Las infancias LGBTIQ+ en familias cristianas: «Me sentí un niño no deseado por Dios»

Desde que tengo uñas postizas me es más difícil todo. Admiro a mis amigas que saben desenvolverse con ellas. Nadie lo va diciendo por ahí, mucho menos las escritoras o periodistas que las tienen, ¡pero qué difícil es lavarse el culo con uñas puestas!
Escribir un texto en la laptop o mandar un mensaje en Whatsapp se convierte en una empresa complicada. Ese es el trancazo de mi gustazo.
Mi mamá menciona el hecho a sus amigas como una indisciplina que puede tolerar. Cuando mi papá se entere, desde los Estados Unidos, se va a echar a reír y me va a decir «candela». Tengo 28 años, si lo llego a hacer a los 16 probablemente la candela hubiera sido literal.
Yo fui un pájaro que quiso, desde su uso de razón, convertirse en actor. A los 7 años empecé a escribir poesías, cuentos y canciones. Ya a esa edad tenía un maletín lleno de títeres y marionetas, y daba funciones, con guión propio, a mis amiguitos del barrio.
Ese niño iba a ser un gran artista, y mis padres lo sabían. Pero el costo, en el cálculo de mis padres, era el sacrificio de mi heterosexualidad. Por eso prefirieron pagar, en vez de clases de teatro, un año de karate, y trocar la aptitud para la danza por clases de natación. ¿Cuánto dinero les habrá costado tratar de heterosexualizar en vano a su hijo?
Mis padres jamás me hubieran regalado 400 pesos mensuales para pagarme mi arreglo de uñas. El presupuesto anual de esas uñas sería de 4.800 pesos. Sin embargo, hasta hace no mucho, mi papá insistía en que aprendiera albañilería, carpintería o electricidad. Pagaría el doble y hasta el triple a un profesional para que me tutelara si fuera necesario. No es comparable, obviamente, la inversión en un oficio a la inversión en belleza. Pero mi padre los pagaría para mi nefasto vicio del tabaquismo o para cualquier otro fin que no sea el de engalanar mi pajarería.
Mi papá es un tipo culto, nadie piense lo contrario. De manera autodidacta llegó a dominar magistralmente más de 4 instrumentos musicales. Compositor prolífero y excelente arreglista, trovador y poeta, es el gran amigo de mi vida. Pero mi papá no estaba preparado del todo para mí. No estaba listo para un hijo tan libremente pájaro.
Mi mamá es toda ternura e inocencia. Se licenció en Educación Preescolar. No hay niño que no le sonría. No hay vecino que no la ame. El cristianismo evangélico llegó a su vida a los 23 años, en aquel crítico 1991, y le entró por los oídos hasta el corazón y los tuétanos. La doctrina cristiana se convirtió en su propia filosofía, y el conservadurismo extirpó de su alma una parte de su comprensión y de su humanidad. Por eso el hijo pájaro le desmontó la bondad de su sitio, y como hueso roto, lloró mi salida del clóset durante muchos años.
De niño temí convertirme en adulto. Mi hogar era un sitio armonioso, y no quise desafinarlo con mis pensamientos y proyectos sexuales «distorsionados».
Se conversó sobre el tema de la homosexualidad, y mi mamá insistió en que «esa gente tenía un demonio que los oprimía». Mi papá, cristiano pero alimentado con la savia de la vida marginal, no opinó igual. El consenso fue una negativa a la práctica de la homosexualidad por no formar parte del diseño de Dios.
Me sentí un niño no deseado por Dios. Un error del destino o a la omnisciencia divina. O simplemente que tenía «el demonio». Me fui por la segunda opción y el corolario fue traumático. Entre los niños cristianos, hijos de padres cristianos, era imposible conceptualmente la presencia de espíritus opresores. Ergo, yo no era hijo biológico de mis padres.
Me iba a llorar solo porque ellos no querían decirme en verdad dónde me habían recogido ni quiénes eran mis padres verdaderos. Me dolía muy profundamente no ser hijo en verdad de estos 2 que amaba con locura. Me paraba en puntas de pies al costado de su cuarto, aterrado, esperando escuchar la verdad sobre mi adopción.
La paranoia estuvo al menos 3 años conmigo. 3 años donde el niñito amanerado no podía más que escribir sus penas en un diario y llorarlas en el techo de la casa. El consuelo vino tras recibir una enseñanza pastoral a los 11 años, en la que instruyeron que los cristianos sí podían ser agobiados por demonios.
«Si soy hijo de Manuel y Adriana», pensé, aliviado. «Y eso es un demonio que en algún momento se irá».
De la experiencia ya he sanado. El demonio por lo visto se quedó y hoy nos llevamos muy bien. De él hice hasta años después un chiste. Les dije a mis amigos que un día pisé una brujería que estaba tirada en la línea del tren, una paloma muerta, y que recogí el espíritu de la paloma. Les dije que ahí nació mi pajarería.
Yo sueño con una sociedad donde las niñas no tengan que ir necesariamente a clases de danza y los varones a practicar judo. Donde cualquiera sepa cambiar un bombillo, tanto a hembras como a varones. Donde el varón que no sea bueno en los deportes, pueda defenderse con el arte, o pueda no defenderse con nada y no tenga que ser criticado ni ser la humillación de la clase o de la casa.
¡Qué gusto me hubiera dado bajarme de la guagua ayudado por un apuesto muchacho, al menos una vez!
Yo tenía miedo a ser adulto por no desarmonizar con el conservadurismo en que crecí, pero resulta que la nota que di terminó convirtiendo a los De la Cruz y los Pascuales en un jazz cubaneadísimo, una onda «Bacalao con pan» en versión de Harold López-Nussa.
Hasta hoy soy el primer pájaro de la familia por parte materna y paterna, la primera oveja de 6 colores.
Una sola cosa me pidió mi padre al declararme gay. Lastimosamente no la pude cumplir, por muy bien intencionada que vino. Me pidió que las personas no me distinguieran o recordaran primeramente por pájaro. No por eso antes que por buen músico, buen amigo, buen escritor o lo que fuera.
No, papá, la gente sabe que soy pájaro, y que soy un buen pájaro, uno de los duros. De los que narran escenas homoeróticas en sus relatos. De los que se pintan los ojos y de los que escriben textos como este, con mucha dificultad, por andar con uñas postizas.
Olavarria Noelia
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Manuel los Padres no saben que hacer cuando un hijo le sale gay. Yo te veo como un humano que tienes mucho talento. El amor nunca se va. Los Padres nunca pero nunca se deben dar por vecido tu eres su hijo y eso nunca va a cambiar por mas que traten. Si te aman tendran que aceptarte como eres. Si son Cristiano su deber es sequir orando por ti yo creo en mi Dios el hace milagros y es amor. Mi sentiments para ti es que te cuide y que signs cantando. El que te quiera te va aceptar como eres Manuel acuerdate que Dios te ama.
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