UNEAC: 59 años en el laberinto del castrismo

UNEAC: 59 años en el laberinto del castrismo

A casi seis décadas de su fundación, el “desdén hacia la cultura política” de la mayoría de los integrantes de la UNEAC es inconmensurablemente mayor que en 1961

Miguel Díaz-Canel
El presidente de la UNEAC, Luis Morlote, y Miguel Díaz-Canel (Foto: ACN)

LAS TUNAS, Cuba. – La Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) está de cumpleaños. Fundada el 22 de agosto de 1961, al concluir el primer congreso de escritores y artistas cubanos, en un ininterrumpido laberinto de maniqueísmo político ahora cumple su 59 aniversario.

En el acto de apertura del congreso de escritores y artistas, realizado el 18 de agosto de 1961, el entonces presidente designado Osvaldo Dorticós Torrado dijo:

“Nuestros escritores y artistas, si quieren proclamarse cultos, no se resignen solamente a mostrar sus novelas, sus poemas, sus cuadros, y sus esculturas. ¡Es necesario también que ganen la cultura política, que quiere decir, comprensión de nuestro proceso socioeconómico!”.

La “cultura política” y la comprensión del “proceso socioeconómico” implantado en Cuba a partir del 1ro de enero de 1959 y que se mantiene hasta nuestros días fue impuesto a un grupo de intelectuales reunidos en la Biblioteca Nacional el 30 de junio de 1961, cuando Fidel Castro, cual Decreto-Ley, dictó:

“Por cuanto la Revolución comprende los intereses, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella”.

Y en consecuencia de esos “por cuanto”, el entonces primer ministro decretó una sentencia de maniqueísmo político -o estás conmigo o en contra de mí-, trazando un precedente jurídico y político todavía vigente en Cuba: “Dentro de la Revolución: todo; contra la Revolución ningún derecho”.

Y según Fidel Castro, esta “no sería una ley de excepción para los artistas y los escritores”, sino que este sería “un principio general para todos los ciudadanos”.

Haciendo de abogado del diablo, y sin pretender justificar la hipocresía mediante la que cientos de artistas y escritores se han valido para lucrar o establecer un modus vivendi en un medio hostil, es justo reconocer que el laberinto por el que los intelectuales cubanos han debido transitar en estos 59 años ha sido mucho más enmarañado de lo que algunos piensan.

El desprecio público y notorio mostrado a los intelectuales cubanos por el Che Guevara con la publicación el 12 de marzo de 1965 de la carta dirigida al director del semanario Marcha, Carlos Quijano, donde dice que “la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original: no son auténticamente revolucionarios”, tiene un antecedente muchísimo más humillante.

Dirigiéndose a un coterráneo y tocayo suyo, el escritor argentino Ernesto Sábato, el 12 de abril de 1960 el Che Guevara dijo desde Cuba y de los intelectuales cubanos: “Aquí la forma de sumisión de la intelectualidad tomó un aspecto mucho menos sutil que en la Argentina. Aquí la intelectualidad era esclava a secas, no disfrazada de indiferente, como allá, y mucho menos disfrazada de inteligente; era una esclavitud sencilla puesta al servicio de una clase de oprobio”.

Mentía. Y me pregunto si en 1960 hubiera vivido para contestarle, qué habría dicho el intelectual cubano Enrique José Varona al guerrillero argentino.

Tras la muerte de Rafael Trejo, un grupo de mujeres revolucionarias pretendió hacer un homenaje al joven baleado por un policía, ofrenda que el dictador Gerardo Machado prohibió, y estas fueron las palabras de Varona publicadas en el periódico El País el 9 de noviembre de 1930:

“El hecho inconcebible de que se haya impedido arbitrariamente el homenaje que las damas cubanas querían rendir a la memoria de Rafael Trejo impone a todos los ciudadanos conscientes de sus derechos el deber de protestar. Hay que depurar nuestra dignidad y nuestra libertad. No se estime que estas son palabras vanas. Son la expresión suficiente de que los grandes principios que cristalizaron en nuestra Constitución tienen arraigo en nuestros corazones. Por esto uno mi protesta a la que han levantado cívicamente las iniciadoras del homenaje. Los que lo han estorbado no han hecho sino darle una resonancia mayor.”

