LA HABANA, Cuba.- El 29 de septiembre de 1872, casi un año después de haber sido colocada la primera piedra para su construcción, el cementerio Cristóbal Colón de La Habana recibió a su primer inquilino, nada menos que el arquitecto español Calixto Aureliano de Loira y Cardoso, autor del proyecto ganador que, varios años más tarde, se convertiría en la hoy famosa necrópolis.
Según el diseño, la colosal obra urbanística quedaría dividida en cuatro cuadrantes que marcan los puntos cardinales, cada uno con cuatro secciones cruzadas por dos avenidas que desembocan en una plaza circular justo en medio, donde fue erigida la capilla.
Loira fue sepultado en una parte denominada Galería de Tobías, que fue clausurada tiempo después. Al año siguiente también murió el arquitecto Félix de Azúa, quien supuestamente había sido designado como su reemplazo. Ambos decesos dieron origen a supersticiones y temores; incluso se corrió la voz acerca de una maldición en el cementerio.
Finalmente, la responsabilidad fue asumida por el italiano Eugenio Rayneri Sorrentino, quien dirigió las obras sin mayores contratiempos. En 1886, el enorme camposanto de 56 hectáreas quedó terminado.
Con el tiempo, la Necrópolis de Colón se convirtió en un museo al aire libre. Espléndidas esculturas y obras de arquitectura funeraria cautivan a los visitantes. Lápidas que hacen milagros, honran a los próceres de la patria o preservan el recuerdo de hombres y mujeres que sirvieron a la sociedad, han enriquecido la historia de uno de los cementerios más importantes de Iberoamérica, altamente valorado por el patrimonio artístico que guarda y cuya conservación resulta cada vez más difícil.
Entre las obras más interesantes sobresalen el panteón de Catalina Lasa, el mausoleo dedicado a los bomberos y el de los ocho estudiantes de medicina fusilados por el poder colonial; la tumba del generalísimo Máximo Gómez; el sepulcro de La Milagrosa, siempre lleno de flores y exvotos; y la tumba de Jeannette Ryder, adonde cada año se dirige la comunidad animalista cubana para recordar a la fundadora del Bando de Piedad, que protegió a niños desamparados y animales callejeros.
Actualmente 53 mil propiedades se asientan en el cementerio, que fue ampliado en varias ocasiones. Allí confluyen diversos estilos arquitectónicos y materiales constructivos, de acuerdo al poder adquisitivo del comitente. Suntuosos panteones y tumbas modestas refrendan el título del proyecto vencedor de Calixto de Loira: “La pálida muerte entra por igual en las cabañas de los pobres que en los palacios de los reyes”.
