Oscar Lewis (1914-1970) es una de las personalidades más relevantes de la antropología sociocultural de mediados del siglo XX, por el impacto teórico y metodológico de sus trabajos en las discusiones acerca del fenómeno de la pobreza. Aunque su formación se produjo en academias estadounidenses, fueron sus prolongadas estancias etnográficas en asentamientos rurales y urbanos de países como Estados Unidos, México, España, India, Puerto Rico y Cuba lo que propició una reorientación de sus posturas epistemológicas, hacia una antropología sociocultural más holística e interdisciplinaria. Una reorientación cuyo foco de preocupación principal eran las inconsistencias, irregularidades e inestabilidades de las dinámicas internas de cambios culturales dentro de los sistemas sociales.
A este tono, su praxis disciplinar es difícil de ensasillar a modo de continuidad de alguna de las escuelas hegemónicas de pensamiento antropológico, al haber tomado, readaptado y mezclado las preocupaciones centrales de la antropología cultural norteamericana, entonces orientada a la identificación de los “patrones de cultura” y aspectos psicológicos de la personalidad,[1] bajo el impulso de la denominada “escuela de cultura y personalidad”. Como también, asumió las orientaciones principales de la escuela británica de antropología social, más interesada por el aspecto funcional, de organización y estructura de las relaciones sociales, en los grupos humanos de estudio.
Antropología de la pobreza (1959) y Los hijos de Sánchez (1961) son, probablemente, sus libros más conocidos y en donde se exhibió el núcleo duro de su teoría etnográfica y conceptos antropológicos, construidos desde México. En estos se incluye su formulación original de la “cultura de la pobreza”,[2] así como los métodos de las “autobiografías múltiples”[3] y de la “reinvestigación” o reestudio de una misma comunidad. La complementariedad entre cada uno ofreció una forma alternativa al método genealógico para lo que llamó los “estudios intensivos de una sola familia extendida”.[4]
La elección de las historias orales de vida como forma escritural preferida para la exhibición de los resultados finales del trabajo de campo se ha mantenido en un terreno de críticas metodológicas que suelen desconocer el amplio trabajo etnográfico detrás; uno complementado, además, por otros métodos, como el registro de “un día común”. Esto último, entre otras posturas, condujo a que sus libros fueran etiquetados como obras de “ficción” o de “gran literatura”.[5] Unas etiquetas tan reproducidas como cuestionables a la luz del desarrollo de la teoría etnográfica contemporánea, a empezar por las discusiones de la antropología posmoderna en torno a las formas escriturales de la autoridad etnográfica.
Por otra parte, las tensas relaciones y polémicas resultantes del choque de intereses con los nacionalismos estatales constituyeron un problema permanente que envolvió la publicación de sus libros en cada uno de los lugares donde realizó estancias. En México se creó un precedente de conflictos entre las representaciones del nacionalismo estatal revolucionario, con aspiraciones desarrollistas y de “modernidad”, con las representaciones generadas etnográficamente por Oscar Lewis acerca del universo de la pobreza y el impacto de las políticas revolucionarias. En lo adelante, el clímax de acusaciones dobles –como supuesto “agente del colonialismo y la CIA” y “comunista de opinión”– convirtieron sus libros en un asunto político, lo cual condujo a intentos reiterados de expulsión desde ese país y coacciones en otros, como España, en 1949.
A propósito de este último, en la península ibérica pretendió iniciar, probablemente, su primer proyecto con fines comparativos entre la cultura española y sus manifestaciones observadas en el poblado mexicano de Tepoztlán. Los estudios sobre este último inauguraron desde 1943 su primer proyecto antropológico a grandes escalas etnográficas. Precisamente, fueron estas expansiones de escalas, pasando de regionales a transnacionales, acompañado por cierto empirismo más o menos radical, lo que le condujo a fijar su interés por Cuba, el cual aparece declarado desde el estudio sobre la “cultura de la pobreza” en Puerto Rico.
