SANTA CLARA, Cuba. – A las puertas de la Iglesia del Buen Viaje en Santa Clara, un recién iniciado en la santería compra una vela amarilla para colocar ante el altar de la Virgen de la Caridad y pedir su favor. Tal y como dictan las normas de la Regla de Ocha para los iyawós, el joven viste completamente de blanco y se hace acompañar por su madrina, que le indica antes de ingresar al templo que coloque las flores en forma de abanico, como símbolo de apertura y protección.
Desde una semana antes del 8 de septiembre, cuando Cuba conmemora a su patrona espiritual, muchos santaclareños visitaban el Santuario Diocesano de la Virgen de la Caridad para pedir, agradecer o renovar promesas. No se trata únicamente de fervorosos creyentes de la fe católica; también acuden practicantes de religiones afrocubanas, especialmente de la santería, que reconocen en La Caridad del Cobre la manifestación sincrética de Oshún, para ambas religiones un símbolo de consuelo y esperanza.
“Se viene a la Iglesia a pedir la bendición de Olofin, porque esta es la casa de Dios”, explica la madrina que acompaña esa mañana a su ahijado coronado precisamente con la orisha de los ríos y la fertilidad. “En casi todas las casas de santeros se respeta esta tradición. La verdad es que nunca se nos ha negado la entrada aquí”, detalla la santera.
La historia religiosa cubana no podría entenderse sin el sincretismo, un gesto de resistencia espiritual que permitió a los esclavos africanos conservar su cosmovisión bajo el velo impuesto del catolicismo. “Sin el negro, Cuba no sería Cuba”, sentenció en una de sus investigaciones Fernando Ortiz; mientras que otros autores como Natalia Bolívar sostienen que fue aquella “religión del blanco” la que les permitió acomodar sus creencias con real fervor. Para esta antropóloga, se trató de “la misma necesidad de todos de sentirse protegidos por Dios para apartarse del mal” porque “los santos católicos eran para los negros, los orishas de los blancos”.
Según la leyenda, la Virgen del Cobre fue avistada a principios de 1600 en la bahía de Nipe por tres pescadores que se toparon con una figura intacta sobre una tabla con un letrero que decía “Yo soy la Virgen de la Caridad”. La imagen fue conducida a la población cercana de El Cobre donde le construyeron un templo en su honor, más tarde reconstruido y luego modernizado, pero que desde ese entonces se convirtió en sitio de peregrinaje, refugio espiritual y escenario de súplicas y promesas. Aunque en 1915 un grupo de veteranos de la guerra de independencia solicitó al papa que reconociera a la Virgen de la Caridad como “Patrona de Cuba”, no fue hasta el 24 de enero de 1998 que Juan Pablo II oficializó el título durante la Santa Misa celebrada en Santiago.
El vínculo entre Oshún y la Patrona de Cuba ha sido uno de los más notables de la tradición religiosa de la Isla seguido de otros como el paralelismo entre San Lázaro y Babá Alú Ayé, Santa Bárbara y Changó, la Virgen de Regla y Yemayá o Nuestra Señora de las Mercedes y Obbatalá. Sin embargo, el tratamiento sincrético de La Caridad con la “orisha de las aguas dulces” no ha estado exento de polémica. En 2017, el cardenal Jaime Ortega consideró el fenómeno como “poco afortunado” y “a menudo penoso”, así como “un absurdo histórico, un pecado patriótico”.
Su crítica iba dirigida especialmente a la obra Afrodita, ¡oh, espejo! de la coreógrafa Rosario Cárdenas, promovida por la prensa oficial y que, según Ortega, distorsionaba el sentido religioso de la Virgen al compararla con la orisha. En la carta de Ortega, que fue publicada en la revista católica Palabra Nueva, se leía: “Ni por razones propias de la fe cristiana, ni por razones de similitudes teológicas inexistentes, ni por razones históricas, la advocación de la Virgen de la Caridad, que hace presente a la Virgen María, modelo de amor puro, de Virgen y de Madre, puede ser comparada con el orisha Oshún, que es diosa de pasiones sexuales”, cuestionó.
