SANTA CLARA, Cuba. – Si una condición antes distinguía a las fiestas de fin de año en Cuba eran los brindis en familia con lo que se lograba conseguir en cada casa y en los que comúnmente no faltaba alguna cerveza o botella de ron de producción nacional. Desde hace años que esos jolgorios colectivos se han tornado mucho más austeros y reservados, en buena parte debido a los altos precios de las bebidas.
Poco antes de la desaparición del CUC se esfumaron las botellas de la marca Havana Club de las pocas tiendas que aún se mantenían vendiendo en esta moneda. Aparecieron meses más tarde en un inventario bien surtido, pero solo por moneda libremente convertible (MLC) y a precios que hasta hoy superan los 10 dólares.
Aunque parezca increíble, en Cuba una botella de whisky Chancelier, de origen brasileño, resulta mucho más barata que una de ron Santiago. La mayoría de los particulares que las revenden las adquieren de segunda mano y las ofertan a precios que oscilan entre los 1.000 y los 1.200 pesos. “No todo el mundo puede permitirse una botella”, explica Raciel, un cuentapropista que lo expende por canecas a 450 pesos cada una. “Al final, le sacas la misma ganancia, lo mismo con el vodka, otra de las que está entrando bastante al país, también de Brasil”. Uno de los clientes estables de este vendedor confirma que nunca imaginó que el whisky, una bebida antes privativa ahora pueda adquirirse a mejor precio que el ron Havana Club: “Ya ni me acuerdo a qué sabe el ron cubano”, asegura.
En medio de la crisis con las bebidas de producción nacional, los medios oficiales indicaron que Havana Club había experimentado un crecimiento descomunal dentro del portafolio del grupo francés Pernod Ricard, y que “a pesar de la disminución de los niveles de producción de azúcar en Cuba”, el Grupo Empresarial Azcuba priorizaba “los volúmenes necesarios” para fabricar Havana Club y mantener las exportaciones a más de 125 países en el mundo.
En los propios bares estatales de Santa Clara, un litro de esta marca asciende a más de 2.000 pesos ya que se expende por la medida de tragos sencillos o dobles y, sin embargo, el vodka, el whisky o la cerveza importada cuestan un poco menos. En un análisis publicado en Diario de Cuba a raíz del incremento arancelario decretado a principios de año para la importación de bebidas alcohólicas, la periodista Rafaela Cruz razona que “si hoy los cubanos prefieren beber cervezas foráneas antes que marcas nacionales es porque su relación calidad-precio-disponibilidad supera a las locales”.
En el caso de la cerveza nacional de las marcas Bucanero y Cristal, prácticamente desaparecidas del mercado, su producción tuvo una caída en los últimos años por falta de materias primas, sobre todo de las latas para almacenarlas, según alegaron fuentes oficiales en junio pasado. El director técnico de la fábrica radicada en Holguín aseguró que solo han podido comercializarla en moneda nacional y en instalaciones turísticas a través de toneles mediante la modalidad de dispensadores.
La escasez de rones nacionales en el mercado en moneda nacional ha incentivado desde hace tiempo la proliferación de alambiques artesanales y vinos criollos, pero los altos precios del azúcar también encarecen el costo final de esos productos criollos que comúnmente le llaman “chispetrén”, “azuquín” o “saltapatrás” debido a sus efectos secundarios. Según confirma a CubaNet Vladimir, un alambiquero santaclareño residente en la periferia de la ciudad, “ya no da negocio fabricarlos” pues se necesita de la azúcar morena o la miel de purga para destilar ese alcohol obtenido a través de un serpentín.
Por estas fechas en años anteriores en Villa Clara cientos de personas se aglomeraban en áreas del estadio Sandino para intentar comprar mediante un ticket un surtido normado de bebidas. Como paliativo, a principios de este mes de diciembre, el Gobierno vendió una botella de ron por núcleo producida por la Empresa de Bebidas y Licores de Camajuaní al precio de 315 pesos.
Sin embargo, el producto ha sido muy criticado en redes sociales debido a su dudosa calidad. El periodista de la emisora CMHW Jesús Álvarez López le dedicó una publicación en Facebook, en la cual alegó que ya lo había degustado y que sabía “a rayos”. Otros usuarios también aseguraron que además de caro, tenía un sabor desagradable parecido al del “azuquín” o al ron a granel y que, en lugar de beberlo, lo aprovecharon para prender el carbón y los reverberos.