Si bien dicho interés estuvo orientado a observar las variaciones de la “cultura de la pobreza” en diferentes contextos nacionales, a Oscar Lewis le motivaron intereses académicos mayores hacia el archipiélago caribeño. En un inicio, le interesaba contestar etnográficamente cómo se construiría la “cultura de la pobreza” en países con sistemas socialistas y qué hacía a Cuba un país diferente de otros socialismos. Más allá de registrar etnográficamente la vida bajo el socialismo, el interés mayor era estudiar las dinámicas internas del cambio social y cultural, vinculado con el fenómeno de las revoluciones[6] en estados que aspiraban a la construcción de sistemas nacionales, desarrollistas y modernos. En particular, se preguntaba si la Revolución cubana acaso estaría lejos de tomarse como una “experiencia uniforme”.[7]
Su hipótesis especulativa consistía en verificar si las condiciones subjetivas asociadas a la “cultura de la pobreza” podrían verse disminuidas en Cuba, ante la presunción de que las revoluciones socialistas lograrían abolir algunas de de sus características básicas, aún cuando no llegaran a eliminar la pobreza en sí misma. Con anterioridad al caso cubano, Oscar Lewis había considerado la “cultura de la pobreza” como una manifestación exclusiva de las “sociedades capitalistas estratificadas en clases y con un alto nivel de individualización”. En tanto que Cuba ofrecería la posibilidad de estudiar el impacto de una revolución en curso y rápidamente cambiante desde el ámbito de la vida familiar; considerado uno de los principales vehículos de transmisión de los “nuevos valores sociales y políticos”, así como uno de “los más importantes aliados” del Estado revolucionario.
Como antecedentes de este proyecto se encuentran sus tres visitas a Cuba. La primera, ocurrida en 1946, cuando aún bajo el sistema capitalista se interesó por estudiar las condiciones materiales de vida bajo la pobreza en una localidad rural del municipio Melena del Sur y, especialmente, en el asentamiento de Las Yaguas, situado en el municipio Luyanó, de La Habana. Este último era una de las llamadas “villas miseria”, “barrios de indigentes” o “llega y pon”. A su regreso, en 1961, constató altos niveles locales de integración institucional pero sin cambiar demasiado las condiciones materiales de vida. Las Yaguas estaba entonces en proceso de desmantelamiento y mudanza hacia los conjuntos habitacionales del nuevo reparto de edificios, llamado Buena Ventura, pero mejor bautizado popularmente como Las Yaguas de Mampostería. Durante el tercer viaje, ocurrido en 1968, fue cuando se concretó institucionalmente la posibilidad de realizar una etnografía amplia, bajo invitación y auspicios del Instituto Cubano del Libro, la Academia de Ciencias de Cuba y la aprobación del Gobierno.
Así, el llamado Proyecto Cuba inició el 20 de febrero de 1969, con una duración prevista para tres años.[8] En términos personales, se trató de la última estancia de Oscar Lewis en campo, hacia el final de su vida, cuando sus propuestas habían alcanzado cierto nivel de estabilización conceptual y metodológica. Como resultado, más que describir en términos binarios los “logros” y “fracasos” de la Revolución, la pretensión era aportar un conocimiento original sobre las dinámicas internas del cambio social y cultural en Cuba. No obstante, su proyecto fue cancelado de improviso por las autoridades estatales, el 25 de junio de 1970 y Oscar Lewis, señalado poco después como un ejemplo de “espionaje político, económico, social y cultural” de los Estados Unidos. El único material existente para consultas del total confiscado es la trilogía de volúmenes Cuatro Hombres, Cuatro Mujeres, Neigbohrs,[9]en donde se recoge un total de 1562 páginas en inglés, de ellas, 1189 traducidas al español, así como el libro The People of Buena Ventura. Relocation of Slum Dwellers in Postrevolutionary Cuba (Butterworth, 1980). Oscar Lewis murió poco después de la cancelación, en diciembre de 1970, como resultado de una insuficiencia cardíaca.
