Sin campo no hay país: una propuesta contra la hambruna en Cuba

Sin campo no hay país: una propuesta contra la hambruna en Cuba

La iniciativa pretende liberar la actividad agrícola para que nuestras fértiles tierras produzcan alimentos para el pueblo

Cuba, Agricultura, Sin campo no hay país
Campesino cubano con nasobuco (Foto: Internet)

LA HABANA, Cuba. – En días recientes, el viceprimer ministro Alejandro Gil Fernández anunció la apertura de una cuenta bancaria para que las personas naturales hagan donaciones “que serán destinadas a la producción de alimentos”. Parece esta colecta pública uno de los ajustes desesperados al Plan de la Economía de este año.

Si el verdadero objetivo de todos es evitar que la grave crisis de desabastecimiento que nos golpea desde 2018 se convierta en hambruna, sería buen momento para analizar una propuesta como “Sin campo no hay país”, de la Liga de Campesinos Independientes (LCI) y la Federación Latinoamericana de Mujeres Rurales (FLAMUR), cuyo objetivo es liberar de trabas la actividad agrícola para que nuestras fértiles tierras produzcan alimentos para el pueblo, que es en definitiva el que sufre el hambre.

Cinco aspectos demandan los campesinos al gobierno cubano:

  1. Libertad para la producción y distribución de sus productos.
  2. Libertad para fijar los precios de sus productos de acuerdo al mercado.
  3. Libertad para importar y exportar directamente, incluso de Estados Unidos, donde está comprobado que sus leyes no se lo impiden por su condición de campesinos independientes.
  4. Eliminar por diez años todos los impuestos a productores y procesadores de alimentos.
  5. Entregar títulos de propiedad permanente a todos los productores agrícolas.

Aunque la crisis económica de nuestro país es anterior a la pandemia, las afectaciones generadas por ésta la agudizarán aún más. Si durante sesenta años las decisiones encaminadas a llevar alimentos a la mesa del cubano no han dado resultado, sería bueno escuchar a estos campesinos, cuyo único objetivo es hacer producir nuestra fértil tierra. Como expresó recientemente Miguel Díaz-Canel: “Hay que tener valentía y tenemos que hacer las cosas diferentes, haciendo lo mismo no vamos a resolverlo, ni vamos a avanzar más”.

Es innegable el viacrucis de los cubanos para llevar alimentos a la mesa, así como de los campesinos para producirlos y comercializarlos de manera rentable, limitados como están por las absurdas leyes implantadas por el gobierno a través de su intermediario, la Unión de Acopio, cuyas disímiles sinrazones hacen disminuir drásticamente la disponibilidad de comida para el pueblo.

Con frecuencia me visita un amigo hijo de campesinos que además trabaja la tierra en la pequeña finca que heredó su esposa. Siempre se queja de las arbitrariedades e incumplimientos de Acopio. La empresa estatal les contrata el 80 % de las producciones (incluso establece lo que tienen que sembrar) y fija los precios (tan bajos que apenas cubren el costo). En ocasiones –por diversos motivos– no recoge los cultivos según lo pactado y estos se pierden en el campo, o, en el mejor de los casos, los recoge con retraso, cuando ya han comenzado a perder calidad. En los últimos años han incrementado la siembra de aguacate y mango -según alega- como estrategia para disminuir gastos y pérdidas.

“En la pasada temporada de mangos, como suele ocurrir, si no salgo a buscar compradores, se pudren en el suelo. Y eso, arriesgándome, porque solo tenemos permitido vender a Acopio, que paga una miseria. Además, compra cuando quiere. Por eso, para no perder la cosecha, le vendemos a discreción al sector privado, donde tenemos gran demanda por ser mango de clase. Lo mismo hacemos con el aguacate, la guayaba y el mamey. Si no, ¿de qué vivimos? ¿cómo sostenemos la finca?”.

Diosdeny Santana Madera trabaja en la Cooperativa El Corojo, ubicada en San Luis, Pinar del Río. Con su papá cooperativista (aunque no dueño de tierras) afirma que, aunque las cooperativas son en apariencia independientes, están bajo el férreo control del gobierno.

“Esta es una cooperativa de las que el Estado llama ‘fortalecidas’ (se siembra tabaco tapado para exportación, y por ende tenemos todos los insumos necesarios). Después de terminar la cosecha, los cooperativistas que tienen tierra propia pueden sembrar para autoconsumo, aunque no pueden vender. Pero a nosotros, que no somos dueños de la tierra –aunque la trabajamos y estamos sujetos a sus leyes– no nos permiten sembrar nada. Otro problema es el banco: presta dinero y cobra intereses (más los impuestos) aunque la cosecha no sea buena.”

Eduardo Díaz Fleitas, por su parte, es uno de tres hermanos que poseen trece hectáreas de tierra heredada de sus padres en Carretera de San Andrés, Entronque de Herradura, Pinar del Río. Me cuenta que durante unos años sembraron tabaco, pero las malas condiciones impuestas, en vez de ganancias, les reportaban deudas y pérdidas.

“Por eso dejamos de sembrar tabaco y decidimos dedicarnos a los cultivos menores. Pero como no permitimos los abusos e imposiciones de Acopio, no nos ofrecen ninguna ayuda, ni tampoco nos permiten vender libremente nuestras cosechas. Tenemos nuestras reses porque las criamos, las alimentamos y las cuidamos, pero el gobierno no nos permite disponer de ellas. Preferimos que se nos mueran de viejas antes que aceptar los abusivos precios que nos pagan por ellas”, indica.

El 19 de mayo, la sección Acuse de Recibo del diario oficialista Juventud Rebelde, mostró el caso de Lucindo Hidalgo Martínez, presidente de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) 17 de Mayo. El hombre cuenta que la Unidad Empresarial de Base (UEB) Holguín, de la Empresa de Ganado Menor (EGAME) aún no les ha pagado a 15 productores de esa CCS que le vendieron más de cuatro toneladas de ganado menor entre el 5 de julio y el 13 de septiembre de 2019.

“Todo ha quedado en explicaciones, investigaciones, promesas y plazos, pero no hay nada claro con el pago”, refiere.

También Acopio obliga a los campesinos a vender tres litros de leche por vaca, estén paridas o no. No tienen permitido vendérsela a particulares, como tampoco queso, mantequilla o yogurt. El gobierno compra las reses en usura, y, aun sin pagarle a los campesinos, las sacrifica y las vende en las shopping a precios inalcanzables para los trabajadores.

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Acerca del Autor

Gladys Linares

Gladys Linares

Gladys Linares. Cienfuegos, 1942. Maestra normalista. Trabajó como profesora de Geografía en distintas escuelas y como directora de algunas durante 32 años. Ingresó en el Movimiento de Derechos Humanos a fines del año 1990 a través de la organización Frente Femenino Humanitario. Participó activamente en Concilio Cubano y en el Proyecto Varela. Sus crónicas reflejan la vida cotidiana de la población.

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