El caso Munro y la cultura del silencio: ¿cómo leer a una madre ilustre que encubrió abusos sexuales contra su hija?

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Alice Munro (1931-2024), escritora canadiense
Alice Munro (1931-2024), escritora canadiense (FOTO Axel Oberg/TT News Agency / Vía: www.thecut.com)

La extensa y celebrada obra de Alice Munro, Premio Nobel de Literatura 2013, y merecedora de epítetos como “la maestra del relato breve contemporáneo” o “la Chéjov canadiense”, es por estos días objeto de un inesperado debate que podría provocar un vuelco radical en cómo es percibida la autora y sus historias brillantes y conmovedoras.

El pasado 8 de julio, menos de dos meses después de la muerte de Munro a los 92 años, Andrea Robin Skinner –la hija más joven de la escritora y su primer esposo, Jim Munro– publicó en The Toronto Star un ensayo testimonio en que dio a conocer que su madre y su familia sabían de los abusos sexuales que ella sufrió a manos de su padrastro cuando era menor de edad, y que decidieron no apoyarla y ocultar los hechos bajo un manto de silencio.

“Una de las historias más tristes en las que he trabajado. Gerald Fremlin abusó sexualmente de Andrea Skinner cuando era una niña. Cuando su madre se enteró, lo eligió a él antes que a su hija. Su madre era Alice Munro”, comentó en X el editor del diario canadiense Richard Warnika.

 “La confesión de Andrea ha dejado en shock a la comunidad lectora de Munro”, dijo a El País este 13 de julio la escritora española Elvira Lindo. “Hay algo íntimo que se ha roto. Los lazos que se establecen con una obra literaria no se basan solo en la excelencia en la escritura, como se quiere hacer creer; sería pobre y falso reducirlo a eso”.

En 2013, cuando el mundo veía a Munro recibir el Premio Nobel, la autora de Demasiada felicidad afirmó que su vida era ordinaria y feliz. Ese mismo año murió su esposo: el agresor de la hija.

“Munro no está cancelada, pero sus lectores, sus muchas lectoras, al menos en estos primeros momentos, tal vez tomen cierta distancia, o puede que vuelvan a leerla, como ya se está haciendo desde algunas tribunas canadienses, añadiendo ese factor a la interpretación de sus extraordinarios cuentos”, agregó Elvira Lindo.

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Andrea Robin Skinner, hija de la escritora canadiense Alice Munro
Andrea Robin Skinner, hija de la escritora canadiense Alice Munro (FOTO Vía: queleerlibros.com)

En el relato de Munro “Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio” hay una hija que rechaza el vínculo con la madre y regresa mucho después para decirle: “te perdono”. El texto habla también de “la contención, la negación, la suplantación del dolor por la risa, por el olvido fácil. Por capas y capas de silencio”, escribía Soledad Puértolas hacia 2014 en un artículo de El País colmado de entusiasmo sobre la literatura de una de las escritoras canadienses más queridas de todos los tiempos.

Otro cuento, “Silencio”, del libro Escapada trata el asunto de la relación entre madre e hija desde el punto de vista de la primera. “Aunque es el hilo conductor del relato, la mano de Munro nos guía por un laberinto de relaciones sentimentales, que lo abarcan todo”, reseñaba Puértolas.

Habrá que ver si las historias de Munro, que muchos han calificado –en un sentido amplio– como enigmáticas o policiales, que tanto se han celebrado justo por esa cualidad misteriosa, porque no develan las causas detrás de la tensión que recorre a sus personajes…, habrá que ver si continuarán siendo leídas sin la sombra que ahora envuelve a la autora nacida en Ontario.

Al respecto ha reflexionado la novelista Rebecca Makkai (finalista del premio Pulitzer) en un artículo para Los Angeles Times. Se pregunta si a partir de ahora será posible dividir esta historia terrible de la trascendente escritura de Munro, quien “en ocasiones exploraba tumultuosas circunstancias domésticas y repentinos distanciamientos”.