Las polémicas con respecto a la clausura abrupta del proyecto han sido terreno de análisis de otros investigadores, como Lillian Guerra. Un área menos explorada es qué repercusiones pudo haber tenido la formulación de este proyecto y su finalización sobre las percepciones estatales y estatus nacional de la antropología sociocultural, en contraste con la tradición etnológica. Tampoco ha sido puesta en relación la coincidencia de este hecho –¿excepcional?– con la también abrupta clausura del Instituto Nacional de Etnología y Folklore (INEF), en 1969. En el caso del Proyecto Cuba, Ruth Lewis analizó esta acción como parte de una “crisis general de los intelectuales” y del clima de espionaje de la Guerra Fría, lo que pareció justificar las sospechas mutuas sobre la labor y el rol social de los intelectuales y académicos extranjeros.
Aparte de estas cuestiones, la antropología de Oscar Lewis tocó varios temas de interés nacional, entre ellos, la transformación o cambio social entre la “pobreza” y lo “popular”; un área que era objeto fundamental de las retóricas oficiales y construcciones nacionalistas en torno a las nuevas categorías reconstituidas, de sectores “populares” o la “colectividad”. Bajo estas construcciones nacionales, se expandieron discursos que dieron por “erradicado” fenómenos como la pobreza y el racismo.[10] Este último, basado exclusivamente en la “eliminación” del racismo institucional a partir del socavamiento de sus bases estructurales.[11]
Si bien los años sesenta se habían caracterizado por una mayor apertura a discusiones e influencias intelectuales externas, a partir de la visita de científicos sociales e intelectuales, quienes produjeron libros de sus observaciones directas en el país, como Wright Mills (1960) y Jean Paul Sartre (1961), los años setenta inauguraron el inicio de un contexto de radicalización. A menudo nombrado desde la esfera artístico-cultural como el quinquenio gris, en este periodo las instituciones cubanas fueron redefinidas en el sentido de los términos del proyecto socialista y los intereses colectivos de la llamada “cultura del pueblo”. Un proceso en donde primaron los términos de la esfera ideológica, produciéndose un viraje hacia los “patrones del modelo cultural soviético”.[12] De esta tendencia no escapó la antropología nacional, en donde se hizo patente la influencia de la llamada escuela de etnografía teórica soviética. Como resultado del conjunto de circunstancias, se produjo entre finales de los años sesenta e inicios de los setenta, un cambio de orientación o giro de la disciplina nacional.
Hasta la actualidad, la antropología sociocultural es una disciplina que sigue sin gozar de “pleno reconocimiento social” en Cuba.[13] En adición, la influencia de Oscar Lewis ha sido poco sistematizada y valorada de acuerdo a su impacto, el cual, en cambio, ha sido reconocido por personalidades como el etnólogo Miguel Barnet, quien menciona las contribuciones del antropólogo al método de las historias de vida y en la perspectiva autobiográfica, desarrollada por él en sus propias investigaciones, como en Biografía de un cimarrón.[14] Mientras que para el antropólogo Pablo Rodríguez, Oscar Lewis ofreció un marco de referencia elemental para sus estudios acerca de la pobreza y la marginalidad en Cuba.[15]
El asunto latente aquí es hasta qué punto, cómo y cuánta de esa influencia ha permanecido imbricada en la práctica disciplinar y repercutido en la percepción estatal y estatus actual de la antropología sociocultural en el país. De manera que en este ensayo se perfilaron algunos de los intereses de una línea de investigación más amplia sobre el desarrollo de las antropologías nacionales, en donde una de sus líneas es el desarrollo de un análisis acerca de las contribuciones de Oscar Lewis y el desarrollo del Proyecto Cuba, en el contexto histórico del giro señalado de la disciplina y la construcción de una antropología sociocultural, en lo adelante.
La utilidad de este conocimiento rebasaría el marco geográfico de Cuba ante la ausencia significativa de una biografía intelectual de Oscar Lewis en donde se sistematicen sus datos biográficos en lengua castellana y analice, especialmente, la influencia de sus maestros de la escuela norteamericana –como Ruth Benedict, Ralph Linton, Abram Kardiner, entre otros– y su contraste con los rumbos propios, asumidos por su antropología. Por otro lado, en países como México, a excepción de autores como Eduardo Nivón y Ana Rosas Mantecón; Jorge Aceves y Claudio Lomnitz,[16] la ausencia de revisiones acerca de su obra es paradójica, cuando se le considera uno de los académicos extranjeros más influyentes y precursor de los estudios urbanos. Como tampoco han sido discutidas sus aportaciones con método de las “autobiografías múltiples” en contraste con los relatos de vida, elaborados sin entrecruzamientos por otros antropólogos, como Ricardo Pozas. Con otras palabras, se trata de cubrir una de las áreas y objetos más o menos relegados de la teoría antropológica contemporánea e históricamente ilegitimados en la disciplina cubana.
