nos hizo insoportable. Era casi como si estuviésemos en Villa Marista o en 100 y Aldabó. Por ello decidimos trasladarnos a la casa que había sido de Jesús Yanes Pelletier, en la zona de La Rampa, donde vivía su viuda.

Durante los días que duró nuestro ayuno, la sede de la protesta fue lugar de visita de numerosos opositores que venían a testimoniarnos su solidaridad, absteniéndose de ingerir alimentos durante su estancia entre nosotros. También llegaban periodistas que acudían a cubrir la noticia y diplomáticos de países amigos que se interesaban por nuestra salud.

Al cabo de una semana, los noticieros informaron sobre el inicio de la Guerra de Irak. De inmediato, supimos de la oleada represiva lanzada por el régimen cubano. Es un hecho cierto que, al producirse la arremetida interna, su iniciador pensó que, ante la magnitud de la gran noticia mundial, la detención de algunas decenas de opositores cubanos pasaría inadvertida.

Mientras continuábamos nuestro ayuno nos enterábamos de los nombres de nuevos compatriotas que pasaban a engrosar el destacamento de los arrestados de modo arbitrario. Esto duró hasta el 20, día final de la oleada represiva. A horas tempranas de la mañana, recibimos la indeseable visita de los agentes de la policía política.

Recuerdo que el auto en el que fui conducido, tras unas cortas vueltas, se dirigió hacia mi domicilio. Pensé que, al igual que había sucedido en otros casos publicitados en las horas anteriores, me llevaban a la casa para practicar en ella un registro. Pero yo estaba equivocado. Al llegar al destino y descender del auto en que viajaba, los segurosos cerraron la puerta y se marcharon.

En una de las obras del gran escritor ruso Aleksandr Solzhenitsyn, el autor se hace eco de la tonta interrogante que solían formular los desdichados que eran objeto de un inesperado arresto estalinista: “¿Yo! ¿Por qué!”. El 20 de marzo de 2003 llegó mi turno de incurrir en el mismo error: “¡Ah! ¿Pero ustedes se van!”, pregunté asombrado —o más bien comenté— a los agentes que me dejaron frente a mi domicilio.

Ya en casa conocí de otros pormenores del gigantesco operativo de represión. En particular, supe que, en el caso de nosotros los ayunantes, dos nos libramos de la cárcel: Félix Bonne y yo. Los otros nutrieron las filas del Grupo de los 75. Entre ellos, Martha Beatriz Roque, única mujer que formó parte de ese emblemático conjunto de perseguidos.

También me enteré de otros pormenores, como el descaro perpetrado en la persona de Oscar Elías Biscet. ¡El destacado médico y opositor se encontraba privado de libertad desde hacía más de tres meses! Ello se debía a una protesta que, en unión de otros compatriotas — entre ellos Orlando Zapata—, él realizó por el arresto de varios amigos. Es por ello que, al ayunar por la excarcelación de los presos políticos, el nombre del doctor Biscet encabezaba el reclamo que hacíamos al respecto.

Pues bien: al iniciarse la oleada represiva, ¡se olvidaron de la causa por la cual él estaba encarcelado desde el 6 de diciembre! (se trataba de un asunto de la competencia de un tribunal municipal, que no daba margen para una sanción larga). También practicaron un registro en su casa (¡no a él, claro, pues estaba preso!; ¡a su esposa Elsa!). Pero con la misma lo involucraron en una de las causas de Los 75, ¡y se olvidaron del otro asunto penal por el que llevaba más de tres meses privado de libertad!

Es sólo un botón de muestra que demuestra a las claras el irrespeto a la legalidad y a la decencia con que actúa la policía política del castrismo al reprimir a los ciudadanos que no comulgan con el sistema. Por desgracia, recordar aquel atropello de hace dieciocho años sigue siendo un ejercicio útil y muy necesario.

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René Gómez Manzano

(La Habana, 1943). Graduado en Derecho (Moscú y La Habana). Abogado de bufetes colectivos y del Tribunal Supremo. Presidente de la Corriente Agramontista. Coordinador de Concilio Cubano. Miembro del Grupo de los Cuatro. Preso de conciencia (1997-2000 y 2005-2007). Dirigente de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil. Ha recibido premios de la SIP, Concilio Cubano, la Fundación HispanoCubana y la Asociación de Abogados Norteamericanos (ABA), así como el Premio Ludovic Trarieux. Actualmente es miembro de la Mesa de Coordinación del Encuentro Nacional Cubano

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