Makkai señala además que mucho del misterio, de lo insondable en los personajes de Munro, podría empezar a verse ahora como confesiones a medias. Ciertamente, los lectores de Munro han disfrutado por años su manera de construir los personajes, los ambientes y las tramas alrededor de un secreto que no terminaba de emerger, de hacerse comprensible. Pero, ¿seguirá habiendo secreto?

Douglas Gibson, editor de Munro en McClelland & Stewart, sello absorbido por Penguin Random House Canadá, escribió en un correo electrónico enviado a The New York Times que “conocía el distanciamiento entre Munro y su hija, y que se enteró del motivo de la ruptura en 2005”. Admitió incluso que entonces, para él, “quedó claro cuál era el problema, al revelarse todo el vergonzoso papel de Gerry Fremlin”.

En 2005, Andrea Skinner, quien ahora tiene 58 años, denunció por fin a su padrastro ante la policía. Gerald Fremlin se declaró culpable para alcanzar un acuerdo; fue condenado a dos años de prisión provisional y se le impuso una orden de alejamiento de menores de 14 años, recapituló The New York Times.

En aquel momento el marido de Munro tenía 80 años. Ella siguió a su lado hasta que Fremlin murió en 2013. “Gracias a que conservé muchas de las cartas que Fremlin me envió, se consiguió esa sentencia”, afirmó Andrea Skinner en The Toronto Star. “Me sentí satisfecha. No quería que lo castigaran. Creía que era demasiado viejo para hacerle daño a nadie más. Lo que quería era algún registro de la verdad, alguna prueba pública de que yo no merecía lo que me había pasado”.

Alice Munro (1931-2024) (FOTO X / Vía: zendalibros.com)
Alice Munro (1931-2024) (FOTO X / Vía: zendalibros.com)

“Saber que un hombre puede llamar a una niña de nueve años rompehogares y que su mujer, su madre, estará de acuerdo, es todo lo que necesitas saber para entender a lo que se enfrentan las niñas desde el primer día”, expresó en X la escritora y periodista estadounidense Lydia Kiesling, quien considera las cartas del agresor como “profundamente repugnantes” y “condenatorias para todas y cada una de las personas que las leyeron y no hicieron nada”.

Luego de darse a conocer el testimonio de Andrea Skinner en The Toronto Star, dos de sus hermanos, Jenny Munro (tercera hija del matrimonio Munro) y Andrew Sabiston (hijo de Carole, la segunda esposa de Jim Munro), quienes antes se mantuvieron distanciados de ella por mucho tiempo, han publicado sendos relatos en primera persona en apoyo a la víctima.

El biógrafo de Alice Munro, Robert Thacker, reconoció en declaraciones al diario neoyorquino que, justo cuando el libro iba a imprimirse en 2005, recibió un correo electrónico de Skinner en el que describía los abusos sexuales que había sufrido. “Creo que ella quería que lo incluyera”, apuntó Thacker. Pero, según el Times, dijo que para entonces el libro ya estaba terminado y que llegó a la conclusión de que como biógrafo literario no le correspondía “ahondar en la tensa historia familiar”.

En 2008 se reunió de nuevo con Munro para entrevistarla de cara a una versión actualizada de la biografía. Ella le pidió que apagara su grabadora para poder hablar sobre la historia de Skinner. “Fue una de las cosas más tristes de su vida”, dijo Thacker a The New York Times.

“Escuché que Alice estaba sorprendida cuando se enteró. ¡Yo desde luego estaba conmocionada!”, declaró a su vez Margaret Atwood, amiga de Munro y la otra gran escritora canadiense en nuestros días.

“Todo lo que puedo añadir es que (Munro) no era muy adepta a la vida real. No estaba interesada en cocinar o cuidar el jardín o nada de eso. Creo que para ella era un estorbo, más que una terapia, como para otros”, dijo a The Toronto Star la autora de la celebrada novela El cuento de la criada

En un correo dirigido a The New York Times, Atwood dejó otra pista sobre la esfera íntima de Munro: “Creo que pertenecían a una generación y a un lugar que escondía las cosas bajo la alfombra”.