Notas:
[1] Ruth Benedict: El hombre y la cultura, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1967 [1934].
[2] La cultura o subcultura de la pobreza fue conceptualizada como una unidad de observación y registro de las condiciones materiales y espirituales de marginación, con expresiones culturales más o menos fijas que se transmiten por generaciones y ofrecen mayor resistencia al cambio.
[3] Las “autobiografías múltiples” o “técnica al estilo Rashomon” consiste en ver a la familia a través de los ojos de cada uno de sus miembros a través de las historias de vida, contadas con sus propias palabras. Un enfoque que Oscar Lewis defendió por permitir una exploración directa, humana y emocional con la gente, la cual raras veces aparecía transmitida en la “jerga formal de las monografías antropológicas”.
[4] Oscar Lewis: Antropología de la pobreza. Cinco familias, Fondo de Cultura Económica, México D. F., 1975 [1959]; Los hijos de Sánchez. Autobiografía de una familia mexicana. Joaquín Mortiz, México D.F., 1978 [1961].
[5] Ricardo Pozas: “La pobre antropología de Oscar Lewis”, Revista de la Universidad de México, 1961.
[6] Cabe precisar que el interés de Oscar Lewis por el estudio de las revoluciones se originó en México. El interés por la cubana aparece declarado en ese país, en el estudio con Pedro Martínez.
[7] Oscar Lewis y Susan R. Rigdon: Viviendo la Revolución: Cuatro Hombres. Una historia oral de Cuba contemporánea, Joaquín Mortiz, México D. F., 1980 [1977]; Vivencias durante la Revolución cubana: Cuatro Mujeres. Una historia oral de la Cuba contemporánea, Plaza&Janes Editores, Barcelona, 1980 [1977].
[8] Lillian Guerra: “Former Slum Dwellers, the Communist Youth, and the Lewis Project in Cuba, 1969–1971”, Cuban Studies, vol. 43, pp. 67-89, 2015.
[9] Los títulos en inglés son mantenidos para resaltar la ausencia de traducciones disponibles en español de los libros originales.
[10] José Luis Rodríguez García y George Carrizaro Moreno: Erradicación de la pobreza en Cuba,Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987.
[11] VV. AA.: Las relaciones raciales en Cuba: estudios contemporáneos,Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2010.
[12] Sergio Valdés Paz: La evolución del poder en la Revolución cubana. Tomo I, Roxa Lexemburgo Stifung, Ciudad de México, 2017.
[13] Niurka Núñez González: “Introducción. Hacia una historia otra de la antropología en Cuba”, en Niurka Núñez González (coord.), Antropología Sociocultural en Cuba. Revisiones históricas e historiográficas. Tomo I, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, La Habana, 2020, p. 23.
[14] Miguel Barnet: “«Ni epígono de Oscar Lewis ni de Truman Capote». Yanko González, entrevista a Miguel Barnet”, Revista Austral de Ciencias Sociales 13, pp. 93-110.
[15] Pablo Rodríguez Ruiz: Los marginales de Alturas de Mirador. Un estudio de caso, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2011.
[16] Eduardo Nivón y Ana Rosas Mantecón: “Oscar Lewis revisitado”, Alteridades, vol. 4, núm. 7, 1994, pp. 5-7; Claudio Lomnitz: “Prólogo”, en Oscar Lewis, Los Hijos de Sánchez. Autobiografía de una familia mexicana/Una muerte en la familia Sánchez, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2011, pp. 7-21; Jorge Aceves Lozano: “Oscar Lewis y su aporte a las historias de vida”, Alteridades, 4 (7), pp. 27-33, 1994.
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