Hay películas que parecen buenas y son malas. Confunden y desorientan tanto como la hipocresía entre los hombres. Propiedad privada pretende ser original y atrevida y, en el fondo es convencional y truquera. Desarmemos la película para descubrir dónde están las bisagras.

La vida norteamericana ha producido un monstruo: la mujer que lo quiere todo: amor, dinero, pasión, comodidades y aventuras. Este tipo de mujer es la propiedad privada de los hombres que ganan más de 15 000 dólares anuales. Hay que mantenerlas como flores de invernadero. “Si los obreros supieran lo que cuesta mantener a un mujer bella y elegante —afirma con ironía Truman Capote— ya se hubiesen rebelado contra sus explotadores”.

Ann (Kate Manx) es una rubia platinada de este tipo. Vive en una moderna residencia con piscina en uno de los barrios elegantes de las afueras de Hollywood. Un día dos jóvenes delincuentes ven pasar a Ann en un Corvette blanco y la siguen. Se introducen ilegalmente en una casa vacía al lado de la casa de la rubia sexuada. Desde una ventana observan cómo se baña en la piscina con “un gorro azul de baño y eso es todo”. Caminan por encima de un mullido sofá y se sientan a vigilarla: contemplan cómo llega a la casa el marido. Ann cruza las piernas para provocarlo, pero él está cansado y la rechaza. El marido piensa sólo en vender seguros mientras ella pasea ante él como un animal aburrido en busca de excitación sexual. Los jóvenes que miran desde la ventana comprenden que la mujer está frustrada y se proponen seducirla y violarla.

Esa noche después de la comida el marido le explica a su mujer que está a punto de vender una póliza de 200 000 dólares, que se comprarán un yate, que invertirá en la bolsa adquiriendo acciones sólidas. Mientras habla de sus sueños de hombre de negocio los delincuentes se introducen en el garaje y se sientan en el Corvette blanco. Aspiran el residuo de perfume que todavía perdura en el auto: “Este perfume debe valer por lo menos a doce dólares el chorrito”.

Esa noche el marido se duerme antes de que su mujer salga del baño en su nuevo y provocativo negligé.

Los parias sociales que se introducen como una cuña en la vida privada de la mujer frustrada y el hombre de negocio impotente son elementos dramáticos y perturbadores. Estos tipos son una constante en la literatura norteamericana, son los hombres que no aceptan los rígidos moldes de the American way of life. Se niegan a ser negociante y ponerse ropa limpia todos los días y luchar por abrirse paso en un sistema cruel de competencia donde triunfa el más astuto. Estos tipos pueden ser positivos, como en el caso de Huckleberry Finn de Mark Twain y en el del escritor Thoreau. O pueden ser negativos, como en el caso de los gángsters y los delincuentes juveniles.

Los dos parias son adolescentes que se niegan a convertirse en hombres y someterse a la disciplina de la sociedad. Son los fugitivos de la sociedad norteamericana. Ben (Corey Alien) y Boots (Waren Oaks) odian la vida burguesa y al mismo tiempo se sienten atraídos por sus ventajas económicas. Quieren las ventajas económicas sin someterse al régimen de trabajo y a la moral burguesa.

Ben, además, odia a las mujeres. Se decide a seducir a Ann para dejar que su amigo consuma la seducción. Boots es tímido y torpe y feo. Quiere que su amigo Ben le encuentre una mujer. “Me estoy reservando para cuando me case”, explica Boots con pudor infantil. Ben odia a la mujer que está seduciendo para su amigo. Se hace pasar por un jardinero para acercarse a la rubia platinada. Hay un momento en que le dice a su amigo: “Ella es una vaca, tiene ojos de vaca y da leche como una vaca”.

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La relación entre los amigos está ensombrecida por el homosexualismo. Ben le dice a su amigo que este no ha conocido mujer porque está esperando “a un hombre rico” para que lo mantenga. Este también es un tema corriente en la literatura norteamericana en los últimos veinte años (Traman Capote, Tennessee Williams, William Inge). La crueldad de la sociedad y la agresividad de la mujer están debilitando al hombre en Estados Unidos.

En la escena final Ann grita cuando descubre que el hombre que está a su lado en la cama es Boots en lugar de Ben. Boots se asusta y le dice: “Sólo quiero mirarte la cara. Por favor no le digas nada a mi amigo”.

Ann se escapa y se encuentra con Ben llorando en el portal porque ella se le entregó sin mirarle la cara, cerrando los ojos como si estuviera cometiendo una indecencia: “Yacías en la cama como una diosa. Como si fueras mejor que yo”.

Boots sale corriendo para defender a Ann y Ben lo mata cuando caen luchando en la piscina… Llega el marido y manda a su mujer a buscar la pistola que guarda en la mesa de noche. Ella llega mientras ellos están fajándose y dispara y mata a Ben.

Ann se salva porque los delincuentes eran unos degenerados sexuales. Esto, sin embargo, no absuelve por completo a la rubia provocativa. Tarde o temprano le será infiel a su marido. Ann buscará nuevas emociones y aventuras para no aburrirse.

Veamos ahora los trucos de Propiedad privada. Es una mezcla de muchos ingredientes comerciales viejos ya en el cine. La impotencia del marido que se queda dormido frustrando así a su esposa ha aparecido miles de veces en el cine desde, por ejemplo, Extasis. El sadismo del hombre que entrega a su amigo la mujer que seduce para sí es el tema de La neige était sale (La nieve está sucia) basada en una novela de Simenon. La escena final de la lucha y muerte en la piscina es una repetición del final de Sunset Boulevard. Los delincuentes juveniles, por otra parte, ya se han convertido en un género cinematográfico en Hollywood.

La falsa originalidad de la película es ridícula. Fotografiar al delincuente desde abajo para crear una impresión grotesca de fuerza es un truco barato. Hay dos momentos en que fotografían a Ben desde abajo para agrandarle la mandíbula y achicarle los ojos y la frente. La conversación principal entre Ben y Ann está hecha exclusivamente con close-ups en lugar de alternar presentándolos juntos en la misma toma.

Hay un momento en que la fotografía y la sicología se unen con efectividad: ella se emborracha y deja el vaso vacío de bebida en una mesa delante de la cámara que los desfigura a través del cristal mientras bailan juntos. Esto crea una impresión de sensualidad y fusión. Recuerda la fotografía de El ciudadano de Orson Welles. Es la mejor toma de la película.

Propiedad privada se ha anunciado como una obra equivalente a las producidas por la Nueva Ola francesa. Esto es falso. La novedad de Propiedad privada es un truco comercial. Es una originalidad sólo aparente. En el fondo son los mismos trucos del cine convencional norteamericano con ligeras modificaciones y exageraciones. Después de Baby Doll, De repente en el verano y Anatomía de un crimen, Propiedad privada es una pobre repetición.

El film le costó sólo 60 000 dólares al director Leslie Stevens. La filmó en su propia casa y utilizó a su mujer de protagonista.

Propiedad privada es una película barata por el costo de la producción y por la calidad cinematográfica.


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