Dos historias de sexo pagado en Cuba, una convencional y otra extraordinaria

―¿Qué busca, amigo? ¿Buena comida, fiesta, chicas, chicos?
Muchas veces me confunden con un extranjero cuando camino por La Habana. Pálido, distraído, con una cámara fotográfica en la mano y una mochila sobre la espalda. Muchas veces me han ofrecido tabacos de contrabando, mujeres u hombres, con la misma facilidad y con igual fin de consumir. No importa si no soy extranjero. Una cámara en la mano sugiere ―incluso en el peor de los casos, si soy cubano― que hay grandes posibilidades de que tenga dinero.