El pasado 10 de junio el programa Espectador Crítico de la Televisión Cubana transmitió el documental La Habana de Fito, de Juan Pin Vilar. El material era una versión pirateada, y la acción se llevó a cabo no solamente sin la autorización del equipo de realización, sino con la previa advertencia de este de no hacerlo. Estamos ante el último de los numerosos eventos de exclusión tácita, censura y represión que han sufrido cineastas y profesionales vinculados al mundo del audiovisual cubano. El parteaguas generado por la reacción del gremio preparó el terreno para debatir nuevamente sobre la injerencia de instituciones como el ICAIC, la vulneración de la propiedad intelectual y del derecho de autor por parte del Ministerio de Cultura, así como acerca de los límites reales del cine independiente en Cuba.
Las acciones derivadas de este suceso no han estado exentas de polémicas, pero todas tienen en común la denuncia del uso indebido del material por parte de las autoridades culturales, no solamente como un ejercicio ilegal, sino también como una represalia deliberada de la institución para atentar contra una obra incómoda a la narrativa oficial cubana. Sobre todo, ha sido el detonante para que se rearticule el gremio de cineastas en la isla, quienes han convocado a varias reuniones y encuentros con los comisarios involucrados. Sobre el alcance real de este espacio en pugna, el desarrollo del gremio audiovisual y la salvaguarda del patrimonio cinematográfico, el ODC conversó con varios intelectuales y creadores haciéndoles siempre las mismas preguntas. Hoy presentamos la conversación que sostuvimos con Miryorly García.
En los años recientes el espacio cultural cubano se reubica en pugna con la administración cultural de la Isla. Actualmente es el gremio audiovisual el que ha retomado demandas y exigencias frente al inmovilismo y la censura institucional. ¿Cómo calificas la salud de este nuevo espacio de interlocución? ¿Qué ventajas y desventajas consideras que tiene respecto a otros emplazamientos realizados por artistas en tiempos recientes como el 27N?
La pugna entre artistas y burócratas de la cultura ha existido desde los primeros años del llamado proceso «revolucionario». La política cultural de la Revolución se ha erigido justamente sobre esa pugna, colocando una piedra que sepulta toda creación abiertamente contestataria, bajo pretexto del concepto de plaza sitiada y el supuesto derecho de la «Revolución» (esa perversa entelequia que no existe en sí, lo que existe es un gobierno totalitario perpetuado en el poder por la fuerza) a defenderse, mientras ejerce además una serie de mecanismos de coacción y control sobre todos aquellos creadores que «juegan con la cadena pero no con el mono», para quienes el juego puede establecer límites según el contexto y el artista del cual se trate. Esta pugna ha tenido varios momentos de crisis y el cine ha sido protagonista de muchos de ellos.
Recientemente lo que sí me parece significativo es la emergencia de una generación más abiertamente contestataria, incluso desinteresada en someterse al amparo de instituciones que terminarán ejerciendo sobre ellos indeseados mecanismos de control, la cual busca funcionar más en ámbitos independientes del dominio estatal. Y por otro lado, una actitud censora y represiva por parte de las instituciones bastante infantil y burda, que tiene expresiones muy grotescas en, por ejemplo, aquel video filtrado de Miguel Díaz Canel diciendo: «vamos a censurar, si total, aquí todo el mundo censura» o la firma, al día siguiente de su nombramiento como presidente de la República, del Decreto Ley 349, detonante directo del nacimiento de un movimiento cultural y político de protesta como San Isidro.
Indudablemente entre artistas e instituciones se ha abierto un abismo, por ello las instituciones apenas logran exhibir algo así como una penosa «brigada artística» que les hace el circo en las reuniones de la Uneac o se presta para galas y otras actividades politizadas, intentando crear el espejismo de una alianza entre los intelectuales y la dirigencia política del país. El descontento de varios gremios de la cultura en los últimos años ha sido más que evidente, aunque yo creo que el cine, como arte colectivo al fin, ha tenido muchas más posibilidades de convertir ese descontento en la articulación de iniciativas colectivas.
