LA HABANA, Cuba – Si Manuel Anido va de compras al Corte Inglés junto a Ana de Armas y aparece en una revista de chismes con evidente desenfado, entonces nada puede extrañarnos que en La Habana Sandro Castro convierta su cumpleaños en el gran acontecimiento, y esta vez —como en una exhibición de músculos entre mafiosos— lo anuncia “a todo trapo”, con carteles donde su nombre y su imagen a gran tamaño no dejan dudas de que no le tiene miedo a nada ni a nadie, así como le importan un comino tanto la “contingencia energética” como las recientes jornadas “revolucionarias” de tributo a su difunto abuelo.
Sin importarle apagones ni fases recuperativas por ciclones y terremotos, haciendo sus necesidades fisiológicas sobre decretos-leyes que presagian hasta más de 72 horas sin electricidad y sordo de cañón ante los hipócritas llamados a la austeridad de un Partido Comunista (que probablemente aportará, de su propio cuerpo represivo, algún equipo de seguridad para cuidar al niño mimado), habrá fiestón en el Bar EFE este jueves 5 de diciembre.
Tampoco importa si México enviará más combustible, si Rusia convierte el edificio del Consejo de Estado en el cuarto de servicio del Kremlin, si la UNESCO y la UNICEF llegarán a tiempo con sus donativos de medicinas y alimentos, si Bruno Rodríguez Parrilla continúa de pedigüeño por el mundo con la cantaleta del “bloqueo”, porque lo más importante por estos días es que un intocable de la dictadura está de cumpleaños y se le ha antojado, además de obligar a sus invitados a vestir de blanco, regalar vino espumoso, tequila, cerveza y quién sabe si algo más que no es demasiado ni prudente ni “legal” anunciar en lo que el mismo Sandro Castro califica como “el evento del año”.
La gran celebración de La Habana que no serán las marchas contra Israel, ni siquiera las fastidiosas tribunas y actos públicos que, con el muerto de Fidel Castro por el medio como pretexto, sirven para justificar gastos excesivos de un presupuesto estatal del que ni siquiera se usa la mitad para lo que dicen que se usó, y si no preguntemos a los tantos “cuadros” y ex-dirigentes del PCC que hoy son dueños de MYPIMES, o de negocios como los del propio Sandro Castro, totalmente inmunes a auditorías, inspecciones e intervenciones fiscales.
¿De dónde sacaron los miles de dólares —no pesos cubanos, esos no sirven— que se necesitan en Cuba para abrir un bar, un restaurante, incluso la más humilde cafetería de esquina, el más improvisado quiosco de mala muerte? ¿Hay que creerles que los obtuvieron de algún buen amigo regalón, así como quieren hacernos creer que el socialismo algún día podrá ser próspero y sostenible a pesar del puñado de familias que, por la única gracia del apellido, parasitan y arruinan la economía cubana?
Así de poderoso ha de saberse Sandro Castro cuando nadie le ha advertido de las consecuencias de su anuncio en redes sociales, cuando ni siquiera ese que ahora administra la finca le ha aconsejado cuánto pudiera molestar al rebaño un alarde como este de la “fiesta del año”, que va más allá de lucir el Mercedes Benz de “un amigo”, y que habla a las claras de la hipocresía y la estafa de una dictadura que por una parte se sostiene a golpe de donativos, condonaciones de deudas, impuestos excesivos a emprendedores, remesas y, por la otra, ya ni se cuida de exhibir los privilegios de clase.
Sandro Castro, al igual que Manuel Anido, son el verdadero rostro de un régimen inmoral que solo tiene de “comunista” la etiqueta que le sirve para sacar provecho de esa izquierda mundial a la que aún le conviene creer en los mitos y símbolos que el castrismo ha construido en tanto es su negocio, su estrategia para crear alianzas externas que, entre tantas fechorías, le permitan pedir limosna y ofrecer brindis gratuitos al mismo tiempo; llorar por el bloqueo en Washington y pasar una temporada de shopping en Madrid.
Quizás, más allá de la ostentación, el principal argumento de Sandro Castro para esta súper celebración por su cumple, haya sido el sentirse retado por el hijastro del administrador de su propia finca, y viendo que ningún hipócrita del PCC ha salido a regañar al Manolito que anda al destape con Anita por Madrid, él se ha sentido con total libertad para pasárselos a todos por donde ya está harto de lamidos.
Probablemente, como regalo de cumpleaños, hasta termine su nombre como parte de una ley donde el 5 de diciembre sea declarado como de celebración nacional y obligatoria, a fin de cuentas esta “continuidad” que gobierna a fuerza de decretos, se ha atrevido con “iniciativas” más absurdas. Solo bastaría que ese detalle de acudir al Bar EFE vestidos de blanco no sea entendido por los comunistas más paranoicos como una disimulada convocatoria-homenaje a ese valiente grupo de mujeres, que a pesar de la represión, durante años ha salido todos los domingos a protestar contra la dictadura y por la libertad de los presos políticos.