tercios, pablo yankelevich
'Toilets', Peter Stackpole,1937-01

Presentación

En Tercios, la primera nouvelle de Pablo Yankelevich, se narran las cavilaciones corporales y afectivas de un joven de diecinueve años a pocos días de recibir una ileostomía (una cirugía que conecta la parte más baja del intestino delgado con el exterior del cuerpo). Es una historia de viaje y como tal pone en escena una transformación que no se limita al sistema digestivo, sino que alcanza los fenómenos que rodean una vida que se ve interrumpida de pronto.

Desde las problematizaciones físicas y espaciales que vienen con el acto básico de defecar, o con la imposibilidad de hacerlo, pasando por la reducción de la movilidad, las alteraciones sensoriales, con especial atención al olfato, hasta los cuestionamientos sobre la sexualidad y la masculinidad, Tercios ensaya formas de pensar el cuerpo en tensión con las expectativas hegemónicas, el saber médico y la relación con la tecnología.

Tercios (fragmento de novela): con el culo que tengo

 

Quiero quedarme en el baño de mi casa, mi aposento secreto: en los baños de la facultad retrababa la puerta y me sentaba en el inodoro, no para dormir ni para faltar, sino para estar solo.

 

Solo acá me quiero quedar. Solo, con calor, con un calor grande, pero común, con las manos en los huevos presionados y el apuro de cagar que no se va, no me suelta. Espera y no espera para salir: crea otro tiempo bajo mi piel nerviosa menos de diarrea que de algodones húmedos. No puedo evitar chuparme los labios y morderme la lengua.

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Con el culo que ahora tengo solo quiero habitar el baño y quedarme en el bidé lleno de agua helada. Veo el óxido acurrucado en los rincones del vidrio sobre la pared y me alcanza. Voy viendo los recortes de mi cara convenida sin exactitud en el espejo y no tengo que mirar para otro lado. Sigo en las gotas de mi transpiración que repican sobre el azul de la toalla en el piso, refuerzan una mancha de bordes puntiagudos y se multiplican en pasos, suelas, limas, chasquidos de fósforos, la puerta del horno que se rompió otra vez, las palabras apuradas de mi vieja, los gestos que sacuden a Karno y se despiden de mis hermanas.

 

Pero quizá este culo mío desaparezca y ya no tenga que ver nada de esto. Ni oír estos ruidos de salidas a los que me agarro y que no me ahorran la mierda metiéndoseme a través del cuerpo sin permiso; la que me devuelve al inodoro entre el desdén y la desmesura con la mandíbula en el temblor y la negación abscesada al fondo del conducto anal lleno de fístulas.

 

Cosa que contacte, hojas de papel higiénico, dedos, supositorios, roces con la carne hinchada y expuesta supura pus, saca sal, hila sudor, desarraiga sendos olores de mi memoria porosa en plaquetas, y me tuerce: mastico secreto uso no respiro la cabeza los huevos de tambor entre las rodillas, lo que viene no espera entra como implantes fecales.

 

Antes de tirar la cadena evoco la potencia de la fibra y las cucharadas de vaselina que trago a diario, pero no voy a meter la mano.

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