PUERTO PADRE, Cuba.- Cuba sufre desde hace más de medio siglo por causas y condiciones continuadas de delitos, marcadamente acrecentadas por estos tiempos de crisis económica y sociopolítica, pero, sobre todo, por intervenciones hostiles del Estado en la nación y en la nacionalidad.
Existen delitos que pueden considerarse perennes, cotidianos en el panorama criminológico cubano, que fueron creados por políticas gubernamentales destinadas a perpetuar el monopolio socioeconómico del Estado totalitario, y este es el caso del abigeato. Desde temprano en los años 60 cuando las carnicerías privadas pasaron a manos del Estado, el robo de ganado mayor constituye el principal freno al desarrollo de la ganadería en Cuba.
Rebajando o anulando la propiedad privada y amoldando la “conciencia nacional” a los parámetros del régimen castrocomunista, y entiéndase tal amoldamiento como la castración de toda verbalización del pensamiento opuesto a la llamada “moral socialista”, que no es sino un sofisma tendido sobre el delito cual cortina de humo, Cuba como nación y los cubanos como seres humanos en condiciones de sobrevivencia, subsisten como en las peores épocas de crímenes en el país, que fueron las del bandolerismo en la colonia española y la del gánsterismo en las primeras décadas del período republicano, que descendió al crimen político durante la dictadura de Fulgencio Batista y a la iniciación delictiva de Fidel Castro.
Este paisaje en el ecosistema delictivo cubano lo vemos ahora ensombrecerse por un recrudecimiento del animus necandi (la intención de matar), en los que técnicamente llamamos “la persona delincuente”, resultando así la criminalidad agravada, según estamos viendo por las personas lesionadas o muertas en hechos delictivos que, repito, tienen su origen en la acción u omisión de políticas públicas de los poderes del Estado respecto a la nación.
Y dentro de ese panorama criminológico, raro en nuestros aborígenes, pero que ya cumple 533 años con la llegada de Colón a Cuba el domingo 28 de octubre de 1492, que hemos reseñado de forma sucinta, traigo a los lectores y por parecer escrita ahora mismo, apuntes de la reseña que para el diario La Nación, de Buenos Aires, Argentina, escribió José Martí el 6 de mayo de 1888, reportando el congreso de antropología criminal que por esos días tuvo lugar en Nueva York, con la participación de encumbrados expertos internacionales de las Ciencias Penales.
Era aquella la época en que el médico y criminalista italiano Cesare Lombroso (1835-1909) difundió su teoría del positivismo criminológico. Y entonces vemos que José Martí, como periodista, reseñó lo que como, político y humanista, combate a través de la tesis de Mundesley traída al congreso: “El crimen no depende de tal región del cráneo, ni se asienta en tal lóbulo, ni el cráneo de los criminales presenta más hondos y cuestas que el de la gente virtuosa, ya sean los criminales de ocasión, por arrebatos de la furia indómita o mal consejo del momento, ya de los predispuestos al crimen por su ignorancia o su flaqueza moral, ya de aquellos a quienes quita el juicio la epilepsia o la melancolía. Todos los crímenes, todas las brutalidades, todas las vilezas están en germen en el hombre más honrado. Lo más vil o bestial ha aparecido en algún instante, posible al alma más limpia”.
Y continuaba reseñando Martí a Mundesley cuando del medio social en la incidencia del delito dijo: “La voluntad, las asociaciones, la cultura, sofocan, así como su falta favorecen los gérmenes del delito”.
Afirmando acto seguido el antropólogo inglés en un juicio ya visionario para su época, y publicitado en medios de lengua española gracias al periodismo de José Martí: “El criminal no se distingue de la gente honrada; en el predominio que ahora tienen en el mundo los que prosperan, a nombre de negociantes, con estrategias de bolsas, que traen a sus arcas la fortuna ajena, lo cual los hacen piratas modernos, tan alevosos y ladrones en sus cálculos y métodos contemporáneos como los que antes hacían encallar los barcos ricos en sus costas para apoderarse del botín. Y los fundadores de compañías falsas, ¿qué son más que salteadores de caminos? Criminales son, como el más vil de los presidiarios, y no se les ve en ninguna región ni lóbulo: antes suelen tener muy plácida la faz, y, sobre el cráneo redondo, el cabello muy liso y bien peinado. No: no hay teoría antropológica fidedigna para que pueda aducírsela como defensa ante los jueces del crimen. No: no hay constitución criminal general que predisponga al crimen o lo excuse”.
Las tesis de antropología criminal a las que como periodista José Martí tuvo acceso durante el congreso internacional realizado en Nueva York en 1888, son los cimientos de las Ciencias Penales modernas, que son, a su vez, los asientos ausentes en Cuba para la disminución del delito, y lo más importante para la ciencia criminológica aplicada: el saneamiento de la sociedad, que comienza por las familias y concluye con la nación cívica.
 
								 
								 
								 
								 
											 
								







