LA HABANA, Cuba. — Durante mucho tiempo, la mayoría de los músicos y cantantes cubanos, alegando que eran artistas y no políticos, evitaban las críticas al régimen. Pero desde hace unos años, es en el terreno musical donde más activo está el anticastrismo.
Primero fueron Los Aldeanos y Silvito El Libre. Luego vino Patria y Vida, el éxito —con dos premios Grammy Latino y doce millones de reproducciones en You Tube— de Yotuel, Descemer Bueno, Gente de Zona, El Funky y Maykel Ossorbo. Después a “la tiradera” contra la dictadura se han ido sumando, con canciones y sus respectivos videoclips, entre otros, El Micha, Osmani García, Real Beltrán, Marichal, Navy Pro, Daryelo Sánchez, Lenier y, más recientemente, Aimé Nuviola (a dúo con el cantautor español Melendi en Pan para Yolanda) y Dianelys Alfonso Cartaya, conocida por todos como La Diosa.
Tanto está yendo y viniendo el cántaro a la fuente que, parafraseando aquella consigna castrista referida a la Nueva Trova, pudiéramos afirmar hoy que “la canción es un arma de la contrarrevolución”.
El régimen, siempre exagerado en su intolerancia, ha desatado una hemorragia de bodrios compuestos por Raúl Torres y otros sulacranes canoros que pretenden ripostar a las canciones anticastristas y contrarrestarlas, amén de los ataques contra sus intérpretes de los voceros oficialistas Humberto López y Michel Torres Corona, este último hasta se ha tomado el trabajo de buscar el concurso del musicólogo Oni Acosta para hacer un top 10 de “las canciones más ridículas de la contrarrevolución”.
Pero más que la reacción del régimen llama la atención la actitud de ciertos sectores del exilio que critican a los intérpretes de las canciones anticastristas, reprochándoles por su vulgaridad y sus palabrotas y adjudicándoles, con celos de amantes tenidos a menos, la intención de apropiarse del protagonismo en la lucha anticastrista.
¡Cuánto sin sentido! Seguir con las riñas y las divisiones en las filas de la oposición, justo cuando se ahoga el régimen, no solo porque estemos más a la derecha o la izquierda y discrepemos en esto o lo otro, sino también porque un puñado de canciones no concuerden con nuestros gustos y nos irrite el modo de comportarse de sus intérpretes.
Estos ataques han sido particularmente duros, diría que despiadados, contra La Diosa, por la versión de la canción Cuba primero, interpretada a dúo con Lenier.
Aceptemos que es pobre la calidad del videoclip, con ese risiblemente picúo tiburón con barba y gorra verde olivo, un burdo remedo de Fidel Castro. Pero la música y el texto denunciando a la dictadura no están mal. Es lo mejor que ha hecho La Diosa.
Los que critican a La Diosa ahora por considerarla “chusma y vulgar” le reían la gracia cuando cantaba La papaya de 40 libras. Ah, pero entonces vivía en Cuba y no la veían como una competidora por el timón del anticastrismo.
Es injusto decir que La Diosa tiene aspiraciones políticas. Ella solo aspira a hacer lo que mejor sabe: cantar. Y no es oportunista. Se enfrenta al régimen desde Miami como mismo lo hacía cuando estaba en Cuba, prohibida y ninguneada pese a su popularidad. Puedo dar fe de ello porque fui su vecino. Vivía en la esquina de mi casa, en Parcelación Moderna, con sus dos hijos, su esposo y su anciana madre, que murió por falta de medicinas y de una atención médica adecuada.
La Diosa no se ocultaba para expresar su rechazo al régimen y ripostar a los chivatones que intentaban acallarla. Cuando acudía la policía a la esquina de Calzada de Managua y Novena, como ocurrió el 11 de julio de 2021, los vecinos de la zona se preguntaban si los represores venían por ella o por mí.
Puedo asegurarles que La Diosa podrá ser impulsiva, gritona y mal hablada, pero es una mujer de buenos sentimientos. A muchos enfermos y personas necesitadas ayudó con medicinas, alimentos, ropa y dinero, y a muchos niños les regaló juguetes.
Si, como poco faltó para que ocurriera, La Diosa hubiera sido encarcelada, como Maykel Osorbo o Luis Manuel Otero, hoy nadie la atacaría y muchos se rasgarían las vestiduras en solidaridad con ella. Porque para los que nos oponemos al régimen dentro de Cuba, estar tras las rejas es lo único que nos hace dignos de confianza y concede inmunidad a los reproches y las críticas.
Comprendo que La Diosa haya perdido los estribos —ella, que tan fácil los pierde y se explota— frente a los seres exigentes, exquisitos y refinados que la atacan con bajeza, se mofan de ella por hallarla chusma y vulgar y la critican por considerar que cobra más caro que Elton John por sus conciertos.
Hago constar que si toco este tema no es porque La Diosa sea mi amiga, que no lo es. Tampoco porque —¡Jimi Hendrix y Janis Joplin me libren de ello!— me guste el género urbano, que es lo que hace la mayoría de los intérpretes de las canciones del anticastrismo. Nada de eso. Es que me molesta tanta rencilla estúpida y desperdicio de energía en los momentos en que más necesaria es la unidad de los que se oponen a la dictadura.
Las canciones del anticastrismo, ya se sabe, no van a tumbar a la dictadura. Pero si, independientemente de su calidad, causan molestia y picazón a los mandamases, bienvenidas sean. Si nos gustan bien, y si no, pues también: basta con que no las escuchemos.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.