septiembre 27, 2024

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Veinte horas de apagón, y aquí no ha pasado nada

El régimen ha terminado sacando provecho de la crisis energética, que le sirve de pretexto para su pedigüeñería crónica y para obtener otros réditos.
Cuba, apagones, termoeléctricas
Apagón en La Habana. (Foto: CubaNet)

LA HABANA, Cuba.- La descarga, por fin, de un barco de combustible que llevaba días atracado en puerto cubano a la espera de pago, ha reavivado vagamente la esperanza de esa parte de la población que cree que los durísimos apagones de hasta 20 horas diarias se deben al déficit de carburantes. Es comprensible que piensen así, porque reconocer que el verdadero problema radica en que las termoeléctricas no sirven, ni servirán, es admitir que de un momento a otro Cuba entera será tragada por la oscuridad, quién sabe por cuánto tiempo.

La semana pasada circuló en redes la terrible noticia de que el hospital municipal de Vertientes, provincia de Camagüey, se quedó sin fluido eléctrico teniendo averiada, además, la planta generadora para casos de emergencia. El corte comprometió la vida de pacientes en la sala de terapia y, aunque no se sabe cuánto tiempo duró la contingencia en el centro de salud, sí trascendió que el apagón duró quince horas consecutivas en ese municipio.

Los reportes diarios acerca del déficit de generación no son como para hacerse ilusiones, mucho menos cuando se habla del “sacrificio financiero” supuestamente realizado por el régimen de Díaz-Canel para pagar el combustible que debería ofrecer algún alivio a la situación. El discurso varía dentro de sus márgenes, cada vez más estrechos, para fantasear. Si antes se hablaba de soluciones para mover la confianza y la paciencia del pueblo, hablar de sacrificios implica que hay que estar agradecidos en vez de quejarse tanto.  

Cada vez que un ministro u otro funcionario comparecen en televisión para dejar claro que la crisis no va a amainar, lo hace con hastío y cierta prepotencia, como si la responsabilidad por el desmadre actual no fuese del gobierno. Aunque culpen al “bloqueo” estadounidense, se sabe que en 2015 Rusia concedió un crédito de 1.200 millones de euros a la Isla para la construcción de cuatro unidades de generación eléctrica de 200 MW cada una: tres para la central térmica “Ernesto Che Guevara”, en Santa Cruz del Norte, y una para la central termoeléctrica “Máximo Gómez”, en la localidad de Mariel.

Se desconoce en qué fueron empleados esos millones, pero en junio de 2022 Díaz-Canel visitó la central de Santa Cruz en medio de la crisis energética, y la prensa estatal dio cuenta del funcionamiento de dos unidades “modernizadas” que, en su conjunto, ofrecían una capacidad de generación de 295 megawatts. Es decir, siete años después de concedido el crédito ruso, una de las infraestructuras que serían beneficiadas no solo formaba parte del problema, sino que generaba 300 megawatts menos de lo proyectado.

Dos meses más tarde, los funcionarios del Ministerio de Energía y Minas declararon que para recuperar totalmente cuatro importantes unidades de generación cuyas averías habían llevado a un nivel crítico la situación energética, se necesitaban 255 millones de euros que Cuba no tenía. La solución, entonces, fue continuar con un programa de remiendos que se extiende hasta hoy, cuando se habla nada menos que de diez mil millones de dólares y un período de diez años para reparar en su totalidad las termoeléctricas cubanas, que tienen más de cuarenta años de explotación con una base tecnológica obsoleta.

En mayo de 2023, el director de Generación Térmica de la Unión Eléctrica de Cuba dijo que se habían destinado 18 millones de euros al mantenimiento de la central “Antonio Guiteras” aunque, precisó, esa alta suma no sería suficiente para llevar a cabo su mantenimiento capital, de modo que podrían producirse nuevas roturas, como en efecto ha sucedido.

Ni el raspado de calderas, ni la limpieza de tubos, ni los parches en las turbinas han sido efectivos para mitigar el problema que mantiene a los cubanos en un interminable malvivir y a la economía casi en cero. Sin embargo, llama la atención que en mayo de 2022, cuando supuestamente no se contaba con el dinero para rehabilitar adecuadamente las cuatro unidades averiadas, Habanos S.A. dio a conocer que el país ingresó 545 millones de dólares por concepto de exportación tabacalera, mientras que entre 2021 y 2022 el níquel y el cobalto reportaron ingresos superiores a los 775 millones de dólares, según el diario Resumen Latinoamericano.

Incluso sin contar con la recaudación por el alquiler de profesionales de la salud y lo que haya podido aportar la decadente industria turística cubana en esos años, a partir de los rubros mencionados hubiera sido posible obtener los 255 millones de euros que habrían permitido estabilizar el sistema energético nacional. Las decisiones fueron otras, obviamente, desconocidas para el pueblo cubano, y ajenas al interés por mejorar las infraestructuras del país.

Lo que sí se sabe es que la Torre K, financiada por el conglomerado militar GAESA, no costará menos de 200 millones de dólares y su construcción no se detiene, como tampoco se detienen las giras por “objetivos económicos” del primer ministro, Manuel Marrero. En un país sin combustible y, presuntamente, sin dinero, ¿a cuánto ascendió el gasto de la gira inútil por las termoeléctricas que Díaz-Canel realizó en 2022? ¿Cuánto cuestan las visitas de Marrero a lugares donde su presencia no es necesaria, o los festivales gourmet de Liz Cuesta Peraza?

El régimen ha terminado sacando provecho de la crisis energética, que le sirve de pretexto para su pedigüeñería crónica y para obtener otros réditos. No hay que olvidar que en 2022 los cortes de luz dispararon la compra de plantas eléctricas a través de plataformas online y agencias de envíos que operan en Miami, algunas vinculadas con la dictadura cubana.

También es cierto que las largas horas sin corriente ponen rabioso al populacho, pero el régimen sabe que, en el peor de los casos, siempre tendrá la opción de sacar a las tropas especiales, reducir temporalmente los apagones de veinte a doce horas diarias, vender cualquier subproducto que pase por comestible, plantar un bafle con “La Totaila” a todo dar, y aquí no ha pasado nada. 

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

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Javier Prada

La Habana, 1979. Graduado de Lengua Inglesa por el Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”, durante ocho años fue maestro en los niveles de enseñanza Medio y Superior, donde también debió impartir clases de Historia de Cuba debido al déficit de personal docente. Desde 2014 se desempeña como profesor particular de inglés. En su tiempo libre se dedica a la pesca y el dibujo. Actualmente incursiona en la prensa independiente.
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