Con un número especial dedicado a José Martí termina su publicación la revista Mariel. Paradójica conclusión: Martí, que fue el gran continuador, es el nombre que sirve de colofón para cerrar las puertas de una revista de arte y literatura que logró convocar, en torno suyo, a un buen número de intelectuales llegados vía el puerto que les sirviera de identificación: Mariel. Aunque sus propósitos iniciales hayan sido quizás superados, no cabe duda que es una pérdida irreparable el cese de la publicación de un órgano de opinión que pudo haber continuado ramificándose con las nuevas opciones que el paso del tiempo les ofrecía. Entre ellas una que me parece esencial: estamos frente a una nueva “ofensiva de paz castrista”.

Sabemos –o debemos de saber– lo que esto significa. Los estrategas que mueven los hilos Moscú-La Habana están desempeñando de nuevo el papel de “liberales”, o sea, que están dispuestos a escuchar diálogos y a abrir puertas. Ante este hecho es necesario que haya inteligencias que no se sometan al diálogo y que sepan a dónde van a dar esas puertas. Un Mariel polémico pudo haber asumido el papel de “aguafiestas” para los que andan buscando medios de congraciarse con el régimen castrocomunista.

Hay síntomas que están a la vista para comprobar que el asunto está tomando proporciones mayores y que exige –de parte nuestra– un espíritu crítico que sepa analizarlos. Ayer fue una bienal de arte latinoamericano hecha a bombo y platillo. Hoy contemplamos visitas de obispos acompañadas de seráficas declaraciones por parte del nuncio papal. Funcionarios del gobierno acuden a misa y hasta se les refleja un “fervor” religioso en el rostro para asombro de los obispos-turistas estadounidenses. Algo así como en los tiempos de antaño, cuando los otros turistas aplaudían el show de Rodney en Tropicana.

Castro, por otra parte, se inclina hacia el diálogo, y la tontería mundial le cree a pies juntillas. En Cuba se han promulgado leyes que aparentan aflojar la mano del Estado. En suma, después de un largo período en que Castro actuó como el malo de la película, tal parece que le toca de nuevo revertir su rol en esta gran farsa hollywoodense que es la política mundial.

Es precisamente en estos momentos que Mariel cierra sus puertas y calla su voz. Por falta de dinero. Por disensiones internas. Por cansancio, por desembullo, o por todo eso a la vez. Sea por lo que sea, su ausencia dejará un vacío que suplirán los anticomunistas sagüeceros cuyos lugares comunes mantendrán a Castro en el poder hasta la consumación de los tiempos.

No es cuestión, en estas líneas, de subrayar responsabilidades. Más bien me inclino a creer que esto nos toca a todos, pues mientras haya más páginas en la prensa para frivolidades que para cosas serias, existirá siempre un obstáculo para el progreso y la cultura, sin los cual es es imposible contener a la barbarie castrista. Los redactores de Mariel hicieron lo que pudieron sin dinero y sin apoyo oficial. Pero esto no los exime de tratar de nuevo, así como a las demás publicaciones que se han dado a la tarea de hacer reflexionar sobre nuestro ser y destino. Pues mientras en Cuba se multiplican las publicaciones, la propaganda, los congresos, etc., nosotros hacemos lo contrario: nos reducimos al silencio. Fatal decisión en medio de la algarabía que de un lado y del otro confunde y engaña.


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