Michel Camilo en el piano es la definición de la alegría. Bueno, el goce también. Cuando toca, su cara emana una luz, una felicidad, una pasión que encarna el misterio y la transparencia de la música. Si lo comparamos a otros del gremio, por ejemplo, a Chucho Valdés, el fundador de Irakere, un sacerdote del teclado, oficiando una ceremonia donde conversa con los dioses, Gonzalo Rubalcaba, un artista que irradia una intensidad tranquila, que se mueve por las teclas con los movimientos de un gato; Michel Camilo es, en contraste, efusión, destreza, un aluvión de chispas, un pianista que forja melodías con pujanza y elegancia.
A finales de abril, el pianista dominicano se presentó en el Regattabar, un club de jazz en Boston, por dos noches. Camilo realizó un programa que incluyó obras de grandes del jazz y composiciones suyas. Entre los primeros escogió “Take Five”, “Song for my Father” y “Poinciana”. De su propia pluma interpretó “Caribe”, “Island Beat”, “A Place in Time”, “No Left Turn” y “Sandra’s Serenade”. Comenzó el concierto con “Caribe” (1988), quizás su composición más conocida por su melodía pegajosa y su ritmo feroz basado en el son montuno con dejos de Lecuona. Michel Camilo ha grabado la canción en formato de trio, cuarteto, big band y solo. La canción tiene un comienzo tranquilo, casi lírico y poco a poco va tomando más fuerza hasta culminar en unos crescendos explosivos. Esto ocurre varias veces en la composición, de manera que el pianista va creando varios ciclos de anticipación, tensión, culminación y relajamiento, como una montaña rusa musical. “Caribe” es también un vehículo para el virtuosismo de Camilo, la mano derecha ejecuta la melodía con una velocidad y precisión deslumbrante, la izquierda mantiene el ritmo.
Tras “Caribe”, Michel Camilo optó por una de las más conocidas composiciones en la historia del jazz, “Take Five”, del Dave Brubeck Quartet. La canción fue compuesta en 1959 por el saxofonista del grupo, Paul Desmond, cuyo sonido en el saxo alto era depurado, limpio, sin vibrato. Brubeck, en una entrevista, dijo que el grupo era como la reunión de los cuatro elementos de los griegos: el bajo representaba la tierra, la batería era el fuego, el saxo el aire, y el piano el agua. Camilo asumió el cargo y en una versión de ocho minutos pudo reunir los cuatro elementos, marcando el inconfundible compás de 5/4 con la mano izquierda. Quizás solo el piano es capaz de enlazar los cuatro elementos/instrumentos tan eficazmente. Al terminar se levantó y compartió una anécdota preciosa. En los años ochenta, cuando era una nueva presencia en el jazz (aunque ya había tocado un rato con el grupo de Paquito D’Rivera) interpretó “Take Five” en un festival en el sur de Francia. Al finalizar su concierto, vino un señor sesentón, de pelo canoso a saludarlo: era Dave Brubeck. Brubeck lo abrazó calurosamente y le dijo: “¡Bienvenido al jazz!”. Semejante bautizo prometía un gran futuro y Michel Camilo lo cumplió: hoy es uno de los consagrados del jazz latino, ganador de varios premios Grammy.
Las próximas canciones eran de Camilo, empezando con “A Place in Time”, una milonga hecha con una combinación de brío y lirismo y “No Left Turn”, que surgió de estar en un embotellamiento de tráfico en Rio de Janeiro. Es una melodía veloz con un ritmo llamativo, que tiene un feeling brasileño, aunque no es de un género musical en particular. Fue seguida por una canción de origen caribeño que sonaba mucho como su canción “Island Beat” (pero no creo que lo era), hecha con sandunga y humor.
En la última parte del concierto retomó la obra de otros pianistas, primero con “Song for My Father”, de Horace Silver. Silver fue unos de los grandes de lo que llaman el hard bop, y tenía un don para melodías cautivadoras que podían venir de baladas, funk, R & B, u otras fuentes populares. Silver era de origen caboverdiano y había viajado a Brasil en 1964; a instancias de su padre tomó una melodía de Cabo Verde y la juntó un ritmo de bossa nova para crear esta canción clásica dedicada a su padre, que era violinista y guitarrista. Camilo, como buen jazzista, trató la canción con respeto, pero a la vez le dio su propio sello, saboreándola como manjar exquisito.
Después de tocar una pieza romántica (“Sandra’s Serenade”) dedicada a su esposa, Camilo se enfrascó con “Poinciana”, una canción de los años treinta, pero popularizada por el gran pianista Ahmad Jamal en 1958. Los compositores originales supuestamente se inspiraron en una canción cubana folclórica titulada “Canción del árbol”. “Poinciana” es un árbol de Madagascar muy parecida al flamboyán. Aunque la versión de Jamal tiene una dulzura y encanto cubano, la melodía en sí no es algo tan reconocible como “Son de la loma”, “El manisero” o “Veinte años”. Camilo, con su enorme afinidad por la música cubana (es gran admirador e intérprete de Lecuona), enfatiza ese aspecto de “Poinciana” pero muy dentro del jazz.
Camilo concluyó su concierto con “Caribe”, pero la segunda vez con un ritmo más despacio y con menos volumen de sonido. En vez de ser un torbellino sonoro acarició la melodía, a veces la susurraba, pero de igual forma agarró impulso y terminó con tremendo swing. Si el final fue un retorno al comienzo, a su vez sugiere que el Caribe es un lugar no solo de comienzos, sino de futuros inesperados, de destellos, de alta creatividad.
(Pequeña nota discográfica). En YouTube hay varias versiones de “Caribe”, entre ellas la que apareció en la película Calle 54 (2001), de Fernando Trueba, un trío, con Anthony Jackson en bajo y Horacio El Negro Hernández en batería, pero que suena como interpretada por un grupo mucho más grande. Para los que quieren una versión más extensa hay un concierto en Múnich (1990), con Michael Bowie en bajo y Cliff Almond en batería. Dura 22 minutos y medio, casi cobra una dimensión sinfónica. Camilo solo ha grabado tres discos sin acompañamiento: Solo (2005), What’s Up (2013) y Live in London (2017). El grueso de lo que tocó en el Regattabar se encuentra en What’s Up (2013), Thru My Eyes (1997) y Mano a mano (2011), una extraordinario colaboración con Charles Flores en bajo y Giovanni Hidalgo en percusión. Entre sus otras grabaciones notables se encuentran Triángulo (2003), el segundo disco grabado con Tomatito: Spain Again (2006), que incluye un hermoso tributo a Astor Piazzolla, y el estupendo doble CD en vivo Michel Camilo Live at the Blue Note (2003), acompañado por Anthony Jackson (bajo) y Horacio El Negro Hernández en batería. Para los interesados en la obra de Camilo en la vena clásica está Concerto for Piano and Orchestra y Suite for Piano, Strings and Harp, ambos en un solo disco del 2001, que además contiene una versión de solo piano de “Caribe”.
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