LA HABANA, Cuba. — Frente a la peor crisis en las seis décadas del castrismo, Miguel Díaz-Canel y sus ministros se confirman cada vez más como el más torpe e inepto equipo de gobierno que pueda concebirse. En vez de solucionar los numerosos problemas existentes, lo que consiguen, a fuerza de soberbia, trabazones y dogmatismos, es empeorarlos.
Si con las más recientes medidas adoptadas esperan evitar que puedan repetirse las multitudinarias protestas de los días 11 y 12 de julio, lo más probable es que no lo logren.
A estas alturas, luego de tanta represión y cuando los problemas, en vez de solucionarse, empeoran, suenan huecos los llamados de Díaz-Canel a la concordia, a trabajar más, a pensar como país y a ponerle corazón a Cuba.
Al presidente y primer secretario del Comité Central del Partido Comunista, sabiéndose detestado, no se le ocurre otra cosa que extremar la demagogia a ver si consigue mejorar su imagen.
En sus recorridos, acompañado por otros altos dirigentes, por algunos de los barrios más depauperados de la capital, y donde más fuertes fueron las protestas, como La Guinera, Los Sitios, San Isidro y Tamarindo, Díaz Canel rodeado más de segurosos que de simpatizantes, y sudando a chorros, revisó las reparaciones de calles, de algunas fachadas y acometidas de agua y salideros, y simuló preocupación y cordialidad.
Luego ha continuado sus tediosas reuniones con estudiantes, deportistas, periodistas, evangélicos, santeros, espiritistas y todo tipo de musulungos y cacasenos que se presten para asentir y aplaudir.
Las medidas tomadas presuntamente para aliviar el desastre económico son insuficientes. Por su testarudo apego a las enseñanzas de la Escuela Ñico López sobre la economía centralizada socialista y a la hegemonía de la empresa estatal, sus estrategias económicas están condenadas de antemano al fracaso. Como la ley de Mipymes, que, en lugar de estimular, traba e impone limitaciones absurdas y contraproducentes al emprendimiento privado.
En su abusivo capitalismo de Estado militarizado, monopolista y mercantilista, los mandamases prefieren ignorar las leyes del mercado. Y con tal de seguir aferrados al poder y de no ceder un ápice del control absoluto que detentan, refuerzan la mano dura contra la población.
El régimen, que habla de lograr un “socialismo próspero”, luego de acabar con el igualitarismo paternalista de la era fidelista, no da señales de que tenga interés en implementar políticas públicas que busquen más equitatividad social. Por el contrario, las medidas de la llamada “actualización del modelo económico”, en busca de un crecimiento económico artificial sin sustento real y poniendo trabas y limitaciones al emprendimiento privado, lo que han conseguido es generar más desigualdad social y miseria. Aun así, llaman a “confiar en la revolución, que a nadie dejará desamparado”.
Los mandamases de la continuidad, con la prohibición de acumular propiedades y riquezas a los que no pertenezcan a la elite dominante, condena a la inmensa mayoría de los cubanos a la falta de derechos y libertades, el hambre y la indigencia.
Y para que nadie ose chistar ni criticar, con el fascistoide Decreto Ley 35, los mandamases pretenden amordazar a los cubanos también en el ciberespacio, colando a la Seguridad del Estado y sus chivatos en las redes sociales.
En realidad, tienen motivos los mandamases para temerle a este pueblo desesperanzado y hambreado. Por eso mismo debían ser más cuidadosos con sus políticas y con cada paso que dan. Pero su soberbia y prepotencia los pierde, no les permite atinar en sus decisiones.
Los ministros y demás altos dirigentes del Partido y el Gobierno, en sus intervenciones, casi siempre desafortunadas, se contradicen, disparatean, repiten boberías y obviedades, mienten, hacen promesas que saben no podrán cumplir. Son capaces de todo, excepto de aceptar sus errores y rectificarlos. En vez de eso, recelan de todo, censuran, prohíben, se niegan a ceder espacios.
¿Creerán los mandamases que todo este caos que amenaza con alcanzar proporciones apocalípticas se va a resolver con caravanas contra el bloqueo, actos de reafirmación revolucionaria, reuniones de paniaguados, eventos teóricos online, cancioncitas de Raúl Torres e Israel Rojas, consignas ridículas y programas de televisión advirtiendo sobre las fake news en las redes sociales?
Harían mejor Díaz-Canel y compañía cerrando las tiendas en MLC y abasteciendo los establecimientos en moneda nacional, quitando a los militares de Fincimex el control de las remesas y dando marcha atrás al ordenamiento económico que implementaron en el peor momento posible, y que, en pleno apogeo de la pandemia, disparó los precios a niveles estratosféricos y nos ha puesto al borde de la hambruna.
Si no se dan prisa, y en vez de reforzar los controles y las prohibiciones toman medidas de calado para mejorar la muy precaria vida de los cubanos, no demorarán mucho los mandamases en tener que enfrentar, a tiros y a toletazos, el próximo estallido social.
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