Vivía en Las Palmas, a siete kilómetros de mi casa, aunque la primera vez que lo vi fue en un ensayo teatral donde no interpretaba ningún personaje, pero se convirtió en protagonista. Le clavé mi mirada y no reaccionó. En mi mundo de colores comerse con la vista es vital, en el suyo no.
La violencia doméstica durante el confinamiento se ha convertido en otra epidemia (Foto: Laura Rodríguez)
Poco después de las 9:00 de la noche del pasado 11 de junio una mujer era golpeada en un barrio de La Habana por cuarta vez desde que el gobierno cubano ordenara a la población recluirse para frenar los contagios del Covid-19.
A mí no me gusta el llamado lenguaje inclusivo. Y uso las palabras deliberadamente: no me gusta. Es una cuestión personal, no de «estar o no de acuerdo». A nadie le corresponde estar o no de acuerdo con la manera en que otros se sirvan del lenguaje. Y eso incluye a la Real Academia Española (RAE), que se ha opuesto, en los términos más tajantes, al uso del lenguaje inclusivo, con la autoridad que le viene… pues de sí misma. Y de la Corona, claro.
José Daniel no se llama así pero le gustó ese seudónimo para un perfil ficticio que creó en Facebook y en plataformas de mensajería que le permitiera vender productos a domicilio que el gobierno cubano no quiere que se comercialicen durante la emergencia que desató la pandemia del Covid-19.
Al mediodía del pasado lunes 25 de abril, Magdalena le pidió a Guillermo que prendiera el televisor Panda, de fabricación china, y le subiera el volumen para ver la emisión del noticiero nacional de corte oficialista. Estaba ansiosa y quería saber qué estaba pasando en Cuba con el contagio del coronavirus.