Sheila Munro, hermana de Skinner y autora del libro Lives of Mothers & Daughters: Growing Up With Alice Munro (Vidas de madres e hijas: Creciendo con Alice Munro, un libro que casi no menciona a la hermana menor), declaró a The Toronto Star que, aunque la familia piensa que es importante compartir la historia de Skinner, no cree que las revelaciones deban restar valor al legado literario de su madre. “Sigo pensando que es una gran escritora, se merecía el Nobel. Dedicó su vida a ello y manifestó un talento y una imaginación asombrosos”, subrayó.

 
 
 
 
 
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La Western University, donde estudió la escritora, decidió suspender temporalmente la cátedra que lleva su nombre mientras reconsidera “el legado de Munro y sus lazos” con la institución, informó para el mundo hispano la agencia de noticias EFE.

Por otra parte, la localidad de Clinton, donde Munro pasó gran parte de su vida, está reconsiderando si debe permanecer en una de sus plazas el monumento instalado en honor a la Premio Nobel de Literatura.

La narradora estadounidense Joyce Carol Oates ha sido otra de las personalidades destacadas del medio que ha salido en apoyo de la hija de Munro: “compasión por la hija maltratada, consternación y repugnancia por los adultos que no la protegieron, esperanza de que el debate y la difusión masiva de los delitos ayuden a otras víctimas”, escribió en X.

“Vivimos en un mundo de celebridades que tiende a ver figuras como Munro como intachables”, comentó la periodista canadiense Jessica Johnson a The New York Times. “Pero a la verdadera Alice Munro no creo que ninguno de nosotros la conociera”.

A sus 25 años, Andrea Skinner le habló abiertamente a su madre sobre la agresión, luego de que esta escribiera un relato acerca de una hija que se suicida tras sufrir abusos de su padrastro. “Reaccionó exactamente como pensaba que haría, como si se hubiese enterado de una infidelidad”, explica la hija de Alice Munro. Según el testimonio, la escritora abandonó entonces durante un breve periodo a Fremlin: “no por los abusos sexuales que había cometido”, aclaró, “sino por haberle sido infiel”.

En 1976, Andrea Robin Skinner, de nueve años, fue a pasar las vacaciones con su madre y el marido de ella. Mientras la escritora se encontraba fuera, Fremlin se metió en la cama de la chica y abusó de ella. “Yo estaba dormida y me agredió sexualmente”, reveló Skinner. “Era una niña feliz y curiosa”. 

La pequeña Andrea no dijo nada hasta que terminó el verano y volvió a casa de su padre, Jim Munro (condecorado con la Orden de Canadá por méritos culturales). La niña se lo confesó a uno de sus hermanos, que la impulsó a hablar con su madrasta. Esta se lo contó al padre quien, según Skinner, decidió no decir nada y seguir mandándola cada verano, durante años, a la casa de Fremlin y Alice Munro. “La incapacidad de mi padre para tomar una decisión que me protegiera me hizo sentir que yo no formaba parte de ninguna de las dos familias. Estaba sola”, añadió la testimoniante en The Toronto Star.

 
 
 
 
 
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Durante años, en las vacaciones, su padrastro continuó abusando de ella: por ejemplo, le mostraba sus genitales cuando iban en el auto, le hacía comentarios sexuales y le hablaba de otras menores que le gustaban, y también le decía en detalle cuáles eran las necesidades sexuales de su madre, explicó la hija de la célebre escritora: “En ese momento no sabía que eso era un abuso”.

Cuando Andrea tenía 11 años, unos antiguos amigos de Fremlin le contaron a Alice Munro que su pareja le había mostrado los genitales a su hija. “Él lo negó y cuando mi madre me preguntó si me había pasado a mí, Fremlin le dijo que yo no era su tipo”, relató Skinner en un texto cuyos ingredientes y circunstancias pertenecientes a la vida real evocan algunas de las tramas de ficción que dieron prestigio a Munro. “Delante de mi madre dijo que en antiguas culturas se consideraba normal que los menores aprendieran de sexo a través de relaciones sexuales con adultos. Mi madre tampoco dijo nada. Yo miré al suelo, me daba vergüenza que me viera ponerme roja”.

Ahora, casi medio siglo después, Andrea Robin Skinner se dedica a ayudar a menores que han pasado por traumas similares al suyo.

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