Valdría la pena analizar la significación de la Asamblea de Cineastas en dos sentidos que coexisten. Por un lado como el resultado de la historia del propio ICAIC, la primera institución cultural del país, en el seno de la cual surge la primera crisis con la polémica alrededor de PM, que da lugar al pronunciamiento rector de la política cultural hasta el día de hoy (Palabras a los Intelectuales) y que jugaría un rol protagónico a partir de aquí en todas las crisis sucesivas. Institución que estuvo a punto de desaparecer, con los sucesos relacionados con el filme Alicia en el pueblo de Maravillas (1991) y que sobrevivió gracias a ese sentido de pertenencia y de unidad como gremio que los ayudó a defenderse y echar abajo una ley ya firmada para desintegrar el ICAIC. De algún modo, la Asamblea es heredera de todas esas pugnas anteriores en el gremio cinematográfico y de las formas en que se han «solucionado» determinados conflictos precedentes. El estudio de este aspecto puede ser necesario para comprender determinados modos de actuar en el que influyen sobre todo los cineastas más veteranos y la importancia que estos le conceden al papel de la institución, al rol y legitimidad de determinados interlocutores, la fe en lograr cierta autonomía institucional, la necesidad de establecer un diálogo con representantes de primer nivel del gobierno y de generar un espíritu de entendimiento y de construcción conjunta de estrategias, leyes, etc.
Por otro lado, esta Asamblea es consecuencia también del empoderamiento de un sector independiente, donde tiene un peso importante la emergencia de nuevas generaciones de cineastas, que han vivido su propia crisis dentro del ecosistema Icaic, fundamentalmente en los avatares relacionados con la Muestra Joven como evento, pero también de exigencias singulares relacionadas con la producción y exhibición de películas en un espacio y tiempo donde el Icaic ha ido quedando rezagado y obsoleto.
Los sucesos del 27N, por ejemplo, constituyeron una respuesta a lo ocurrido con los acuartelados en San Isidro, una protesta contra la represión causada allí. Pero no es menos cierto que el hecho de que estuviéramos — «conectados» (como diría Luis Manuel Otero Alcántara) y pudiésemos reaccionar, tenía que ver con el clima de tensiones entre artistas e institución provocado por el Decreto Ley 349 y la censura a la Muestra Joven en ese mismo año 2020. Por ello, cineastas y artistas plásticos de algún modo fueron los primeros en reaccionar y protagonizar aquellos sucesos. En el caso de los cineastas que participaron del 27N casualmente predominaron los jóvenes de la Muestra y los independientes (Juan Pin entre ellos). Y los artistas plásticos ya habían tenido discusiones sobre el 349 en el Mincult con el mismo interlocutor, Fernando Rojas. O sea, que estamos hablando de sucesos que están muy entrelazados. Creo que lo que ha ocurrido ha sido un fortalecimiento de las redes de apoyo entre los artistas (como artistas y como ciudadanos), que ellos han intentado romper con las estrategias de crear división e intrigas, e incluso con prisión (como castigo para unos y escarmiento para el resto: Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel Castillo, por ejemplo) y el exilio forzado o por falta de oportunidades laborales de muchos creadores. No obstante, gracias a internet, estas redes de apoyo son ya muy difíciles de quebrar, de ahí que puedan participar aquellos cineastas que no están en Cuba como miembros activos de la Asamblea.
En respuesta a la denuncia pública en defensa de Juan Pin Vilar, el Ministro de Cultura cubano ha dicho: «Muy interesante el ‘debate’ acerca de la exhibición en la TV pública y gratuita de Cuba de La Habana de Fito. Es un soliloquio. Los mismos 4 gatos que en nombre de la libertad gritaban una censura inexistente, ahora, en nombre del mercado, se pronuncian contra la exhibición.» ¿Cuál es tu opinión sobre esta postura institucional? ¿Cómo valoras el tratamiento que la institución actualmente le da al artista y a su obra en Cuba?
Bueno, esa frase no es del ministro de Cultura, sino del viceministro Fernando Rojas que la colocó en Twitter. Evidentemente la orden de acabar con Juan Pin estaba dada y querían que se quedara solo o con cuatro gatos a su alrededor. Pero como te he dicho ya eso no es posible, porque lo sucedido con Juan Pin es solo una gota que hace derramar un vaso que está copado y al que le seguirán echando contenido aunque se desborde. Y ya no son cuatro gatos los que comprenden que todos somos Juan Pin o podemos serlo. Mi opinión personal es que la torpeza de Fernando Rojas en los últimos tiempos y su afán por quedar como el capataz, el tipo del látigo en la mano, es demasiado evidente. Sobre ese tema, ya no cuidan ni la opinión pública. Le han dejado esa misión y él, gustoso, la acata. El peligro sería ver que el problema es solo Fernando Rojas, quien es apenas un instrumento, una pieza más. También creo que es demasiado irrespetuosa su conducta y que eso provocará un no entendimiento, un no diálogo. Lo mismo que sucedió con el 27N. Por supuesto, cada día me convenzo más de que es eso justamente lo que ellos quieren, pues sin dudas le temen al diálogo ya que carecen de argumentos.
