Aquel volumen que reúne fragmentos de la existencia de “un tal Lucas”, es decir, A Certain Lucas, de Julio Cortázar (1914-1984), ha vuelto a publicarse a fines de este 2025, bajo el sello estadounidense New Directions, en la traducción de 1984 del mítico Gregory Rabassa –quien, diríase, llevó al inglés el “boom latinoamericano”.
Seguramente una nota menor dentro de la obra del argentino, pero en cualquier caso un volumen que, según se advierte al público anglosajón, “contiene una serie de piezas brillantes y excéntricamente entrelazadas, por turnos cómicas, filosóficas, alusivas y siempre agradables de leer”.
“En breves fragmentos, nos sumergimos directamente en la vida de Lucas, descubriendo su patriotismo, sus amigos («una lista de compinches amplia y variada»), sus rutinas de compras (siempre en pijama), sus pianistas favoritos, sus batallas con la Hidra («ahora que se está haciendo viejo se da cuenta de que no es fácil matarla»). Su mundo se describe en múltiples parodias rápidas, con evocaciones hilarantes de las últimas tendencias: el fitness, la semiótica, la pornografía cool y la percepción extrasensorial animal. Se nos ofrecen destellos y, en última instancia, un retrato extraño, pero completo, de un hombre íntegro, pero no cualquier hombre… Se trata de un tal Lucas”, comenta New Directions sobre un volumen cuyo original en español apareció en 1989.
Y, por supuesto, Lucas sería un alter ego laxo, soft, asistemático del también autor de Rayuela y Las armas secretas. Y el libro que da cuenta de él –o sea, que es también el propio Lucas– es como su metáfora inicial: una hidra con múltiples cabezas, pero cuyo cuerpo es difícil de aprehender.
“Ahora que se va poniendo viejo se da cuenta de que no es fácil matarla”, escribió al principio del volumen Cortázar. “Ser una hidra es fácil pero matarla no, porque si bien hay que matar a la hidra cortándole sus numerosas cabezas (de siete a nueve según los autores o bestiarios consultables), es preciso dejarle por lo menos una, puesto que la hidra es el mismo Lucas y lo que él quisiera es salir de la hidra pero quedarse en Lucas, pasar de lo poli a lo unicéfalo”.
De eso va la cosa en una obra miscelánea que, sin embargo, la editorial no puede dejar de publicitar como “novel”, porque cada texto en su particularidad resulta, al parcer, una cabeza o una variación de lo mismo: Un tal Lucas.
“Breves relatos llenos de fantasía y surrealismo, estas joyas son como pedazos de diamante”, han recomendado en Kirkus Reviews.
“Anécdotas personales, parodias académicas, conferencias falsas, absurdos sketches cómicos: aquí se recopila una amplia gama de textos en torno al personaje principal, Lucas, sin una trama predominante”, explicaba Martin Ricker el mes pasado en The New York Times. “Una irónica crónica sobre ecología aparece junto a un relato al estilo de Poe sobre el negocio del transporte de cadáveres en la Argentina de los años treinta. Una historia sobre un pianista con veintiséis dedos, tan talentoso que a los oyentes les crecen orejas adicionales para escucharlo, ocupa una página, mientras que un acertijo sobre las «explicaciones» tiene solo cuatro líneas. Hay una sátira swiftiana sobre un restaurante de lujo que circula en el metro de París y una propuesta dadaísta para innovar la natación olímpica sustituyendo el agua por sémola”.
El reseñista acepta que A Certain Lucas jamás será apreciado como una obra maestra –a contrapelo de su propio entusiasmo por este ensamble literario del argentino–, pero reclama que se le conceda al menos esto: “podría otorgarle el premio al libro «más cortazariano», el que mejor ejemplifica el espíritu de libertad y juego que, para mí, es su mayor contribución a la literatura universal”.