El amparo de una misma madre
Desde el pasado 30 de agosto la iglesia cubana dio por iniciada la novena preparatoria a la conmemoración del día de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre. “Nuestro pueblo necesita mucho. Estamos pasando momentos muy difíciles”, dijo en su mensaje a los fieles el arzobispo de Santiago de Cuba, Dionisio García Ibáñez. “Donde quiera que haya un cubano, se recordará que el 8 de septiembre es el día de la Virgen de la Caridad”, agregó.
Esta semana en Santa Clara, las peticiones a la Virgen, que muchos cubanos identifican cariñosamente como “Cachita”, son varias: mujeres que encienden velas para que la deidad les otorgue el don de la fertilidad, madres que suplican por la permanencia en Estados Unidos de sus hijos recién emigrados, familiares de enfermos que imploran por su recuperación. La imagen que preside el templo perteneció a Rosalía Abreu, la hermana de Marta Abreu de Estévez, y pasó por varias manos antes de ser donada al Obispado en 1997. Un año después, frente a esta misma Virgen oró Juan Pablo II en su sacristía privada durante su visita a la ciudad.
La oración de esa mañana del 2 de septiembre es para las personas que viven en soledad o pobreza. “Sé la esperanza de Cuba, haz renacer a tu pueblo”, proclaman las líneas de la plegaria. Cuando concluye la misa, muchos aprovechan estos días previos a la procesión del 8 para acercarse en silencio y entregar sus ruegos en un ambiente de mayor intimidad espiritual.
“Vengo a pedir por mi hermano, que tuvo una situación y está esperando el juicio”, especifica una joven devota que lleva consigo un manojo de cinco girasoles en la misma mano izquierda en la que usa una pulsera con cuentas verdes y amarillas que identifican el culto a Ifá. Esta cantidad específica de flores que incluso muchos creyentes suelen obsequiar a la Virgen no es casual, pues guarda una relación directa con el número con el que se manifiesta Oshún en el sistema de adivinación conocido como dilogún. “Para mí son la misma: Oshún es La Caridad, como dice la canción de Adalberto Álvarez. No le veo contradicción, son como las madres que, aunque te equivoques mil veces, siempre te darán refugio”, señala la mujer.
Si la Virgen es el referente católico de la madre de Jesús, para los practicantes de la santería, Oshún también representa la protección sobre los vientres fecundos y la maternidad. Encarna, a su vez, el arte de sanar con ternura, la sabiduría intuitiva y el poder matriarcal. En uno de los patakíes de la religión yoruba se cuenta que Oshún había sido relegada en la toma de decisiones por lo que decidió hacer que las mujeres se tornaran estériles. Tanto a Oshún como a La Caridad se les pide por la fertilidad o se les encomienda el feliz término de las gestaciones.
Justo en este santuario del Buen Viaje otra mujer con un niño en brazos ha venido desde el poblado Mataguá, en Manicaragua, para agradecerle por el fruto de su vientre. “El año pasado subí de rodillas estas escaleras cuando supe del embarazo, hoy vengo a darle gracias”, cuenta. “La promesa era ir al Cobre, pero el transporte está muy malo. De todas formas, la virgen está en todas partes y siempre la llevo colgada al cuello”.
En una de sus alocuciones en la provincia oriental en vísperas del 8 de septiembre de 2022, el arzobispo Dionisio García Ibáñez aseguró que es tan extendida la devoción por la Virgen que las personas suelen conservarla “en los lugares más increíbles” como billeteras, carteras, gavetas con recuerdos importantes o en las libretas de escuelas. “Es casi un carnet de identidad de cubano”, sostuvo.
Este 8 de septiembre, mientras la peregrinación de la Virgen recorra las calles de Santa Clara, en el centro del Condado, uno de los barrios periféricos de la ciudad que aún carga con el estigma de lo marginal, un grupo de santeros consagrados ha preparado un toque de tambor, una ceremonia festiva en honor al Día de la Patrona. Como cada año, su devoción se dirige tanto a Oshún como a La Caridad, en un cruce de creencias que, lejos de generar conflicto, revela la riqueza espiritual que cohabita en Cuba: donde lo sagrado se expresa en símbolos que dialogan, el refugio de los cubanos frente a sus múltiples vicisitudes cotidianas y al amparo de una misma figura maternal colectiva.