¿Qué recursos crees que le quedan a los artistas e intelectuales cubanos dentro y fuera de Cuba ante esta dinámica de poder? ¿Es la tan discutida Ley de Cine uno de ellos, por ejemplo? ¿Qué demandas crees que no podrían faltar en este documento? ¿En su defecto, qué garantías reales consideras que tiene la Ley 373/2019 del Creador Audiovisual y Cinematográfico Independiente?
Quiero aclarar que mi respuesta a esta pregunta y a todas las demás encierra mi opinión personal y por supuesto no tiene nada que ver con lo que defienda o no la Asamblea, pues yo solo soy alguien que dialoga con ellos desde mi posición de investigadora interesada en estos temas, y que por casualidades de mi vida profesional me ha tocado ser parte del gremio en momentos tan cruciales como las últimas Muestras y el 27N, lo cual me ha dejado con un sentido de responsabilidad ante estos debates. Yo creo que es favorable y necesario que los cineastas construyan por sí mismos todo lo que tenga que ver con el funcionamiento del cine cubano atemperado al mundo en que viven hoy, una Ley de Cine sería vital. Si le dejan eso al ICAIC, además de ser un suicidio, estarían simplemente dejándose llevar por la inercia, la irresponsabilidad, la indolencia que nos consume hoy en todos los aspectos de la vida. Ojalá y todos los gremios y sectores del país estuvieran articulándose, tomando el sartén por el mango y diseñando herramientas y estrategias para vivir en el mundo de hoy. Me parece ejemplar.
No obstante, no creo posible una Ley de Cine que garantice la libertad de creación (libertad, derechos, garantías para producir y para exhibir películas cubanas), y creo que esto sería esencial para cambiar las cosas que nos preocupan hoy, mientras no exista libertad de expresión en Cuba. No creo posible una Ley de Cine que impida actos de censura mientras exista un discurso excluyente, discriminatorio y que acude a acciones represivas contra cualquier ciudadano que disienta del discurso oficial. Es como tratar de arreglar la economía sin hacer cambios políticos. En mi opinión, no se puede. Quienes legislan, favorecen leyes que le permitan hacer lo que hicieron con Juan Pin, utilizar el texto legal o sus vacíos en contra de los ciudadanos, incluso cuando se pueda argumentar lógicamente que esto no es pertinente, lo hacen porque quienes aplican la ley responden al poder y a sus intereses. Entonces, armar el muñeco de la Ley me parece bien, hacer que funcione en el contexto político que tenemos hoy me parece imposible si no se producen cambios. Al menos, cambios en la política cultural. Estamos como en 1868, el reformismo no es la solución.
Por tanto, mi opinión sobre el Decreto Ley 373/2019 del Creador Audiovisual y Cinematográfico Independiente coincide con lo que ya dije arriba sobre la Ley de Cine. El problema no es el texto legal, perfectible supongo, y en el gremio hay personas que pudieran hoy aportar mucho para evaluar ahora mismo cómo está funcionando y mejorarlo. El problema es: ¿qué Ley puede ser garantía para algún individuo en un país con un sistema totalitario? ¿En qué protegió este decreto a los realizadores del documental sobre Fito? Pero bueno, los cineastas llegaron a pensar que sí, de ahí lo que está sucediendo, que tiene que ver también con ese sentirse defraudado, desde mi punto de vista.

Desde el 2020 el ICAIC publica la convocatoria al Fondo de Fomento del Cine Cubano, destinado a «promover el crecimiento y la diversidad de las artes cinematográficas, como base del proyecto social cubano». ¿Qué lecciones nos deja la administración y asistencia legal de este financiamiento en las obras que compitan? ¿Hasta qué punto podemos hablar de cine independiente en Cuba? ¿Cuáles son, a tu modo de ver, los requisitos y límites del cine independiente en un contexto sociopolítico como el cubano?