Y yo pregunto: ¿Algún intelectual integrado a la UNEAC puede hoy día publicar en un periódico en Cuba un artículo como el de Varona publicado en El País? ¿Puede hacer un análisis crítico del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) como en plena dictadura de Fulgencio Batista hizo el doctor Elías Entralgo de los cuerpos armados en Cuba?

En su conferencia Saldo del cincuentenario, radiada por la CMQ en el programa Universidad del Aire del 4 de mayo de 1952 e interrumpida por saboteadores batistianos, el escritor, conferencista, profesor y doctor en Derecho Civil Elías Entralgo abordó la pertinencia e impertinencia de sostener una fuerza armada en Cuba.

“Si el ejército existe para manejar armas, y si con las mismas no tiene que estar de centinela sobre las fronteras en un país que carece de ellas, si no ha de disparar sobre extranjeros que no nos han invadido y a los que nosotros no hemos ido a invadir, ¿contra quién volverá esas armas el ejército? Pero Grullo me dice que no quedan más que los propios compatriotas”.

Hoy, en Cuba, un integrante honesto de la UNEAC debía preguntar como en su momento se preguntó el doctor Entralgo: “¿contra quién volverá esas armas el ejército?” Y, añadir otra pregunta: ¿Por qué los militares no se dedican a otra cosa en lugar de manejar cadenas de tiendas dolarizadas, hoteles, granjas y toda suerte de negocios que nada tienen que ver con los militares?

En el discurso del 18 de agosto de 1961, previo a la constitución de la UNEAC, el entonces designado presidente Dorticós dijo acerca de artistas y escritores: “debemos condenar algunas tendencias que a veces terminan en círculos literarios y artísticos, de desdén hacia la cultura política”.

A decir de Dorticós Torrado, el “desdén hacia la cultura política” de la mayoría de los integrantes de la UNEAC, a 59 años de su fundación es inconmensurablemente mayor que en 1961. Fuera de Cuba es de uso corriente escuchar a artistas cubanos atados a lazos en la Isla, decir que lo suyo es el arte y no la política. Y dentro de Cuba, lo usual entre los adscriptos a la UNEAC son los “asalariados dóciles al pensamiento oficial”, los “becarios” que viven “al amparo del presupuesto (estatal o empresarial) ejerciendo una libertad entre comillas”. Las frases y palabras entrecomilladas son del Che Guevara.

Ezra Pound dijo que “los artistas son las antenas de la raza; los escritores de un país son voltímetros y manómetros de la vida intelectual de la nación. Son los instrumentos registradores, y si falsifican sus informes no hay límites al daño que pueden causar. El mal arte es un arte inexacto. Es arte que rinde informes falsos”.

Y quizás por las malas artes del arte inexacto por más de medio siglo rindiendo informes falsos, hoy Cuba es un país de viejos; un país de donde nuestros hijos se fueron o de donde pretenden irse, porque, según dicen, a Cuba se le quiere más y mejor desde lejos.

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Acerca del Autor

Alberto Méndez Castelló

Alberto Méndez Castelló

Alberto Méndez Castelló (Puerto Padre, Oriente, Cuba 1956) Licenciado en Derecho y en Ciencias penales, graduado de nivel superior en Dirección Operativa. Aunque oficial del Ministerio del Interior desde muy joven, incongruencias profesionales con su pensamiento ético le hicieron abandonar por decisión propia esa institución en 1989 para dedicarse a la agricultura, la literatura y el periodismo. Nominado al Premio de Novela “Plaza Mayor 2003” en San Juan Puerto Rico, y al Internacional de Cuentos “ Max Aub 2006” en Valencia, España. Su novela "Bucaneros" puede encontrarse en Amazon.

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