noviembre 9, 2025

Nos roban el danzón, ¡ataja!

El danzón, por mucho que guste y se baile en Veracruz, Yucatán y México DF, no es de allá sino de Cuba.
Cuba, danzón, Bolero
(Foto: Onlinetours)

LA HABANA, Cuba – Durante mucho tiempo, la paternidad del bolero y el danzón le ha sido discutida a Cuba por México, donde ambos géneros musicales tienen gran arraigo. Ahora, en el caso del danzón, parece que al fin los mexicanos van a conseguir llevarse el gato al agua: el danzón va a ser proclamado patrimonio cultural inmaterial de Ciudad México.

Una arbitraria e injusta decisión. El danzón, por mucho que guste y se baile en Veracruz, Yucatán y México DF, no es de allá sino de Cuba. Y si a alguna ciudad le correspondería la adjudicación del danzón como patrimonio cultural sería a Matanzas, en cuyo Liceo, en 1879, el cubano Miguel Faílde y su orquesta estrenaron “Las alturas de Simpson”. Ese fue el primer danzón, y lo compuso un cubano, Failde, lo mismo que otro cubano, el santiaguero Pepe Sánchez, fue el que compuso el primer bolero, “Tristeza”, en 1868.     

Y no hay duda de que los mejores intérpretes del danzón son cubanos: Barbarito Diez, Paulina Álvarez, Cheo Belén Puig, Armando María Romeu, Arcaño, la orquesta Aragón, entre otros.

El danzón, que resultó de la mezcla del elemento africano con las contradanzas europeas que empezaron a llegar a Cuba luego de la toma de La Habana por los ingleses en 1762 y del éxodo de los colonos franceses tras la revolución haitiana, alcanzaría su máxima popularidad a principios del siglo XX, pero a finales de la década de 1920 fue desplazado por el son en la preferencia de los bailadores.

Es cierto que mientras que el danzón pasó de moda en Cuba, se convirtió en “un baile de viejos”, casi una música de museo que no supimos conservar del modo que se debía, siguió vivo en el este de México, principalmente en Veracruz y Yucatán, pero eso no les da derecho a los mexicanos a apropiárselo cual si fuera tan suyo como los mariachis, los corridos y las rancheras.

Nos llevan el danzón en nuestras narices a los cubanos, y los comisarios decisores de la cultura, que son los que se suponen deberían velar por el patrimonio de nuestra nación, están tan tranquilos como si con ellos no fuera.

 Ellos, tan patrióticos y nacionalistas, tan celosos en velar por la cultura y los símbolos de la nación como se pintan, llama la atención su silencio impasible y que no formen una algarabía como la que armaron a finales de la década de 1970, cuando les dio, no sin cierta razón, por quejarse de que en New York, Puerto Rico y Colombia se estaban robando el son cubano y cambiándole el nombre por el de salsa.            

¿Por qué será? ¿Agradecimiento al gobierno mexicano por su apoyo irrestricto a la dictadura? ¿Le estarán cambiando el danzón por el petróleo de PEMEX a la siempre solidaria con el castrismo presidenta Claudia Sheimbaum?

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Luis Cino

Luis Cino Álvarez (La Habana, 1956). Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura. Se inició en la prensa independiente en 1998. Entre 2002 y la primavera de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Fue subdirector de Primavera Digital. Colaborador habitual de CubaNet desde 2003. Reside en Arroyo Naranjo. Sueña con poder dedicarse por entero y libre a escribir narrativa. Le apasionan los buenos libros, el mar, el jazz y los blues.

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