No soy la persona más adecuada para valorar el funcionamiento del Fondo. En primer lugar por mi rol profesional ajeno a la producción cinematográfica, solo lo haría si investigara más al respecto. Además por asuntos de índole personal, familiar incluso, he estado alejada del funcionamiento del Icaic como institución en los últimos tiempos. De hecho he escuchado buenos criterios sobre el funcionamiento del Fondo y de la Oficina de Atención a la Producción Audiovisual Cinematográfica. En este aspecto creo que el trabajo valorativo que está haciendo la Comisión creada por la Asamblea para el tema de la Producción va a ser muy importante. Pero sí tengo un criterio sobre los límites que tiene el Fondo y cualquier cosa que se cree en el contexto cultural institucional actual. La tengo desde 2020, la expresé entonces y el caso Juan Pin es el primero que me da la razón y estoy segura que no será el único. A principios de 2020 formé parte del Comité de Selección de la 19 Muestra Joven. Habíamos incluido en la Muestra el documental Sueños al pairo, de José Luis Aparicio y Fernando Fraguela, pero el ICAIC lo censuró. Se produjo una reunión con el presidente del ICAIC Ramón Samada, los realizadores del filme, el Comité de Selección y algunas personas más del grupo organizador de la Muestra y de la dirección del ICAIC. Este documental había sido apoyado por el ICAIC para su realización, sin embargo se prohibía su exhibición por consideraciones políticas.
Simplemente el modo en que los realizadores, jóvenes egresados de FAMCA hacía muy poco tiempo, leían la historia más reciente de Cuba, no era aceptada por la institución. Como mismo ahora no se quieren aceptar como genuinos, válidos y exhibibles los dos pronunciamientos de Fito Páez que han causado preocupación. En aquellos momentos ya se había aprobado el Decreto Ley 373/2019 y se estaban creando las condiciones para que funcionara el Fondo y todo lo demás. Había mucho optimismo en el ambiente. Yo solo lancé la pregunta: ¿Cómo va a funcionar el Fondo si no aceptan que estos jóvenes digan lo que piensan, que evidentemente no coincide con lo que piensa quien dirige el ICAIC, el Mincult o el país? ¿Están conscientes ustedes que la mayoría de los jóvenes realizadores y otros no tan jóvenes tienen un modo de pensar que no coincide con el modo de pensar de quienes dirigen las instituciones hoy? Si no se acepta el pensamiento diferente, el disenso político, ninguna ley puede garantizar nada, porque la censura en Cuba nunca ha respetado derechos, ni los más elementales y humanos. Desde este momento y hasta la agresión en las afueras del Ministerio de Cultura el 27 de enero de 2021 a varios de los que formamos el 27N, vi a muchos cineastas mirar para otro lado para no apoyar con su firma documentos como el que emitió la Muestra por la censura al filme y al evento, ni mucho menos el manifiesto del 27N o la petición de dimisión del ministro de Cultura por aquella agresión en la que estaban involucrados jóvenes de la Muestra como Mijaíl Rodríguez, Sindy Rivery y Juan Carlos Calahorra. Estaban entusiasmados con la nueva ley, el Fondo y todo lo demás. También se habían desmovilizado las asambleas de cineastas para seguir debatiendo sobre la Ley de Cine. En fin, creían haber logrado garantías y eso servía, a mi modo de ver, como mecanismo de control.
La Muestra Joven fue otro evento que tuvo su culminación debido a la censura sostenida por parte del ICAIC, un espacio insignia en la divulgación del patrimonio cultural y en el desarrollo del audiovisual joven. ¿Qué lección crees que nos deja el divorcio entre creadores e instituciones que debieran velar por los derechos de creación de los primeros?
Creo que ya he explicado un poco sobre la Muestra. Solo puntualizar otra opinión muy personal porque he escuchado que varios han responsabilizado a los organizadores de la Muestra de intransigentes y de haber propiciado con su actitud el cierre del evento, lo cual me parece no solo sumamente injusto sino el clásico modo de culpar a la víctima como la «provocadora». Ese machismo que nos come por dentro, esa mentalidad patriarcal siempre culpando al hijo por su rebeldía. Luego de la censura a Sueños al pairo, muchos realizadores decidieron, como gesto altruista y solidario, retirar sus obras de la Muestra. Esto realmente fue lo que más provocó el cierre de la Muestra. Es lo que digo, a nada le tienen más terror que a las redes de apoyo, a la unidad entre las víctimas e incluso al apoyo de otros que no se prestan ya para ser victimarios. Este es un cambio de mentalidad que desde mi punto de vista es generacional, más que gremial. Aunque se está convirtiendo cada vez más en un gesto intergeneracional, liberador y generador de un cambio real.
