LA HABANA.- Lo hicieron trabajar hasta sus últimos días, a pesar del cáncer que lo consumía desde hacía tiempo, pero es que Ricardo Cabrisas Ruiz, aunque probadamente servil, no era una pieza cualquiera del castrismo sino una de las pocas indispensables para un régimen de muy pocas luces en los asuntos que atendía el difunto, relacionados en especial con las deudas por pagar y los pocos inversionistas extranjeros, ingenuos y oportunistas, que iban quedando por engatusar.
Eso fue, en esencia, el “arduo trabajo” desempeñado por Cabrisas en sus años de servicio a la dictadura, incluso después de sustituido por enfermedad como ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera apenas en mayo de 2024. Pero se mantuvo en el ruedo, participando en delegaciones oficiales cuando pudo hacerlo, entrenando y vigilando de cerca a su viceministro primero, Oscar Pérez-Oliva Fraga, enseñándole habilidades de negociador que por naturaleza no tiene, aunque este lleve en la sangre la ambición de todos los Castro.
Pero, como igual sucedió con Miguel Díaz-Canel (que fue “lo que quedó” después de las destituciones de Roberto Robaina, Carlos Lage, Felipe Pérez Roque y todos los demás “elegibles” de Fidel Castro), Oscar Pérez-Oliva Fraga fue elegido para el papel de Cabrisas no porque le correspondiera de modo “natural”, sino por una fatal “coyuntura”.
Hasta julio de 2022 esas funciones estuvieron pensadas para Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, ex yerno de Raúl Castro y padre de su nieto preferido, pero la repentina muerte del zar de GAESA (que había sido debidamente entrenado como albacea de los Castro por Julio Casas Regueiro, verdadero genio creador del sistema económico y empresarial de las Fuerzas Armadas) cambió los planes, y a Oscar Pérez-Oliva Fraga le correspondió la suplencia como un verdadero “milagro”.
A Luis Alberto Rodríguez López-Calleja lo vimos, hasta unas pocas semanas antes de su fallecimiento, como presencia constante, lo mismo acompañando bien de cerca a Cabrisas que a Díaz-Canel en las giras internacionales y en el recibimiento de delegaciones extranjeras en La Habana, y aunque no le faltaban las mañas y garras suficientes para sustituir a su mentor de inmediato (tomar el lugar de Casas Regueiro igual fue un proceso de años), necesitaba de ese adiestramiento reforzado para moverse con soltura en ambientes muy distintos al de las FAR (de ordeno y mando), escenarios externos que solo unos pocos en Cuba han sabido manejar con la astucia que demanda llevar el control de las cientos de empresas off-shores y cuentas bancarias escondidas por ahí, más allá del banquito de Londres.
Entre los “astutos negociadores” de la dictadura no solo se contaban Ricardo Cabrisas y Lopez-Calleja —que sin dudas, con sus muertes han asestado dos golpes muy duros para el castrismo y su estructura netamente mafiosa en crisis— sino, también, el que ha sido, durante más de 40 años, el mayor y más importante de sus “conseglieri”, el abogado Rodolfo Dávalos, que ya sobrepasando los ochenta años de edad y con varios achaques, está pidiendo a gritos un remplazo. Porque todo indica que podría ser, entre los tanques pensantes, el próximo en partir al Más Allá.
Recordemos el papel que desempeñó Rodolfo Dávalos en el establecimiento y permanencia de la cadena Meliá en Cuba en los años 90, de la cual fue directivo por la parte cubana, también el manejo de absolutamente todos los litigios y demandas en cortes internacionales, así como su importancia decisiva en la creación de Ceiba Investiment Limited, un importante fondo de inversiones registrado en Guernsey en octubre de 1995, que articula a numerosas empresas europeas establecidas en la Isla.
Por ahora, en ese papel de “abogado del diablo” lo ha estado ayudando su hija, Lourdes Dávalos, desde Madrid, pero todo apunta a que se trata apenas de una colaboración provisional, y aunque desde sus tiempos en la universidad fue entrenada para heredar las funciones de su padre, algunos al interior del régimen no están muy convencidos de su desempeño, y por un asunto de confianza han enviado al joven abogado Manuel Anido Cuesta, hijastro de Miguel Díaz-Canel, a esa costosa beca en España de la que todos conocemos. Este giro en los acontecimientos igual puede interpretarse como un pago de gratitud, de Raúl Castro, por la lealtad del actual administrador de la Isla.
Esos encuentros en Madrid no son una casualidad ni asunto de afinidad política, mucho menos simples paseos a restaurantes y demás. Manuel Anido está siendo entrenado por los Dávalos para que ocupe el puesto del viejo, y en tal sentido ha sido matriculado en el Programa de Fiscalidad Nacional de la IE University Business School.
Peones útiles como Cabrisas, negociadores de cierto calibre, al castrismo le quedan pocos en activo. Quizás ninguno. Porque, a quienes lo piensan como ejemplo, les aseguro que el entusiasmo por Marino Murillo fue tan efímero como sus “reformas”, que a fin de cuentas solo sirvieron para dar a la gente un monigote al cual culpar una vez comenzaran a dar frutos (amargos) los paquetazos de la unificación monetaria y demás “lineamientos”.
De modo que, en realidad, Murillo nunca fue miembro de ese club de “mentes brillantes”, al que sí perteneció alguna vez, por ejemplo, Manuel Marrero Cruz, el único ministro designado por Fidel Castro que sobrevivió a la purga raulista del 2009, quizás por las dotes de negociador que lo volvieron imprescindible para los asuntos del turismo —según dicen quienes junto a él trabajaron—, o por su pasado como inversionista en GAESA.
(Digo esto último porque, como dato curioso, si revisamos bien las biografías de todos los “cuadros” que hoy se desempeñan en puestos claves del Gobierno, veremos que más de la mitad, incluso dentro de la Contraloría General —que no tiene facultad para auditar a GAESA— provienen de allí. Es decir, de cierto modo, GAESA es quien ha terminado controlando a la contraloría).
Pero, terminando con el asunto, más allá del octogenario Dávalos y del difunto Cabrisas, las mentes “negociadoras” del castrismo están en extinción o se han extinguido, y esa “cosa” similar a la inteligencia que ahora las está reemplazando, como fruto genuino de la mediocre “continuidad”, es la mejor prueba de lo perdidos que están allí donde, a pesar de la Inteligencia Artificial, no encuentran solución a nada y donde, según las recientes palabras del “brillante” Marrero Cruz: “los problemas están superando la capacidad de nuestros cuadros”.