LA HABANA, Cuba. – En el año 1932 Cuba sufrió el azote del huracán más intenso de su historia. Aquel fenómeno que arrasó en el Caribe insular mucho antes de que a los meteorólogos se les ocurriera empezar a nombrar las tormentas tropicales, tocó tierra en el sur de la provincia de Camagüey con categoría cinco, vientos máximos de 312 kilómetros por hora y rachas superiores. Fue hasta el año 2020 el único huracán de su tipo formado en el Atlántico, en el mes de noviembre.
Los fuertes vientos, unidos a las marejadas y las lluvias torrenciales, dejaron cuantiosos daños en buena parte del Oriente y Centro de la Isla. El poblado pesquero de Santa Cruz del Sur, en Camagüey, fue borrado del mapa. Pocas edificaciones quedaron en pie, todas dañadas. Se estima que alrededor de 3 000 personas perdieron la vida y se produjeron afectaciones materiales por un valor de 20 millones de dólares, equivalentes a 794,4 millones de USD en nuestros días.
Fue tal la destrucción, que hasta hoy el huracán es recordado con el nombre de esa localidad, donde el mar penetró 20 kilómetros tierra adentro, y las olas alcanzaron los 21 pies de altura. Para Cuba ha sido el huracán más mortífero del cual se tenga constancia.
En la historia reciente de la Isla, los huracanes Charley e Iván (2004); Dennys, Rita y Wilma (2005); Gustav, Ike y Paloma (2008); Matthew (2016) e Irma (2017), todos con categoría cuatro y cinco, han sido los más devastadores. En el caso del huracán Paloma, resulta interesante destacar que entró a tierra cubana el 8 de noviembre de 2008 por el poblado de Santa Cruz del Sur (Camagüey), a pocas horas de que se cumplieran 76 años de la catástrofe meteorológica ocurrida en 1932.
Con vientos de 195 kilómetros por hora y rachas superiores, Paloma se convirtió en un espantoso déjà vu que causó severos destrozos en la zona del litoral camagüeyano, aunque no se registraron pérdidas de vidas humanas.
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