En cuanto al divorcio entre creadores e instituciones, cada vez más creciente, pienso que debería preocuparle a las instituciones que están cavando su propia tumba. La institución sin creadores es un cascarón vacío. La verdadera institucionalidad descansa en los creadores y las alianzas que logren crear para seguir produciendo y mostrando su obra. Hoy creo que la Asamblea de Cineastas es más Institución que el propio ICAIC, que ha devenido este último en un edificio administrativo e improductivo. Por eso, me parece importante que el gremio esté activo, sienta que tiene el poder porque el Cine son ellos (los cineastas) y mantenga espacios de reunión hasta que pueda contar nuevamente con una casa que le pertenezca, que ojalá y sea el propio ICAIC, pero sin los burócratas al mando. Lo mismo considero de la EICTV, una escuela peculiar que espero pueda recuperar su autonomía como proyecto regional que también debe adecuarse a los nuevos tiempos, no como una universidad subordinada al Mincult. Ambas instituciones creo que deben estar dirigidas por cineastas y funcionar con más autonomía y de forma más abierta. Creo que el experimento de Asamblea puede aportar mucho para el futuro del Cine Cubano.
Para revitalizar el audiovisual cubano, creo que es imprescindible desarrollar eventos y una red de exhibición a lo largo de todo el país sin censura política. Que el único criterio de selección pueda estar en la calidad de una obra determinada por los gestores de cada evento, sin mediaciones extra cinematográficas. En mi opinión, el mayor problema está en la exhibición cinematográfica.
En los últimos años ha aumentado la cantidad de creadores audiovisuales emigrando para buscar nuevas oportunidades. En su mayoría son artistas que sufrieron eventos de censura en Cuba, en torno a la Muestra Joven, por ejemplo, y cuyas obras actualmente engrosan eventos y festivales internacionales. ¿Cuán responsable consideras que es la administración cultural cubana de que la mayor parte de la producción cinematográfica joven no esté realizándose ni exhibiéndose en Cuba? ¿Qué consecuencias crees que esto trae para el patrimonio nacional?
Totalmente responsable y con funestas consecuencias. Son puntos que preocupan mucho a los cineastas y existe la intención de trabajar como gremio en propuestas que protejan ese patrimonio. Te confieso que al principio no estaba de acuerdo en que la Asamblea creara comisiones, creía que eso provocaría desunión y los iba a dinamitar. Pero ahora me doy cuenta que es una buena decisión comenzar a construir y creo que es importante porque evidentemente hay problemas acuciantes que se tendrán que resolver como gremio.
¿Qué medidas son para ti las más urgentes que el gremio del cine, o en general todos los profesionales vinculados a la cultura cubana, debieran tomar?
Me parece crucial algo que me hizo comprender el abogado Julio Antonio Fernández Estrada cuando el 27N, que sin libertades políticas no puede existir libertad de creación. Por tanto, en lo personal, creo que el gremio del cine y todos los gremios, sectores y ciudadanos de este país necesitan priorizar peticiones como las que están haciendo Alina Bárbara en Matanzas, Jorge Fernández Era en La Habana, Madelyn Sardiñas en Camagüey. El derecho a pedir cambios políticos para que verdaderamente exista un Estado de derecho que permita que podamos conquistar la libertad de pensar y expresarnos sin hipocresía y la posibilidad de construir un país donde nadie sobre ni sea censurado, agredido, reprimido, coartado de sus derechos.
No obstante, respeto si la Asamblea toma como consenso, por su diversidad de posturas ante la institución y el gobierno, concentrarse en el tema cine. Me gustaría que en ese caso priorizara el asunto que para mí es más crítico: la exhibición, incluyendo el viejo dilema de la censura en la política cultural. Le temo a que vuelvan a darle zanahorias con el tema de la producción. ¿Para qué quieres hacer películas si no las puedes exhibir en tu país?
Soy partidaria de ir de lo general a lo específico, no veo posible tener un cine libre dentro de un país que no lo es. Pero si otros quieren ir de lo específico a lo general, no lo critico, si lo creen y hacen viable. Lo que no me gustaría es que pretendan crear un oasis de beneficios en medio de una Cuba tan sufriente, cualquier posicionamiento elitista u oportunista en ese sentido me decepcionaría.