LA HABANA, Cuba.- La semana pasada, en contra de lo que constituye una práctica habitual en mí, cedí a la inspiración del momento y colgué, en un grupo de WhatsApp, un breve comentario sobre un tema que reconozco polémico. Me motivó una breve nota publicada por un compatriota: “El cambio va a venir desde la Cúpula Gobernante”.
Insisto: En condiciones normales, yo no me habría sentido tentado de solidarizarme con ese planteamiento en unas pocas líneas. Otra cosa es cuando dedico a ese fin un trabajo periodístico completo, en el cual, como es lógico, uno puede exponer sus argumentos de manera más integral y completa, tratando incluso de adelantarse a las posibles objeciones.
Así, pues, precisé el referido planteamiento general, concretándolo: “por el Comité Central del PCC, el cual removerá a los jefes actuales”. Este breve comentario (y el otro que lo originó) originaron rechazo. Uno de los miembros del grupo expresó: “Eso se llama cambio fraude. Si ellos mismos provocan el cambio no vamos a salir de la dictadura jamás. Aceptar algo así es traición a la patria y al pueblo esclavo. Y todo el que apoye esa ignominia será un enemigo más a combatir”.

Pero la mayor sorpresa me la produjo el autor de la nota inicial. No sé quién es, pues no exhibe su nombre ni alcanzo a reconocer la diminuta foto suya con la que aparecen ilustrados sus posts. En cualquier caso, lo que me dejó patidifuso fue la notica que me dedicó: “Así mismo es, mi hermano René Gómez Manzano”.
Entonces, creo que bien vale la pena retornar a mi probada costumbre de abordar temas polémicos como ese en un nuevo trabajo periodístico. Así lo haré aquí, aunque terminaré esta introducción citando mi nota tercera y final de aquel breve intercambio: “Aclaro que (al menos en lo que a mí respecta) no es un asunto de gustos o preferencias. Es que eso es lo que nos enseña la historia de la treintena larga de países actuales que, felizmente, se han librado del cáncer comunista…”.
Aunque, a fuer de sincero, debo reconocer que lo que me ha llevado a esa conclusión no es sólo el estudio de la historia. También me ha conducido hasta allí el análisis de la realidad concreta de nuestra sufrida Patria, la cual —¡a no dudarlo!— es análoga a las de aquellas decenas de países euroasiáticos que gemían bajo el comunismo, solo que bastante peor…
Para describir la situación actual de Cuba, creo que se hace imprescindible recurrir a adjetivos como desastrosa, catastrófica. Y aun estos parecen quedarse cortos. Este lunes, mientras oía los planteamientos que, en el Noticiero Nacional de Radio, hacía el comentarista de turno, me quedé pasmado al escucharlo decir, al parecer muy convencido y orondo, que en nuestro país existe… ¡una “economía de guerra”!
¡Las cosas que hay que oír! ¡Sí, por los resultados lastimosos que observamos, podemos pensar que al cotorrón no le faltaba razón!… El único problema es que en nuestra sufrida Patria hace decenios que no se oye un tiro!… Pero, para un agitador comunista, eso es un detalle menor. Para ellos resulta más fácil “explicar” el desastre afirmando de manera mendaz: “¡Estamos en una economía de guerra!”.
El completo desastre en el que está sumida nuestra Isla, por su esencia, no es diferente del que imperaba en los treinta y tantos países arriba mencionados. ¡Lo único que —insisto— en Cuba esa calamidad se ha visto elevada a la enésima potencia! ¡Es increíble la eficiencia que “Esta Gente” ha mostrado para destrozar la floreciente economía con la que contaba nuestra Patria en 1959! ¡La pujante industria azucarera, sin ir más lejos!
¡Pero los despojos deshilachados de hoy reflejan la eficiencia que demostraron en ese empeño diabólico; lo mismo puede decirse de la diligencia pasmosa con la cual despilfarraron los miles de millones recibidos como ayuda de la antigua Unión Soviética y de la Venezuela chavista!
Por supuesto que la magnitud de la catástrofe es imposible que no la observe cualquier persona normal que viva aquí. Algunos (pongamos por caso: los que, en medio del desastre general, se aprovechan de su pertenencia al grupo dirigente para medrar en el plano personal) podrán fingirse ciegos a propósito, pero son los menos. ¡Ni siquiera dentro del elitista partido único son mayoría!
En el ínterin, la propaganda oficialista aprovecha su control absoluto de todos los medios de comunicación radicados en Cuba para tratar de hacer creer que todos los “ciudadanos conscientes” comprenden que las calamidades que sufrimos tienen un origen extranjero. Es por ello que insisten en el llamado “Bloqueo”. Pero como estas medidas discriminatorias imperan desde hace décadas, y es evidente que ahora las cosas están mucho peor que hace uno, dos o tres años, le agregan el adjetivo “recrudecido”, Es un modo de tratar de justificar lo injustificable.
Desde luego que la propaganda oficialista pretende que, al frente de aquellos “ciudadanos conscientes”, esté el partido único. Quieren hacernos creer que se trata de un bloque monolítico, impermeable a los enfoques críticos o al desaliento. Pero eso no es verdad. No es por gusto que muchos miles han entregado sus carnés rojos de militantes, provocando la disminución en las filas comunistas…
En el ínterin, la actual cabeza formal del régimen (Miguel Díaz-Canel) no pierde ocasión de repetir que él y los suyos son “continuidad”. Lo cual es otra forma de formular, de manera subliminal, una afirmación típicamente panglossiana: que en Cuba, supuestamente, “todo es para lo mejor en el mejor de los mundos posibles”.
Pero insisto en que, a pesar de lo que nos quieren hacer creer desde el Departamento Ideológico, a estas alturas del juego ni siquiera dentro del selectivo partido único son mayoría los que creen en el desastroso sistema socialista burocrático, inoperante y despilfarrador.
Más temprano que tarde —creo—, esas opiniones llegarán a predominar dentro del mismísimo Comité Central y sobrevendrán las transformaciones profundas. En ese momento surgirá otro problema diferente: determinar qué alcance tendrá el cambio; qué aspectos abarcará.
No excluyo que, dentro de las filas comunistas, haya reformistas que aspiren a imitar a sus “camaradas” chinos y vietnamitas, confinando el proceso al aspecto económico. ¿Serán esos mayoría? ¿Lograrán evitar que las transformaciones alcancen el terreno político? ¿O la normalización de relaciones con los países democráticos de nuestro Hemisferio? Lo dudo. Entre otros factores, Cuba cuenta con un Exilio numeroso, próspero y visceralmente anticomunista. Y su apoyo a la mayoría de compatriotas que abrigan ideas democráticas y que residen en la Isla será determinante.
Pero ya eso será un nuevo capítulo de la tragedia que vivimos en Cuba. Llegado el momento, espero que la nueva dirigencia comunista no quiera o no pueda resistir los reclamos de la generalidad de los ciudadanos (y de la mayoría de sus mismos militantes) para excarcelar a los presos políticos, reconocer el derecho a discrepar y otros derechos humanos, o legalizar organizaciones contestatarias.
Pero conviene que no nos adelantemos. Insisto en que eso será ya un nuevo capítulo, en el que la mayoría de cubanos que nos oponemos al socialismo burocrático tendremos nuestra voz, y en cuya interpretación nos veremos, si así lo quiere Dios.